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El poder de la ficción
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El poder de la ficción

Tras abordar en sus obras temas como la ética, los sentimientos, el deseo o la religión, era cuestión de tiempo que José Antonio Marina (Toledo, 1939)

Tras abordar en sus obras temas como la ética, los sentimientos, el deseo o la religión, era cuestión de tiempo que José Antonio Marina (Toledo, 1939) reparase en el poder como objeto de sus investigaciones. En esta nueva empresa trata de obviar los lugares comunes y, en lugar de centrarse en los aspectos más populares, como el análisis del poder político y el empresarial, prefiere señalarnos que el poder está presente de continuo en nuestra vida, que lo ejercemos en multitud de actos cotidianos, que nos vemos a menudo compelidos o seducidos por él y que se apoya en nuestras creencias y deseos para conseguir sus objetivos. Además, el autor también sabe evitar algunas trampas teóricas al subrayar que la relación entre el poder y sus dominados es ambivalente y bidireccional, que el dominado acoge a menudo su situación de buen grado, que al igual que existe una resistencia humana a la tiranía también existe el miedo a la libertad.

 

Estamos ante un recorrido que, como en libros anteriores, el autor realiza con intención divulgativa, tratando de hacer inteligibles para el lector medio asuntos de evidente profundidad. Utiliza con ese propósito un lenguaje asequible y expresiones didácticas y recurre a ejemplos sencillos e ilustrativos. También como en textos anteriores, Marina emplea un tono expositivo que termina por aportar al lector perspectivas en las que profundizar mucho más que conclusiones definitivas. El problema, en esta ocasión, es que el autor pone encima de la mesa aspectos importantes a los que no se les otorga la extensión y la densidad que merecen, que son enunciados más que desarrollados. Y es que Marina no quiere perderse por caminos que le parecen secundarios: lo que de verdad le interesa, y a lo que dedica la tesis central del libro, no es tanto el poder como su legitimación. En consecuencia, lo que el libro gana por una parte, lo pierde por otra, al dejarnos con las ganas de más.

En el lado positivo, está el acierto del punto de partida que elige el autor para su recorrido. La tesis de Marina es que no podemos eliminar las relaciones de poder de nuestra vida. Que lejos de las pretensiones de horizontalidad que exhiben las teorías libertarias, el poder está siempre presente: incluso las relaciones de cooperación tienen lugar entre posiciones desiguales. Además, según Marina, el poder no es intrínsecamente negativo; no estamos ante un teórico liberal que identifica el poder con la fuente de todo mal sino ante un pensador heredero de los ideales de la modernidad, que cree en la razón, en la dignidad del hombre y en los derechos humanos. Por tanto, en consonancia con tales planteamientos, será el poder justo y justificado el que se convierta en el núcleo de la obra. Esto es, un poder sometido a límites y cuyos fines y medios (y con ellos, él mismo) estén legitimados.

El problema aparece cuando el autor constata que no hay un sostén último que soporte todo el edificio conceptual, máxime cuando ya no podemos recurrir a nada trascendente, sea cual sea su origen, para justificar el origen del poder. El autor trata de salir del atolladero, enfrentándose a los postulados de esa modernidad que se quedó anclada en el desencantamiento del mundo como a la posmodernidad que dictaminó el fin de los grandes relatos, manteniendo que quizá la dignidad, la libertad y los derechos del hombre no sean más que ficciones, pero que estamos ante ficciones imprescindibles; que estamos hablando de conceptos “falsos en su fundamentación pero necesarios en su función”. Son aspiraciones, por tanto, que debemos defender con ahínco, por más que la realidad cotidiana las contradiga. Y, en ese sentido, todos tenemos poder para conseguir que esas construcciones ficticias se conviertan en realidad, porque somos nosotros quienes hacemos la Historia a través de múltiples pequeños gestos. Quizá la vida real sea terrible y en ella no operen más que fuerzas puramente selváticas pero, nos dice Marina, está en nuestra mano conseguir que las ficciones (los sueños) se impongan a la realidad.

LO MEJOR: que da cuenta de las múltiples dimensiones del poder.

LO PEOR: que debería profundizar más en algunos temas.

Tras abordar en sus obras temas como la ética, los sentimientos, el deseo o la religión, era cuestión de tiempo que José Antonio Marina (Toledo, 1939) reparase en el poder como objeto de sus investigaciones. En esta nueva empresa trata de obviar los lugares comunes y, en lugar de centrarse en los aspectos más populares, como el análisis del poder político y el empresarial, prefiere señalarnos que el poder está presente de continuo en nuestra vida, que lo ejercemos en multitud de actos cotidianos, que nos vemos a menudo compelidos o seducidos por él y que se apoya en nuestras creencias y deseos para conseguir sus objetivos. Además, el autor también sabe evitar algunas trampas teóricas al subrayar que la relación entre el poder y sus dominados es ambivalente y bidireccional, que el dominado acoge a menudo su situación de buen grado, que al igual que existe una resistencia humana a la tiranía también existe el miedo a la libertad.