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Las más bellas palabras
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Las más bellas palabras

Voces de humo. Hablan los hombres de Badabia, hombres de un “territorio fugitivo”, cerrado en sí mismo, un paraíso, un remanso de paz como rezan a

Voces de humo. Hablan los hombres de Badabia, hombres de un “territorio fugitivo”, cerrado en sí mismo, un paraíso, un remanso de paz como rezan a veces las guías turísticas cuando intentan que un rincón recogido y bucólico deje de serlo. Y eso es lo que le ocurre a Badabia cuando el progreso descubre carbón debajo de los prados, cuando el ferrocarril devora los bosques para avanzar un kilómetro más y quebrar el aislamiento del valle. Se acabó la edad de oro, viene la muerte.

Pero no sólo hablan los hombres. Hay otras voces que sólo sabe escuchar el oráculo, Avelino, o Ezequiel, y que pueden transformar en música terapéutica. Es la voz del mar y de la tierra que Pablo Andrés Escapa traduce a palabras de elevadísimo vigor poético, cada palabra trabajada con empeño de orfebre, eligiendo el camino más largo, más intrincado, pero también más fructífero. Voces que, de tan aleves, se esfuman ante los ojos del lector: “palabra tras palabra, se le [va] enredando la voz al humo que sube de las llamas para inventar memorias”.

Humo. Es el humo del ferrocarril, del progreso, que borra la mansedumbre de la vida sencilla. Es un humo sucio, que precipita el hollín que los mineros extraen para calentar hogares lejanos mientras ellos mismos se van helando, se van deshumanizando por el trabajo y la proximidad de la muerte. Escapa les mira con compasión, pero no consigue escapar a la melancolía que les reúne al anochecer alrededor de un fuego cuyo humo, al menos, es blanco, limpio.

A lo largo de estos catorce relatos asistimos a la descomposición del mundo que el autor ha forjado en obras pasadas -Las elipsis del cronista- y al que permanece fiel, empeñándose en reconstruir emociones y paisajes, verdadera arqueología literaria.

LO MEJOR: El preciosismo del lenguaje.

LO PEOR: Puede resultar aburrido y, en aglunos momentos, cuesta entender lo que se está leyendo.

Voces de humo. Hablan los hombres de Badabia, hombres de un “territorio fugitivo”, cerrado en sí mismo, un paraíso, un remanso de paz como rezan a veces las guías turísticas cuando intentan que un rincón recogido y bucólico deje de serlo. Y eso es lo que le ocurre a Badabia cuando el progreso descubre carbón debajo de los prados, cuando el ferrocarril devora los bosques para avanzar un kilómetro más y quebrar el aislamiento del valle. Se acabó la edad de oro, viene la muerte.