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Justificar lo injustificable
  1. Cultura

Justificar lo injustificable

Tras el arrollador éxito mundial de El lector, parecía desaparecido Bernhard Schlinck; su siguiente obra publicada en España -el libro de relatos Amores en fuga- pasó

Tras el arrollador éxito mundial de El lector, parecía desaparecido Bernhard Schlinck; su siguiente obra publicada en España -el libro de relatos Amores en fuga- pasó sin pena ni gloria, y ahora corre riesgo semejante porque estamos ante una novela irregular, árida y de pesada digestión pero filosóficamente interesante. En El regreso funde sus ámbitos laborales -es juez, profesor de historia del derecho y, evidentemente, escritor- para componer una novela que va creciendo en complejidad, desde la inocente primera parte hasta la cruda -casi parece de Chuck Palahniuk, aunque ni soñar puede el de Pasco la solidez reflexiva de la que hace gala Schlinck- parte tercera.

De niño, el joven alemán Peter Debauer pasaba los veranos en casa de sus abuelos suizos. Éstos, los padres de su padre -muerto durante la II Guerra Mundial- corrigen unas “Novelas amenas y entretenidas” cuyas galeradas ceden al niño dada la escasez de papel de la época, con una curiosa advertencia barbiazulesca: que no lea el otro lado. Por supuesto, Judith/Peter terminará por leerlo y ello dará comienzo a una búsqueda, espoleado por una intuición -que cualquier lector, por poco perspicaz que sea, va a compartir de inmediato- acerca de la autoría del relato.

La novela se construye en tres niveles. La novela que lee Peter es el regreso de Karl, un soldado alemán, desde Siberia hasta su casa, donde se encuentra con que su mujer no le ha esperado: le recibe con un niño en brazos que no es suyo, sino del hombre que está a su lado. En seguida advierte Peter que el autor de esa novela amena y entretenida se basó en la Odisea, el “paradigma primigenio de todas las historias de regreso” y que el autor demuestra un conocimiento muy profundo del clásico homérico. Sobre estos dos planos -los regresos de Odiseo y Karl- se construye el propio regreso de Peter, tras un largo viaje que le llevará a recorrer Alemania -que se reunifica en el transcurso de la novela- y llegar a Estados Unidos, donde conoce al enigmático profesor De Baur.

Este profesor, equilibrista del pensamiento, parte del deconstructivismo para elaborar una teoría que va más allá del Derecho -que es su ámbito académico- para elaborar toda una antropología que, al cabo, le servirá para justificar toda su biografía -una biografía que irá desgranando Peter en sus viajes-. En definitiva, la novela versa sobre la culpa y la responsabilidad y, sin duda, alude a la responsabilidad del pueblo alemán en cuyo seno germinó el monstruo del nazismo. En el enfrentamiento entre Debauer y De Baur, que se salda con unas desesperantes tablas, se dilucida la verdadera naturaleza del ser humano y, si bien en la comuna -véase el tétrico paralelismo con la cabaña de los abuelos- resulta vencedor el tenebroso profesor, el regreso a los brazos de Penélope parece abrir un resquicio de esperanza aunque Scila y Caribdis anden siempre cerca.

LO MEJOR: La estructura in crescendo en complejidad, en profundidad y en emoción.

LO PEOR: En algunos momentos -págs. 37, 105 o 206- el autor se ve obligado a darle algunos empujones a la narración para que avance.

Tras el arrollador éxito mundial de El lector, parecía desaparecido Bernhard Schlinck; su siguiente obra publicada en España -el libro de relatos Amores en fuga- pasó sin pena ni gloria, y ahora corre riesgo semejante porque estamos ante una novela irregular, árida y de pesada digestión pero filosóficamente interesante. En El regreso funde sus ámbitos laborales -es juez, profesor de historia del derecho y, evidentemente, escritor- para componer una novela que va creciendo en complejidad, desde la inocente primera parte hasta la cruda -casi parece de Chuck Palahniuk, aunque ni soñar puede el de Pasco la solidez reflexiva de la que hace gala Schlinck- parte tercera.