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Defensa de la menos querida
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Defensa de la menos querida

Seguramente, todos hemos despachurrado alguna sin sentir el menor remordimiento, es más, con alivio, con satisfacción. No en vano, la cucaracha es “la menos querida de

Seguramente, todos hemos despachurrado alguna sin sentir el menor remordimiento, es más, con alivio, con satisfacción. No en vano, la cucaracha es “la menos querida de las criaturas” (p. 73), que simboliza lo insalubre y lo ruin. Es por ello que “la cucaracha es el animal emblemático para todos los humanos que se ven relegados a las catacumbas de la cultura pese a sus cualidades y virtudes” (p. 106), de ahí que los artistas y poetas underground la tengan como musa y modelo. Aunque este es un punto de vista netamente occidental, donde representa la lucha por superar la situación de naturaleza, la incivilización, la suciedad y la enfermedad, otras culturas no lo hacen así, como las culturas mesoamericanas, que asociaban a las curianas con el maíz sagrado y la consideraban “uno de los poderes primordiales del ciclo natural” (p. 153).

Ambas apreciaciones de la cucaracha tienen una interpretación psicológica; este bicho se asocia al inconsciente, a la fuerza sexual reprimida del ello, al fondo salvaje que la civilización occidental intenta recubrir pero que las culturas más naturales aceptan sin problema. En esta misma dirección apunta la autora Marion Copeland, partidaria del ecofeminismo, doctrina new age que combina ética biocéntrica, indigenismo, feminismo y un desbordante optimismo. Este libro es, en parte, un manifiesto ecofeminista, que defiende a la cucaracha como emblema del movimiento, lo que se concreta en las últimas páginas. Así, Cucaracha incluye un interesante y original alegato a favor de un ser vivo machacado, junto con otro ideológico; la separación entre ambos es clara y no costará al lector elegir las partes que más le interesen.

La Blattodea es un superbicho; no en vano lleva 400 millones de años paseándose por aquí, sin haber modificado drásticamente ni su estructura física ni su comportamiento -su prehistoria se narra al comienzo del libro, en las páginas más prescindibles del volumen, que contienen algunas inexactitudes y vaguedades-. Presenta una serie de carácterísticas físicas que lo hacen extraordinariamente flexible y resistente -como el lugar común de su tolerancia a la radiactividad-; además, tienen escasas necesidades y muy pocas exigencias -comen prácticamente de todo, incluyendo aceite de motor, pero se pirran por los “pastelillos glaseados de canela”-. Además, son animales muy inteligentes, dotados de un sistema bioquímico de comunicación, con una vida social más intensa de lo esperado en un insecto y un sistema reproductor muy eficaz.

En este libro el lector descubrirá cómo la cucaracha no sólo es víctima de las suelas e insecticidas humanos, sino también de las hormigas, las avispas o los pollos -lo que dio pie a interesantes producciones folclóricas en el sur esclavista de Estados Unidos-. Descubrirá que la cucaracha ha acompañado al hombre en sus viajes y en la colonización de nuevas tierras; o que se ha empleado tradicionalmente como remedio para diversas dolencias y que se han extraído de ellas compuestos que eliminan el virus del sida; que es un alimento apreciado en diversas culturas, cuyo sabor recuerda al de la langosta -no ofrece recetas directamente, pero indica dónde encontrar, por ejemplo, la del sabroso Arroz del Okupa-.

Nos guste o no, la cucaracha es una ineludible compañera de viaje, que seguirá adelante cuando nosotros ya no estemos. Y, aunque no queramos adoptarla como emblema, o “hacernos partícipes de la vasta óptica panorámica de la cucaracha” (p. 13) -¿cómo hacer eso?-, justo es devolverle parte de su dignidad perdida pues, al fin y al cabo, la cucaracha tiene su lugar en el Olimpo, junto a los dioses -si hemos de creer a Esquilo-.

Seguramente, todos hemos despachurrado alguna sin sentir el menor remordimiento, es más, con alivio, con satisfacción. No en vano, la cucaracha es “la menos querida de las criaturas” (p. 73), que simboliza lo insalubre y lo ruin. Es por ello que “la cucaracha es el animal emblemático para todos los humanos que se ven relegados a las catacumbas de la cultura pese a sus cualidades y virtudes” (p. 106), de ahí que los artistas y poetas underground la tengan como musa y modelo. Aunque este es un punto de vista netamente occidental, donde representa la lucha por superar la situación de naturaleza, la incivilización, la suciedad y la enfermedad, otras culturas no lo hacen así, como las culturas mesoamericanas, que asociaban a las curianas con el maíz sagrado y la consideraban “uno de los poderes primordiales del ciclo natural” (p. 153).