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Muere José Antonio Llorente, el hombre del octavo sentido
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Muere José Antonio Llorente, el hombre del octavo sentido

A los 63 años recién cumplidos falleció ayer en Madrid, José Antonio Llorente, presidente fundador de LLORENTE&CUENCA, la consultoría de comunicación, marketing y asuntos públicos más internacional de todas las españolas

Foto: El empresario José Antonio Llorente. (EFE/Borja Sánchez Trillo)
El empresario José Antonio Llorente. (EFE/Borja Sánchez Trillo)

Solo con 63 años recién cumplidos (Madrid, 1 de diciembre de 1960), a punto de doblar el año, se despidió de todos los que fuimos sus amigos y compañeros José Antonio Llorente. Fue siempre JALL, un acrónimo eufónico que, como experto en comunicación, le singularizaba profesionalmente más allá de su apellido. De su mano, en el ya lejano 2008, conocí, como tantos otros, ‘el otro lado’ de la comunicación y de la estrategia, ese espacio de trabajo profesional que los periodistas no exploramos en las redacciones. Él también lo era porque se licenció en Ciencias de la Información en la Universidad Complutense de Madrid (fue reconocido como alumno ilustre de este centro) y luego completó su sólido equipamiento técnico e intelectual especializándose en asuntos públicos en The Henly College de Oxford (Reino Unido) y en la Universidad de Indiana en Pensilvania (Estados Unidos).

Las características personales y profesionales de José Antonio Llorente fueron convergentes: se comportó siempre como un hombre moderno porque aspiró, y lo logró, anticiparse a su tiempo. Acaso por eso fue un apasionado del arte contemporáneo y se vinculó al Reina Sofía y ARCO (este año la feria le iba a distinguir con el premio al coleccionista del año) pero, sobre todo, se distinguió por el pionerismo. En 1995, después de haber desempeñado la responsabilidad de la comunicación en la CEOE y liderado la que entonces era primera compañía del sector de la comunicación, Burson Marsteller, se lanzó a su personal aventura que culminó con la fundación de LLORENTE & CUENCA (LLYC) a la que convirtió en la mayor consultoría de comunicación, marketing y asuntos públicos de España con un vertiginoso desarrollo internacional que la sitúan ya entre las más potentes en Latinoamérica. Lo hizo de un modo innovador: tomó de los grandes despachos de abogados el modelo de la sociotura y arriesgó -con excelentes resultados- introduciendo a la compañía en Bolsa (BME Growth) dotándola así de un efectivo gobierno corporativo.

Para José Antonio Llorente no existió nunca lo imposible ni lo difícil. Persistente, tenaz, dialogante, pragmático y, en el fondo, idealista construyó una empresa con más de un millar de empleados y colaboradores, presente en prácticamente toda Latinoamérica, además de en España y Portugal y estuvo presente en todos los ámbitos de la vida pública, fue activo en redes sociales de las que llegó a ser un auténtico experto. Y aun postrado por una fulminante enfermedad seguía al minuto la información. En mi última conversación, hace apenas diez días, José Antonio Llorente, siempre luchador, me comentó su intención de ir al Teatro Real a escuchar Rigoletto. Para mi sorpresa, había leído todas las críticas, buenas y regulares, a la representación. Y, sí, fue y disfrutó de la ópera verdiana. Amó la cultura en todas sus expresiones y la filantropía. Por eso constituyó la Fundación LLYC presidiéndola hasta 2022 sin dejar nunca de colaborar con la Asociación Española de lucha contra el Cáncer, enfermedad que tan precozmente se lo ha llevado.

Irse no es olvidarse. Todas sus experiencias las agavilló en el libro El octavo sentido que subtituló “La comunicación, factor clave de la sociedad del siglo XXI” (Editorial Edaf. 2015). En poco más de 200 páginas, JALL refiere sus experiencias, pero, sobre todo, abre los horizontes a los que siempre aspiró. Escribió: “mi experiencia profesional y personal me lleva a la convicción de que los hombres y mujeres de nuestro tiempo han adquirido un sentido nuevo y añadido a los tradicionales de los seres humanos. Lo denomino, quizá con cierta discrecionalidad, el octavo sentido y va más allá de los físicos […], más allá del que ha dado en denominarse el sexto -que sería el sentido intuitivo- y también más allá del séptimo que consistiría en la capacidad extrasensorial humana. Este octavo sentido se remitiría a la irrefrenable necesidad de las personas de comunicarse con la finalidad de ser entendidas por los demás y crearse así una entidad propia en el colectivo en el que se desenvuelven”.

José Antonio Llorente deja un recuerdo imborrable que será el aliciente para mantener como santo y seña de la LLYC la innovación, el trabajo bien hecho y la profesionalidad. Todas estas connotaciones fueron los equipajes de JALL hasta que precozmente le arrebató la enfermedad en la que su mujer, Irene, y su hija, Mara, le acompañaron con la familia y los amigos. “Cuánto me gusta que me tengan cariño, que me quieran”. Esas fueron las últimas palabras que escuché de un hombre que siempre fue agradecido con la vida que le tocó. Una vida brillante y exitosa. Descanse en paz.

Solo con 63 años recién cumplidos (Madrid, 1 de diciembre de 1960), a punto de doblar el año, se despidió de todos los que fuimos sus amigos y compañeros José Antonio Llorente. Fue siempre JALL, un acrónimo eufónico que, como experto en comunicación, le singularizaba profesionalmente más allá de su apellido. De su mano, en el ya lejano 2008, conocí, como tantos otros, ‘el otro lado’ de la comunicación y de la estrategia, ese espacio de trabajo profesional que los periodistas no exploramos en las redacciones. Él también lo era porque se licenció en Ciencias de la Información en la Universidad Complutense de Madrid (fue reconocido como alumno ilustre de este centro) y luego completó su sólido equipamiento técnico e intelectual especializándose en asuntos públicos en The Henly College de Oxford (Reino Unido) y en la Universidad de Indiana en Pensilvania (Estados Unidos).

Llorente & Cuenca