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La serie que debes ver | 'El vecino', de Quim Gutiérrez, disponible en 'Netflix'
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RECOMENDACIÓN CINEMATOGRÁFICA

La serie que debes ver | 'El vecino', de Quim Gutiérrez, disponible en 'Netflix'

En España, que somos más de 'Superlópez' que de 'Superman', quedaba pendiente remozar el concepto de superhéroe castizo. Y de la unión creativa ha nacido 'El vecino'

Foto: Imagen: Rocío Márquez.
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En la serie británica 'No Heroics' (2008), un grupo de superhéroes con poderes de mierda -prever el futuro unos segundos antes de que ocurra, calentar cosas con las manos, hablar con las máquinas- se reúnen en un pub con otros superhéroes con poderes de verdad para compadecerse de la mala suerte de haber recibido un don mediocre y que, por ello, compañeros y ciudadanos de a pie se mofen de ellos.

En España, que somos más de 'Superlópez' que de 'Superman', quedaba pendiente remozar el concepto de superhéroe castizo, "medianía", que diría Luisa Lanas, una misión aceptada por los guionistas Miguel Esteban ('El fin de la comedia', 'Nasdrovia') y Raúl Navarro ('El fin de la comedia', también, y 'La reina del pueblo', que se estrena justo este fin de semana en Flooxer). Y de esa unión creativa ha nacido 'El vecino', el superhéroe más cutre que podía dar España, el vengador perezoso, el vigilante despistado. Y las dos temporadas de esta serie protagonizada por Quim Gutiérrez y Clara Lago están disponibles en Netflix.

Gutiérrez -que ya ha demostrado su vis cómica del que hace gracia como quien no quiere la cosa- es Javier, el camarero absentista de un bar de barrio, el típico compañero de piso que acumula los platos en el fregadero, el novio de Lola (Clara Lago), aspirante a periodista de raza que no pasa de hacer temas de, pongamos, peluquería canina. Una noche, mientras ambos duermen al aire libre después de pasar una velada romántica a tercios de cerveza El Águila en Cuenca, una especie de meteorito cae junto a ellos y Javier se despierta para recibir un mandato de parte del holograma de Jorge Sanz: convertirse en guardián del Universo. El protagonista se da cuenta de que a través de a unas pastillas y un traje de superhéroe es capaz de volar, de ejercer la ultrafuerza y de recomponer sus huesos rotos. El problema: que quizás Javier no es el candidato más adecuado para defender al mundo de sus enemigos.

Probablemente, 'El vecino' es la serie que mejor ha retratado el cutrerío y la precariedad del Madrid del gotelé. Los pisos que aparecen son los pisos que la mayoría de los mortales conocemos de toda la vida: habitaciones pequeñas con puertas de madera oscura y vidrio esmerilado y ventanas de aluminio y cristal de cuadraditos. Pisos que guardan vajillas de Duralex y azulejado florido en la cocina y los baños. La dirección de arte, de tan naturalista resulta deprimente, porque hasta el piso más cochambroso de los que aparecen en el cine y la televisión son un lujo según parámetros de El Zulista, que es el nivel asequible para la juventud media de alquiler en Madrid.

Es, precisamente, esa pátina Duralex la que recubre toda la producción de 'El vecino' y la que la hace extrañamente atractiva, quizás por honesta -o naíf-. Hay que dar un par de capítulos para entrar en el código, que está a caballo entre 'Aída' y 'Flash'. Los personajes que pululan por el edificio de 'El vecino' son jóvenes de futuro precario e ideales más o menos comprometidos, que utilizan el chanchullo y la picaresca para remodelar un mundo que les es hostil. Entre ellos, José Ramón (un descubrimiento, Adrián Pino), un opositor que llega a Madrid con la idea de sacarse la plaza de notario, pero que tiene la mala suerte de cruzarse con el vago redomado de Javier. O Julia (Catalina Sopelana), una idealista que trabaja como dependienta de un bazar chino y cuya cruzada se dirige a hacer desaparecer los salones de juego que proliferan en el barrio.

Una vez superado el desconcierto de la propuesta tonal y estética de 'El vecino' -que, además, cuenta con la dirección de Víctor García León, Nacho Vigalondo y Ernesto Sevilla, entre otros-, aparece una serie entrañable y muy divertida, con 'punches' de diálogo y giros de guion bastante originales. Es, en realidad, una tira cómica filmada que maneja el humor, la sátira y la crítica política con ingenio y cuyos capítulos cortos, como pildoritas, piden un maratón para entregarse de una sola sentada.

En la serie británica 'No Heroics' (2008), un grupo de superhéroes con poderes de mierda -prever el futuro unos segundos antes de que ocurra, calentar cosas con las manos, hablar con las máquinas- se reúnen en un pub con otros superhéroes con poderes de verdad para compadecerse de la mala suerte de haber recibido un don mediocre y que, por ello, compañeros y ciudadanos de a pie se mofen de ellos.

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