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El proyecto espacial más raro de la Guerra Fría: un anillo para controlarlos a todos
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El proyecto espacial más raro de la Guerra Fría: un anillo para controlarlos a todos

La única manera de evitar la influencia de las tormentas solares era construir un anillo de cobre alrededor de la Tierra que protegiese las ondas de radio americanas del astro rey

Foto: Imagen: Irene de Pablo.
Imagen: Irene de Pablo.
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Si usted piensa que las playas están llenas de basura, debería ver el espacio. En su incursión del pasado año, la Oficina del Programa de la NASA de Basura Orbital calculó que hay unos 36 hatajos con millones de agujas de 1,78 centímetros de longitud dando vueltas a nuestro planeta. Tal vez un grano de arena en el mar de los casi 20.000 fragmentos de basura espacial que nos rodean, pero, aun así, un extraño objeto que la mayoría no sabría identificar. Pero ¿qué son exactamente esas extrañas agujas?

Hay que remontarse a finales de los años cincuenta para descubrirlo. Pura Guerra Fría, es decir, pura paranoia. En este caso, temor a que los soviéticos atacasen las comunicaciones de Estados Unidos. Por aquel entonces, las comunicaciones de largo alcance se realizaban o bien a través de cables submarinos o a través de radio. Los primeros estaban sujetos a hipotéticos sabotajes marinos por parte de la URSS y los segundos eran vulnerables a las tormentas solares. EEUU podía quedarse ciego y mudo.

Foto: Ilustración: Learte

La solución era tan lógica como bizarra: la única manera de evitar la maligna influencia de las tormentas solares era construir un anillo de cobre alrededor de la Tierra que protegiese las ondas de radio americanas de inesperados ataques del astro rey, como propuso Walter E. Morrow, uno de los jóvenes 'mavericks' del MIT durante los años cincuenta. ¿Qué implicaría ese proyecto? Lanzar a la atmósfera alrededor de 500 millones de pequeñas agujas que funcionasen como dipolos, es decir, pequeñas antenas que amplificasen la señal sin depender de la ionosfera.

Dicho y hecho. El proyecto West Ford se puso en marcha para lanzar una cantidad ingente de pequeñas agujas a una altura que rondaba los 3.500 kilómetros. Antes de la conquista de la Luna, la carrera aeroespacial fue, ante todo, una carrera por el Gran Cielo, esa teoría que recuerda que las posibilidades de que dos objetos choquen en el amplísimo espacio son muy reducidas. Es otra forma de decir que, total, el cielo es tan grande que cabe toda clase de basura.

El primer lanzamiento se produjo el 21 de octubre de 1961 y fracasó: el haz nunca se separó. Mientras tanto, 'Pravda' hizo leña del árbol caído (o del anillo truncado) y acusó a Estados Unidos de estar llenando el espacio de basura. Tampoco les hizo mucha gracia a los científicos ingleses, que protestaron ante la apropiación americana del firmamento. Algo mejor salió el segundo lanzamiento, que tuvo lugar el 9 de mayo de 1963, y cuyas agujas sí se dispersaron. Aunque la señal disminuyó a medida que las pequeñas antenas se disgregaban, los científicos americanos dieron por bueno el experimento al conseguir establecer comunicación entre California y Massachusetts.

El proyecto se dejó a un lado a medida que el mundo científico tomaba conciencia de la importancia de no llenar el espacio de basura

El proyecto terminó dejándose a un lado a medida que el mundo científico tomaba conciencia de la importancia de no llenar el espacio de basura, y a pesar de que el embajador estadounidense en la ONU, Adlai Stevenson, logró convencer a la comunidad internacional de que, en tres años, la presión del Sol provocaría que las antenas cayesen a la Tierra.

No fue exactamente así. La mayoría de las agujas probablemente terminaron cayendo a la Tierra (concretamente, a los polos) en un momento u otro, pero, como explica un reportaje publicado en 'Wired', otros haces de agujas aún dan vueltas en la órbita, ya que nunca se separaron unas de otras. Un informe publicado en 2013 recordaba que aún hay millones de agujas en algún lugar del espacio (de nuestro espacio). Según la NASA, tan solo entre un 25 y un 45% de los dipolos se dispersaron. El resto (hagan el cálculo) sigue en nuestra órbita. Si en 2013 todavía había 46 haces, y hoy el número es de 36, es fácil pensar que todavía pasarán décadas hasta que las predicciones de Stevenson se cumplan y todas caigan a la superficie. Tampoco es que resultasen especialmente útiles a los americanos: la comunicación por satélite era una alternativa más sencilla y limpia que crear un anillo de cobre alrededor de la Tierra formado por millones de antenas microscópicas.

Si usted piensa que las playas están llenas de basura, debería ver el espacio. En su incursión del pasado año, la Oficina del Programa de la NASA de Basura Orbital calculó que hay unos 36 hatajos con millones de agujas de 1,78 centímetros de longitud dando vueltas a nuestro planeta. Tal vez un grano de arena en el mar de los casi 20.000 fragmentos de basura espacial que nos rodean, pero, aun así, un extraño objeto que la mayoría no sabría identificar. Pero ¿qué son exactamente esas extrañas agujas?

Basura espacial Unión Soviética (URSS) Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT)
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