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La máquina del tiempo | Cuando Hitler quiso sustituir a Franco y pudo cambiar la historia
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La máquina del tiempo | Cuando Hitler quiso sustituir a Franco y pudo cambiar la historia

En julio de 1942, el líder nazi planteó al comandante de la División Azul, Muñoz Grandes, la posibilidad de sustituir a Franco como máximo dirigente del gobierno español

Foto: Ilustración: Learte
Ilustración: Learte
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Fue un 22 de octubre de 1954, cuando el general Agustín Muñoz Grandes, a la sazón ministro del Ejército de España, tuvo la ocasión de departir en Washington con el presidente estadounidense, el también general Dwight Eisenhower. El antiguo comandante de la División Azul completaba así un viaje iniciado pocas semanas antes y en el que tuvo la ocasión de intercambiar impresiones con buena parte de la cúpula militar estadounidense, el nuevo aliado internacional de la España franquista, tras la firma un año antes de los llamados Pactos de Madrid.

El militar que había asumido la representación del régimen franquista en la capital estadounidense era, qué duda cabe, uno de los hombres más destacados del Ejército español. Héroe de la antigua guerra de Marruecos, con un papel destacado durante la Guerra Civil y cabeza visible de la intervención española de la Segunda Guerra Mundial, Muñoz Grandes también se había destacado en los primeros años del franquismo por ser uno de los actores más beligerantes de la camarilla de poder surgida de la Guerra Civil española. Era partidario de un alineamiento más estrecho con las potencias fascistas y, por ende, crítico con la política de componendas asumida por el régimen, en su intento de cooperar con la Alemania de Adolf Hitler sin enemistarse con las potencias anglosajonas, de las que, entre otras cosas, obtenía el abastecimiento de petróleo.

Foto: Imagen: Rocío Márquez.

Precisamente, en medio de aquellas difíciles maniobras diplomáticas del franquismo, poco satisfactorias para los intereses de la Alemania nazi, fue cuando Hitler llegó a ver en Muñoz Grandes una opción para reemplazar a Francisco Franco como cabeza del Gobierno español y conseguir de este una involucración más decidida en la contienda. La fuerza que comandaba el militar falangista no había aterrizado en Alemania con el mejor pie, denostada por buena parte de los cabecillas de la ofensiva germana en Rusia, pero poco a poco el arrojo y sacrificio de los hombres de la División Azul, enviados al frente de Leningrado (actual San Petersburgo) favorecería un cambio en su imagen y la de su comandante.

Así, el 13 de marzo de 1942, las autoridades alemanas anunciaron que "el Führer ha concedido al comandante de la División de voluntarios españoles, general de División Muñoz Grandes, la Cruz de Caballero de la Cruz de Hierro. Los voluntarios españoles, agrupados en una división, combaten en uno de los puntos más álgidos de nuestro frente. Los valientes combatientes españoles han rechazado a los atacantes soviéticos, causándoles grandes pérdidas. El alma de la resistencia de la División es su comandante, el general de División Muñoz Grandes. La defensa del sector, gracias al mando especialmente intrépido y resuelto del comandante, así como el valor de nuestros camaradas españoles, tuvo una importancia decisiva".

Es posible que para entonces Hitler ya rumiara la posibilidad de que aquel decidido general, que tenía a sus órdenes una de las fuerzas más poderosas del ejército español, pudiera convertirse en un actor principal de la política española, en beneficio de los intereses germanos. Una opción que ya expondría al propio general nacido en Carabanchel en una reunión celebrada el 12 de julio en el cuartel general nazi de Rastenburg, célebremente conocido como 'la Guarida del Lobo'.

"Los valientes soldados españoles rechazaron a los soviéticos, causándoles grandes pérdidas. Su alma es su comandante, Muñoz Grandes"

Aunque no se han conservado actas de la reunión y son pocas las fuentes que han hecho alusión a la misma, el profesor Xavier Moreno Juliá, uno de los académicos que más ha estudiado aquel encuentro, considera probado que giró en torno a la situación del poder en España y la posibilidad de dejar a Franco relegado a una simbólica presidencia de Estado, en tanto que Muñoz Grandes asumiría la jefatura del Gobierno y, con ello, predispondría a España para entrar en la guerra.

Había claros motivos para que Hitler considerara a Muñoz Grandes el hombre ideal para llevar a cabo aquel giro en la política española. No solo porque contara con una fuerza considerable a sus órdenes, como era la División Azul, sino también porque, como explica su biógrafo Luis Eugenio Togores, era un firme convencido, como había dejado claro en más de una ocasión, de la necesidad de que España se sumara totalmente a la guerra en cooperación con el Eje, con el objetivo de formar parte de las potencias vencedoras en la nueva Europa que habría de surgir de la guerra, lo que debería traducirse en la recuperación de Gibraltar y la obtención de nuevos territorios en Marruecos y el norte de África e, incluso, Portugal. El jerarca nazi deseaba canalizar esas pretensiones para que Muñoz Grandes dirigiera un ataque a la base británica de Gibraltar, comprometiendo las operaciones de los aliados en el norte de África.

Una respuesta afirmativa

Según se desprende de la respuesta que días después trasladó Muñoz Grandes a Rudolf Likus, miembro de la democracia paralela del nazismo, el general estaba dispuesto a seguir los planes de Hitler. "El Führer me dijo que quería darme una oportunidad, sí, un prestigio como fundamento para mi gran cometido. Por favor, digan al Führer que esa oportunidad y ese prestigio lo acepto", expresó. Habían pasado poco más de tres años de la victoria franquista en la Guerra Civil española y el poder político del caudillo parecía seriamente comprometido por las confabulaciones de su principal aliado internacional.

Sin embargo, los planes de Hitler para España pronto empezarían a diluirse, al mismo ritmo que empezaba a tambalearse su estrategia bélica. El caudillo alemán confiaba en que durante ese mismo verano pudiera completarse la toma de Leningrado por parte de las tropas nazis, con una esperada contribución destacada de la División Azul que debía servir para elevar el prestigio de Muñoz Grandes, antes de protagonizar un regreso triunfal a España que le debería conducir hasta la cima del poder ejecutivo.

La resistencia soviética frustró la hoja de ruta y Franco, advertido de las conversaciones entre Hitler y Muñoz Grandes, desactivó la amenaza

La resistencia soviética frustraría aquella hoja de ruta y Franco, advertido de las conversaciones entre Hitler y Muñoz Grandes, tendría tiempo para desactivar la amenaza, instando la retirada del general del frente soviético, para dejar el mando de la División Azul a Emilio Esteban-Infantes. Con todo, a su regreso a España, a inicios de 1943, Muñoz Grandes aún disfrutaría del reconocimiento del régimen franquista, plasmado en su ascenso al grado de teniente general y su nombramiento como jefe de la Casa Militar de Franco. Dignidades que, no obstante, le dejaban sin mando sobre cualquier tropa, limitando mucho sus opciones de desbancar al general ferrolano.

A Muñoz Grandes le quedaría aún por desarrollar una larga carrera por delante, que le llevaría incluso a departir una década después con el presidente estadounidense. Pero sería como uno de los más cercanos colaboradores del régimen de un Franco al que un día llegó a pensar en reemplazar con el patrocinio de Hitler.

Fue un 22 de octubre de 1954, cuando el general Agustín Muñoz Grandes, a la sazón ministro del Ejército de España, tuvo la ocasión de departir en Washington con el presidente estadounidense, el también general Dwight Eisenhower. El antiguo comandante de la División Azul completaba así un viaje iniciado pocas semanas antes y en el que tuvo la ocasión de intercambiar impresiones con buena parte de la cúpula militar estadounidense, el nuevo aliado internacional de la España franquista, tras la firma un año antes de los llamados Pactos de Madrid.

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