Es noticia
Qué debes leer | Cae el último mito: no, el humano no está programado para trabajar
  1. Área privada EC Exclusivo
LECTURA RECOMENDADA

Qué debes leer | Cae el último mito: no, el humano no está programado para trabajar

Un excepcional ensayo sobre la historia del trabajo del antropólogo James Suzman desafía las ideas preconcebidas al respecto

Foto: No, el humano no está programado para trabajar. (Foto: Laura Martín)
No, el humano no está programado para trabajar. (Foto: Laura Martín)
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

"Me matan si no trabajo y si trabajo, me matan", cantaba Daniel Viglietti mostrando con descarnada expresividad la tenaza vital en la que todos parecemos estar atrapados desde el principio de los tiempos. Trabajar cansa, pero no trabajar parece aún peor porque la labor no solo nos permite comer todos los días, sino también sentirnos útiles, forjar una identidad, dar sentido en gran parte a nuestras vidas. Y si por un lado curramos hoy las mismas horas, o más, que nuestros abuelos, por otro vivimos aterrorizados por la pesadilla en ciernes de un mundo automatizado en el que seremos prescindibles. Pero… ¿y si todas nuestras cuitas a cuenta del trabajo obedecieran a un dramático equívoco histórico?

Es lo que defiende el antropólogo de origen sudafricano James Suzman en su libro 'Trabajo: una historia de cómo empleamos el tiempo' (Debate), un ensayo histórico soberbio que derrumba mitos, abate gigantes y propone una vía alternativa posible a un futuro que no es obligatorio. Suzman es probablemente el más importante estudioso de los pueblos joisanes del sur de África y fue conviviendo con ellos cuando tuvo la iluminación que le voló la cabeza.

Foto: Iglesias desata la batalla por la Puerta del Sol. (Imagen: Learte)

"Muchas veces", escribe Suzman, "a los joisanes les parecía bien tomarse el día libre de manera espontánea y no ir a cazar o recolectar simplemente porque no tenían ganas. Incluso si tenían hambre, sabían que dejar de buscar comida por un día no tendría consecuencias serias. En cambio, para los agricultores tomarse un día libre porque necesitan descansa rara vez es una opción".

Tal vez no sea una completa novedad historiográfica la idea de que fue el invento de la agricultura el que nos expulsó de ese edén paleolítico en el que los cazadores recolectores vivían perezosos y opíparos sin ganarse el pan con el sudor de su frente, pero sí resulta innovador y fascinante cómo este libro explica todo esto al detalle arrasando ideas preconcebidas, deduciendo conclusiones tan razonables como sorprendentes y planteando un modo de vida alternativo y 100% libre de utopías que nos permita conjurar nuestros miedos y ansiedades en torno al trabajo.

placeholder Pinche en la imagen para tener más información del libro
Pinche en la imagen para tener más información del libro

Concluye Suzman: "Ahora sabemos que los joisanes y otros cazadores recolectores del Kalahari descienden de un único grupo de población que ha vivido de manera continua en el sur de Africa desde que el Homo Sapiens apareció por primera vez hace posiblemente unos 300.000 años. También tenemos motivos para pensar que, económicamente, se organizaban de una forma parecida a como vivían los joisanes en la década de 1960. Si la medida última de la sostenibilidad es la permanencia en el tiempo, entonces cazar y recolectar son, con diferencia, el modelo económico más sostenible desarrollado en la historia de la humanidad, y los joisanes son su máximo exponente. Por supuesto, ahora para nosotros la caza y la recolección no son una opción, pero estas sociedades nos dan algunas pistas de cómo podría ser una sociedad que ya no estuviera regida por el problema económico".

"Me matan si no trabajo y si trabajo, me matan", cantaba Daniel Viglietti mostrando con descarnada expresividad la tenaza vital en la que todos parecemos estar atrapados desde el principio de los tiempos. Trabajar cansa, pero no trabajar parece aún peor porque la labor no solo nos permite comer todos los días, sino también sentirnos útiles, forjar una identidad, dar sentido en gran parte a nuestras vidas. Y si por un lado curramos hoy las mismas horas, o más, que nuestros abuelos, por otro vivimos aterrorizados por la pesadilla en ciernes de un mundo automatizado en el que seremos prescindibles. Pero… ¿y si todas nuestras cuitas a cuenta del trabajo obedecieran a un dramático equívoco histórico?

El redactor recomienda