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SU SÓTANO FUE escondite de refugiados

El adiós de la cafetería Embassy, el 'nido de espías' del paseo de la Castellana

El emblemático salón de té que ha reunido desde el año 1931 a clientela ilustre de todas las épocas cierra sus puertas, dejando historias de guerra y una tarta de limón para el recuerdo

Embassy de Castellana. (Foto: Carmen Castellón)

Después de 86 años ofreciendo repostería para exquisitos paladares, la empresa Embassy prescinde de su sede más antigua por “la crisis económica que atraviesa el sector”, según apuntan desde la compañía, dejando atrás una apasionante historia y unos productos típicos para el recuerdo.

El cierre, del que no se conoce cuándo tendrá lugar, ha pillado por sorpresa a los empleados, que no quieren hacer comentarios a la prensa, pero que reconocen el ambiente de incertidumbre por su futuro con el que están trabajando esta semana.

Centro de reunión en la II Guerra Mundial

Este salón de té, reconvertido en restaurante y tienda, fue fundado en 1931 por Margaret Kearney Taylor, una irlandesa divorciada de un comerciante de maderas que llegó a la capital para trabajar en General Motors y una vez aquí tuvo una relación sentimental con un marqués. Acostumbrada a viajar por todo el mundo, echaba de menos en Madrid un lugar donde las mujeres de la burguesía pudieran reunirse para charlar —aunque el local acabó acogiendo a todo tipo de clientela—. Por eso, convenció al suegro del actual propietario para abrir el sitio, argumentando que “no había ningún establecimiento adecuado ni con la debida elegancia en toda la ciudad que sirviera auténtico té británico”, según recoge el libro 'Nazis en Madrid', de Peter Besas.

Así, fundó Embassy en pleno corazón de la Castellana, enclave que eligió por la semejanza que tenía entonces esta avenida con los Campos Elíseos de París. Este lugar lo colocaba además en un sitio estratégicamente clave, entre las embajadas alemana y británica, que da razón de su nombre.

"Durante la Guerra Civil y después en la II Guerra Mundial, había en Embassy tanta actividad de ese tipo que llamaban del Ministerio del Interior un día sí y otro no para cerrarlo temporalmente. Los espías alemanes tenían sentados a la mesa de al lado a los británicos, y todos conspiraban mientras se miraban de reojo. Entre eso y los racionamientos, que había que recurrir al estraperlo para comprar azúcar o mantequilla, la cosa se puso muy complicada", relataba hace unos meses a la revista 'Vanity Fair' Adriana Rivera, encargada de comunicación de la empresa e hija de la actual dueña, con motivo del 85º aniversario del local.

Por eso, fue catalogado entonces por las autoridades españolas como nido de espías, además de por acoger en sus sótanos a miles de refugiados —se calcula que en torno a unos 30.000—, que cruzaban los Pirineos huyendo de la crueldad de la guerra y se escondían en la capital hasta que se les otorgaba un destino.

También la terraza del local vio pasar historia por sus mesas. Concretamente, las manifestaciones que tuvieron lugar un día después del inicio de la Guerra Civil, dejando a los comensales extranjeros atónitos, que corrieron a resguardarse de los gritos y disparos.

Tarta de limón y estilo inglés

Bajo el lema 'Tradición española con tintes internacionales', llevan casi un siglo ofreciendo productos marca de la casa, como los sándwiches artesanales, la tarta de limón —para muchos, la mejor de Madrid— o la Infantina, una réplica de la tarta de bodas que elaboraron para la boda de la infanta Elena. Además, fue pionero en España en ofrecer cócteles en una barra de estilo americano, haciendo famoso su cóctel de champán.

Son famosos la tarta de limón, los 'scones', el cóctel de champán y el postre que hicieron para la boda de la infanta Elena

“Lo mejor que tenían era la calidad de los productos, una comida sencilla pero muy buena y difícil de encontrar en la España de la posguerra”, explica Asunción Ferriz, una clienta habitual que llegó del protectorado francés de Marruecos en los años setenta. Entonces, era difícil encontrar en la capital sitios como Embassy. Solo el Palace o el Ritz ofrecían un servicio similar, aunque sin el estilo de salón inglés que atraía a los clientes de todos los países al establecimiento.

La misma dueña, que hablaba con los ilustres clientes en inglés, francés y español y era una excelente cocinera, vivía en el tercer piso del local, y a menudo hacía fiestas donde invitaba a lo más ilustre de la capital, como a sus amigos los Romanoff o la reina Federica de Grecia. Hasta los años noventa, estuvo regentando el local, aunque lo vendió con anterioridad, conservando parte de la empresa.

En todo este tiempo, el local ha ido cambiando y ahora dispone además de una tienda de productos 'gourmet' con el clásico mostrador de quesos y embutidos y un restaurante donde pueden degustarse desde tartar a risotos o solomillo al foie. También son clásicos los ‘scones’, un tipo de panecillo inglés.

Cambio del modelo de negocio

Hoy, sin embargo, el ambiente es más tranquilo que en otras épocas y solo algunos curiosos y periodistas se acercan al local. Los camareros no saben cuántos de ellos serán despedidos ni la empresa ha querido mencionarlo, más allá de señalar que están “buscando cambios en el modelo de negocio que actualmente desarrolla”.

Desmienten además el cierre de la compañía, por lo que las otras sedes que tienen en Aravaca, Moraleja y la calle Potosí seguirán abiertas al público, aunque sin duda con menos historia que la que se esconde tras los escaparates de la Castellana.

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