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Orina de monja para tratar la infertilidad: la historia de Bruno Lunenfeld y el medicamento Pergonal
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La "gonadotropina menopáusica humana"

Orina de monja para tratar la infertilidad: la historia de Bruno Lunenfeld y el medicamento Pergonal

A finales de los años 50, hubo un científico judío que sobrevivió al Holocausto y asumió la misión de acabar con la infertilidad femenina. Necesitaba mujeres posmenopáusicas que nunca habían concebido

Foto: Imagen: iStock.
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Exactamente 30.000 litros de orina de 100 monjas vaticanas en un solo año. Esta fue la primera muestra que más tarde daría pie a la creación de Pergonal, el medicamento antecedente del Menopur prescrito en los procesos de fecundación in vitro (FIV) para tratar la infertilidad hoy en día. La historia a veces es caprichosa, y nadie diría que tan numeroso grupo de monjas de clausura de la orden vaticana daría pie a la creación del medicamento más eficaz para fomentar la producción de óvulos en los ovarios de mujeres infértiles durante la década de 1960, cuando empezó a usarse como tratamiento principal en la FIV.

"Se necesita aproximadamente el suministro de orina de diez mujeres durante todo un día para producir una sola dosis terapéutica". Así explicaba el propio creador del Pergonal, Bruno Lunenfeld, en 2012 para una entrevista recogida en un reciente y completísimo reportaje de Vanity Fair en el que repasan la curiosa historia de este personaje y su importante hallazgo médico. Ciencia y creencia fielmente unidas para dar con una solución a la infertilidad: el Pergonal fue uno de los mayores hitos de la medicina en el siglo XXI que necesitó la estrecha y paradójica colaboración de mujeres que nunca habían tenido ni tendrían hijos jamás.

El nombre del medicamento nos da las pistas de por qué la orina de las monjas resultaba tan efectiva: en el año 1953, Lunenfeld y otros dos colegas suyos con los que formó un grupo de investigación, llamado el G Club, empezaron a experimentar con las gonadotropinas de mujeres posmenopáusicas, una familia de hormonas peptídicas que regulan el funcionamiento ovárico y testicular. Pergonal, en italiano significa "de las gónadas". El nombre del medicamento fue puesto por el científico Piero Donini, un estudiante de medicina que trabajaba a finales de la década de los 40 en una compañía farmacéutica italiana y que resultó ser un maestro para Lunenfeld y algo más, al ser amigo íntimo de Giulio Pacelli, el sobrino del mismísimo Papa de aquel momento, Eugenio Pacelli (más conocido como el Papa Pío XII).

"En cuanto a la fertilización artificial, no solo hay que ser extremadamente cautos, sino que debe rechazarse absolutamente", aseguró el Papa

Donini fue quien descubrió por primera vez que las gonadotropinas presentes en la orina de las mujeres posmenopáusicas era la más eficaz a la hora de estimular la producción de óvulos, ya que cuando los ovarios dejan de producir estas células reproductivas, la hormona se dispara de forma natural. Lunenfeld conoció de primera mano la trayectoria académica y experimental de Donini, y junto con otros dos colegas llamados Hubert de Watteville y Rudi Borth, empezaron a trabajar para la firma farmacéutica suiza CIBA para diseñar un medicamento oral que aliviase los síntomas de la menopausia. Al tener éxito las pruebas con roedores, empezaron a realizar estudios biológicos y bioquímicos para garantizar que el tratamiento basado en las gonadotropinas era seguro.

La invención del Pergonal

En el verano de 1953, el científico desarrolló un método de purificación de la orina para dar con el principio activo que fomentase la producción ovárica de óvulos en mujeres con problemas de fertilidad. Un procedimiento que el propio Lunenfeld describió como "relativamente simple" y que incluía la mezcla de orina menopáusica con arcilla de caolín para luego dejarla reposar a temperatura ambiente y centrifugarla. En este sentido, lo difícil era dar con una cantidad suficiente de orina sin tratar para producir un volumen considerable del principio activo (conocido por las siglas hMG relativas a "gonadotropina menopáusica humana") que pudiera empezar a probarse en humanos.

Lunenfeld se ofreció como primer sujeto de prueba. Después de la primera inyección, tuvo fiebre alta

Lunenfeld no era católico. De hecho, era judío practicante; nacido en el seno de una familia acomodada en Viena que fue perseguida durante la Segunda Guerra Mundial, consiguió exiliarse en Inglaterra y reencontrarse con sus padres años después en Palestina. Tras el nazismo, estudió medicina en la Universidad de Ginebra, especializándose en endocrinología. Y, de no haber conocido a Donini y haber entablado amistad con él (le ayudó a salir de Israel para trabajar en Roma), nunca habría dado con el sobrino del Papa, Giuilio Pacelli, que era a su vez el presidente de una importante empresa que tenía lazos con el Vaticano, el Istituto Farmacológico Serono.

Todo se confabuló para que el Vaticano diera luz verde a la intención de Lunenfeld de recolectar orina de mujeres posmenopáusicas que nunca habían tenido hijos. El Segundo Congreso Mundial sobre Fertilidad y Esterilidad, celebrado el 18 de mayo de 1956 en Nápoles, reunió a distintas personalidades del mundo de la reproducción asistida. El Papa Pío XII pronunció un discurso. "Es totalmente cierto que vuestra intención de realizar investigaciones sobre infertilidad conyugal y los medios para superarla comporta serios problemas éticos y espirituales a tener en cuenta", aseguró Eugenio Pacelli. "En cuanto a la fertilización artificial, no solo hay que ser extremadamente cautos, sino que debe excluirse de forma absoluta".

placeholder El Papa Pío XII durante la coronación canónica de la Salus Populi Romani, en noviembre de 1954. (Wikimedia Commons)
El Papa Pío XII durante la coronación canónica de la Salus Populi Romani, en noviembre de 1954. (Wikimedia Commons)

Tal y como cuenta Keziah Weir, el periodista de Vanity Fair que ha recuperado estas últimas declaraciones y todos los detalles de esta curiosa historia, Lenenfeld se organizó con sus dos amigos, Donini y Pacelli, para instalar un tipo de orinal especial en los conventos vaticanos. Optaron por un recipiente con forma de lágrima, parecido a un pequeño cubo de basura que estaba forrado con una bolsa de plástico. "A lo largo de 1958, las monjas ancianas se agacharon sobre estos contenedores y orinaron", relata Weir. Luego, "los empleados del Istituto Farmacológico Serono recogían las bolsas de orina y se las llevaban a un laboratorio de Roma para envasarlas y luego procesarlas". A los pocos meses, el Istituto había recogido tal cantidad de orina que Lunenfeld tuvo suficiente para desarrollar el Pergonal.

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Lunenfeld se ofreció como sujeto de prueba y se administró el fármaco experimental a sí mismo, argumentando que para nada causaría un perjuicio en su vida al haber tenido ya un hijo y no querer más. "Después de la primera inyección, tuvo fiebre alta, efecto de la acumulación de proteínas en la solución farmacológica", confirma Weir. A medida que fueron perfeccionando la fórmula, los sujetos de prueba se ampliaron y el medicamento estaba listo para estandarizarse.

Sin embargo, su creador nunca quiso hacerse rico con la patente. Lo único que buscaba prácticamente era hallar una manera de aumentar la natalidad en el mundo después de haber presenciado los horrores de la Segunda Guerra Mundial. Así lo subrayó a viva voz en la propia entrevista concedida a Weir a sus 97 años de edad. "Eso fue justo después de la guerra y mucha gente murió. Entonces pensé que lo mejor pasaba por abordar el problema de la infertilidad en las mujeres y ayudar a aquellas que eran estériles a tener bebés".

Exactamente 30.000 litros de orina de 100 monjas vaticanas en un solo año. Esta fue la primera muestra que más tarde daría pie a la creación de Pergonal, el medicamento antecedente del Menopur prescrito en los procesos de fecundación in vitro (FIV) para tratar la infertilidad hoy en día. La historia a veces es caprichosa, y nadie diría que tan numeroso grupo de monjas de clausura de la orden vaticana daría pie a la creación del medicamento más eficaz para fomentar la producción de óvulos en los ovarios de mujeres infértiles durante la década de 1960, cuando empezó a usarse como tratamiento principal en la FIV.

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