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El hombre que se levantó un día y descubrió un planeta sin querer: la historia de William Herschel
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Y ACUÑÓ LA PALABRA "ASTEROIDE"

El hombre que se levantó un día y descubrió un planeta sin querer: la historia de William Herschel

En 1871, había una persona en Inglaterra que construyó con sus propias manos un telescopio mucho más potente que el del Observatorio Real

Foto: Foto: iStock.
Foto: iStock.

No todos los días sucede que uno, de pronto, descubre una estrella en el firmamento. Esto es lo que le ocurrió al alemán William Herschel la medianoche del 13 de marzo de 1871 cuando, de forma casi azarosa, descubrió que había un objeto que despedía un brillo inusual a través de la lente del telescopio que había construido con sus propias manos. Podría ser un cometa, pensó. La curiosidad le había desvelado, y preso de su innato entusiasmo, estudió su forma y movimiento en el cielo, sospechando de que en realidad podía tratarse de un nuevo planeta alojado en el Sistema Solar.

Y efectivamente, años después de su muerte, los avances astronómicos le dieron la razón: se trataba de Urano, el séptimo planeta del Sistema Solar, localizado entre Saturno y Neptuno. En aquel momento, Herschel estaba convencido de que eso no era un cometa como otro cualquiera, ni tampoco un asteroide (fue quien precisamente acuñó este término). Tanto es así que quiso bautizarle con el nombre de Georgium Sidus o "estrella georgiana", en honor al que era su patrón, el rey Jorge III.

"La historia del descubrimiento de Urano está llena de personas que no se dan cuenta de que lo tenían delante de él", afirma la NASA, en su web SpacePlace. "Es posible que personas ya lo vieran en el año 128 a. C. pero que pensaran que se trataba de una estrella en vez de un planeta del Sistema Solar". Personas como John Flamsteed, apodado como el "primer astrónomo real de Inglaterra", lo contemplaron hace casi un siglo, como cuenta un artículo publicado en la web del Museo Real de Greenwich.

Herschel diseñó un telescopio mucho más potente que el que usaba por aquel entonces Nevil Maskelyne, el último astrónomo real

En 1965, el rey Carlos II nombró a John Flamsteed como primer titular en el puesto de Astrónomo Real en el nuevo Observatorio Real construido en la colina de Greenwich por Chrisopther Wren. Su tarea consistía en trazar mapas precisos de los cielos para evitar muertes por naufragios causados por 'el problema de la Longitud', debido a la dificultad de medir grandes distancias en el horizonte a la hora de navegar. Flamsteed, de forma casual, descubre un objeto débil en la cúspide de la vista humana en la constelación de Tauro, al que llamó 34 Tauri.

Foto: El Titanic cerca de Southampton (Wikimedia)

Varios siglos después, William Herschel diseña un telescopio con sus propias manos mucho más potente que el que usaba por aquel entonces Nevil Maskelyne, el último astrónomo real del Observatorio. A pesar de ganarse la vida como músico y compositor, también destacaba por ser un apasionado de la observación celeste y un excepcional artesano de potentes lentes. Entonces, pone sus ojos en ese punto en el cielo en el que se había fijado Flamsteed, que había salido de la constelación de Tauro para ocupar la de Géminis en 1781.

¿Inventor de la palabra "asteroide"?

Como decíamos, Herschel también fue quien acuñó por primera vez el término "asteroide", pero en realidad esto se lo apropió de otro compañero astrónomo. Según cuenta un artículo de la revista Space, fue un filólogo inglés llamado Stephen Watson a quien se le ocurrió inicialmente y se la ofreció a Herschel para que la popularizara entre sus círculos de aficionados a la astronomía.

Watson le ofreció muchas alternativas, pero se quedó con "asteroide", que derivaba del griego y significaba "parecido a una estrella"

Herschel quería encontrar un nombre para designar a rocas espaciales mucho más pequeñas que los planetas que viajaban por todo el Sistema Solar de forma libre e independiente. Watson le ofreció muchas alternativas que usaban el lexema morfológico de "planet", para finalmente recurrir a la palabra "asteroide", que derivaba del griego y significaba "parecido a una estrella". Según narra la revista, a Herschel le convenció porque estas rocas espaciales son vistas a través de telescopios como pequeños puntos de luz que cruzan la bóveda celeste de vez en cuando. Entonces, debió de pensar que tenía más cosas en común con una estrella que con un planeta fijo en el cielo (de ahí también que posiblemente llamemos a las estrellas fugaces de esta forma, y no "planetas" o "rocas fugaces").

No solo fue el responsable de considerar a 34 Tauri como un planeta más o crear el término "asteroide", sino que también pasó a la historia por ser un experto diseñador de telescopios. De hecho, en el Observatorio de Madrid hay una reconstrucción de un gran telescopio creado por él. El planeta podía haber llevado su nombre, pero finalmente decidieron bautizarle como Urano para así emparentarle con el resto de sus vecinos en cuanto a nombres de dioses romanos se refiere.

No todos los días sucede que uno, de pronto, descubre una estrella en el firmamento. Esto es lo que le ocurrió al alemán William Herschel la medianoche del 13 de marzo de 1871 cuando, de forma casi azarosa, descubrió que había un objeto que despedía un brillo inusual a través de la lente del telescopio que había construido con sus propias manos. Podría ser un cometa, pensó. La curiosidad le había desvelado, y preso de su innato entusiasmo, estudió su forma y movimiento en el cielo, sospechando de que en realidad podía tratarse de un nuevo planeta alojado en el Sistema Solar.

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