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La Gran Renuncia Masculina o por qué los hombres dejaron de llevar faldas y pelucas
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UN DISTINTIVO DE CLASE

La Gran Renuncia Masculina o por qué los hombres dejaron de llevar faldas y pelucas

De repente, los hombres abandonaron los vestidos coloridos y las prendas de vestir que ahora asociamos a lo femenino. Repasamos la historia de este giro en la vestimenta y cómo ha perdurado hasta nuestros días

Foto: Luis Francisco de la Cerda, ilustrado por el artista Jacob Ferdinand Voet, ejemplo máximo de la moda masculina antes del siglo XVIII.
Luis Francisco de la Cerda, ilustrado por el artista Jacob Ferdinand Voet, ejemplo máximo de la moda masculina antes del siglo XVIII.

Nada es fruto de la casualidad cuando se trata de analizar las tendencias sociales. Que la elegancia masculina en nuestros días quede resumida en una camisa con una americana y una corbata o pajarita, y no en coloridos vestidos, obedece a una serie de cambios sociales que se han perpetuado hasta nuestros días y que, en este caso, se remontan a finales del siglo XVIII. En aquella época, llevar faldas, tacones y pelucas, atributos estilísticos asociados a las mujeres en nuestra época, era un símbolo de estatus social para los hombres. Con ello se pretendía transmitir poder económico y cultural. Pero todo cambió con la Revolución Francesa, que trajo de la mano este cambio en la moda masculina a partir del fenómeno conocido como la Gran Renuncia Masculina.

"Una de las mejores formas de transmitir estatus es a través de la impracticabilidad. Las clases altas no están trabajando en el campo y no tienen que trabajar mucho". Con estas dos frases resumía Elizabeth Semmelhack, del Museo Bata Shoe en Toronto, la moda masculina que se introdujo a comienzos del siglo XVII. En un artículo de la BBC dedicado a explicar por qué los hombres de poder dejaron de llevar tacones, explicaba el curioso giro en la moda que, a su vez, llevó a las mujeres a asumir el tacón como parte de su atuendo. "En la década de 1630, las mujeres se cortaban el pelo y añadían charreteras a sus trajes, fumaban en pipa y usaban sombreros masculinos. Es por eso por lo que las mujeres adoptaron los tacones: se esforzaban por masculinizar sus atuendos".

Todo cambió con la Revolución Francesa. Términos como sans-coulottes que comenzaron a usarse para designar a las clases bajas revolucionarias no fueron fruto de la casualidad. Por primera vez en la historia, la vestimenta se convirtió en un código con significación social y política. Las chaquetas sueltas y los pantalones de paño a rayas designaban esa clase social formada por campesinos, tenderos y artesanos que se oponía a la monarquía francesa del siglo XVIII.

Mejor bien formado que bien vestido

Es así como empezó a fraguarse una especie de repulsión social contra la alta costura, asociada a la realeza y la aristocracia. Los colores brillantes fueron eliminados de sus atuendos y en su lugar se adoptó un estilo de vestir funcional y apagado, que de algún modo se asociaba con la vida condenada al trabajo manual. Todo este sentir vino emanado de la Ilustración. Al ser un movimiento intelectual que apostaba por la racionalidad frente a la superstición y la emotividad, la moda masculina se inclinó hacia lo práctico, lo útil, y empezó a valorarse mucho más el estar bien formado y educado que pertenecer a la burguesía o a la realeza de forma hereditaria.

George Bryan Brummell, un aristócrata inglés, extendió un nuevo modo de vestir para los hombres que denotaba clase y educación

"Comienza una discusión sobre cómo los hombres, independientemente de su posición social o de su nacimiento, pueden ser ciudadanos si reciben educación", asevera Semmelhack. "Las mujeres, por el contrario, eran vistas como emocionales, sentimentales y sin educación. La deseabilidad femenina comienza a construirse en términos de moda irracional y el tacón alto, una vez separado de su función original de montar a caballo, se convierte en un ejemplo primario de vestimenta poco práctica". Es así como arranca la Gran Renuncia Masculina.

Foto: Foto: iStock.

Fue un británico llamado John Flügel quien usó por primera vez este término en su libro La psicología de las prendas, publicado en 1930, para aludir a que por primera vez en la historia "el hombre abandonó su pretensión de ser considerado bello para, en adelante, solo ser útil". Este era miembro del Partido de la Reforma de la Vestimenta de los Hombres (MDRP), que nació mucho tiempo después de la Revolución Francesa (en la Gran Bretaña de entreguerras), y que defendía una moda masculina sana e higiénica, de ahí que recuperara esta tendencia social de origen francés basada en la sobriedad en el vestir para actualizarla a la época.

El nacimiento del 'dandy'

Otra de las tendencias de moda masculina que más se popularizó a raíz de la Gran Renuncia Masculina fue el nacimiento del dandy moderno gracias a un personaje cuyo nombre alude a una famosa marca de colonias masculinas: George Bryan Brummell, un aristócrata inglés que fue amigo íntimo del príncipe Jorge IV. Él patentó y extendió un nuevo modo de vestir para los hombres que denotaba clase y educación, y que luego evolucionaría hacia el clásico traje que todos conocemos hoy en día. Inspirándose en esos valores prácticos de la Revolución Francesa, apostó por los abrigos oscuros y pantalones largos con una camisa blanca de lino bordeada por una corbata bien anudada.

Brummell también introdujo importantes cambios en las costumbres de los hombres de la época. En lugar de usar perfumes, instauró en las clases altas el hábito del baño diario para mantenerse siempre aseados. Su estilo huía de lo estrafalario y exagerado en pos de una moda sencilla que conjugaba el blanco y el negro, y gracias a su influyente posición social, las clases altas empezaron a imitar esta forma de vestir. De este modo, se abandonó para siempre el emperifollamiento típico de los siglos anteriores, abrazando la sobriedad que distingue la ropa masculina de nuestros días, el famoso traje sobrio y recatado que siempre luce en cualquier acontecimiento social importante.

Nada es fruto de la casualidad cuando se trata de analizar las tendencias sociales. Que la elegancia masculina en nuestros días quede resumida en una camisa con una americana y una corbata o pajarita, y no en coloridos vestidos, obedece a una serie de cambios sociales que se han perpetuado hasta nuestros días y que, en este caso, se remontan a finales del siglo XVIII. En aquella época, llevar faldas, tacones y pelucas, atributos estilísticos asociados a las mujeres en nuestra época, era un símbolo de estatus social para los hombres. Con ello se pretendía transmitir poder económico y cultural. Pero todo cambió con la Revolución Francesa, que trajo de la mano este cambio en la moda masculina a partir del fenómeno conocido como la Gran Renuncia Masculina.

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