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Por qué ser determinista puede hacerte más feliz y empático con la gente de tu alrededor
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CONTRA EL LIBRE ALBEDRÍO

Por qué ser determinista puede hacerte más feliz y empático con la gente de tu alrededor

Abrazar esta corriente nos permite obtener una visión más amplia de las cosas, tanto positivas como negativas, que nos suceden, descargando la presión de tomar decisiones difíciles y comprendiendo mejor a los demás

Foto: Foto: iStock.
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En una época en la que existen tantos males relacionados con la salud mental, puede ser muy útil recurrir a ciertos postulados filosóficos con los que interiorizar las cosas que te pasan de una manera crítica y reflexiva. La filosofía, en este sentido, puede funcionar como alternativa o complemento a la terapia psicológica o a la religión (que antaño centralizaba todas las dudas metafísicas) cuando estamos pasando por un momento adverso en nuestra vida y no encontramos respuestas. A fin de cuentas, hay infinidad de corrientes que podemos aplicar a nuestra experiencia. Desde los cínicos hasta los escépticos, las distintas escuelas de pensamiento nos ayudan a trazar una especie de guía ética y moral con la que dar sentido a nuestros pasos.

El determinismo, como tal, es una corriente que comprende muchas esferas (lógica, política, tecnológica, social, económica), pero en su plena esencia filosófica comprende que las decisiones humanas obedecen a una serie de leyes de causalidad, negando la posibilidad de libre albedrío o estableciendo una especie de libertad limitada en nuestras acciones. Esto no quiere decir que no tengamos voluntad a la hora de decidir, pero sí que nuestras opciones están muy limitadas al ser extremadamente predecibles si analizamos todas las variables o intentamos explicarlas a partir de una serie de causas.

Foto: Escultura de Diógenes en Versalles (Fuente: Wikimedia)

En este sentido, esto arroja bastantes argumentos para pensar en nuestra existencia como la suma de un montón de causas, accidentales o premeditadas, que tuvieron lugar y que definieron la situación en la que nos encontramos ahora. En una época, además, en la que existen tantos debates en torno al uso de inteligencia artificial, merece la pena reflexionar sobre la propia funcionalidad predictiva de muchos algoritmos, cada vez más integrados en nuestra vida cotidiana, y si esta, de algún modo, acabará sustituyendo a la acción humana, al menos en determinadas tareas que pueden ser repetitivas y funcionales, pero también creativas.

Culpa y vergüenza injustificadas

Pero llevándolo a lo más terrenal o cotidiano, el determinismo puede ser una buena forma de gestionar determinados aspectos de nuestra vida con los que no estamos a gusto. Piensa, por ejemplo, en todas las veces en las que has sentido culpa o vergüenza por un suceso que no te esperabas. "En medio de la culpa y la vergüenza, las personas a menudo se imaginan a sí mismas como agentes libres que han elegido entre una mezcla heterogénea de posibles comportamientos y cualidades personales", asegura Francis Merson, psicólogo y director del Centro de Psicología de París, en un texto muy interesante recientemente publicado en la revista Aeon, sobre el tema.

"Quienes toman el camino del determinismo adquieren un cierto desapego no solo de sus fracasos, sino también de sus virtudes"

La culpa, por un lado, es necesaria porque nos avisa de que no hemos obrado bien y entonces nos mueve a la acción para reparar el daño causado. Sin embargo, en altas dosis, es muy poco constructiva, sobre todo cuando viene a raíz de algo que hicimos coaccionados por otras fuerzas externas. Por otro lado, el sentimiento de vergüenza aparece cuando no nos sentimos a gusto con la forma de nuestras acciones, y siempre implica una mirada ajena. Abrazar el determinismo en esas situaciones en las que nos reconcomen por dentro los "y si" nos permite de forma directa eximirnos de responsabilidad en lo sucedido, lo cual sirve para interiorizar de una forma más amable y justa aquel suceso desagradable por el que nos sentimos así.

Foto: Fotograma de 'Juego de Tronos'. (HBO)

Recurrir al determinismo para quitarnos la responsabilidad de encima cuando nos pasan cosas malas puede ser una maniobra infantil para gestionar los problemas. Sin embargo, si interiorizamos que todo ocurre "por algo", en su sentido más literal, también tendremos que ser consecuentes y aplicarlo a los éxitos y triunfos, lo cual nos dará una perspectiva más útil si cabe. "Quienes toman el camino del determinismo adquieren un cierto desapego no solo de sus fracasos, sino también de sus virtudes", asegura Merson. "Cualquier cosa que consigas en la vida debe reconocerse como una confluencia de factores que escapan a tu control".

Foto: Pirrón en un mar embravecido (Fuente: Wikimedia)

"Semejante visión del mundo proporciona un poderoso freno al orgullo y la arrogancia", sostiene el psicólogo. Y también genera un sentimiento de gratitud, ya que "cualquier cosa buena que te suceda se siente como una bendición, como un regalo maravilloso que te han concedido". Esta idea también tiene su reverso negativo, como es el hecho de pensar que es inútil esforzarse o sacrificarse por algo en la vida: todo cae del cielo y solo tenemos que esperar a que ese motor inmóvil (como diría Aristóteles), causa de todas las causas, reparta suerte. Para corregir este pensamiento, basta con pensar que si hicimos las cosas bien es porque supimos cómo actuar en el momento correcto, y no tanto debido a nuestro talento innato y dedicación.

Ser indulgente o no ser

Lo importante del determinismo, a fin de cuentas, es verse a sí mismo dentro de esa secuencia de causas, y no caer sin remedio en la irresponsabilidad o victimización, sea positiva o negativa. Tanto como hay una serie de factores que afectan a nuestras acciones y decisiones, nosotros también somos un factor para los demás. Nuestro margen de libertad, aunque bastante limitado, sigue siendo un poder de decisión por el que el libre albedrío no queda anulado. Piensa, por ejemplo, en la causa que más ha determinado tu existencia, como es el hecho de haber nacido en el seno de una familia o una comunidad determinada: tu vida sería completamente diferente si hubieras crecido en otro entorno, sea cual sea, y eso ya limita de inicio muchas de tus voluntades, anhelos y experiencias. Pero ello no quita para que tomes decisiones todos los días que acaban modificando tu destino, aunque sean reducidas o bastante predecibles.

"La creencia en el libre albedrío se podría ver como un ingrediente secreto de una ideología individualista que justifica la explotación natural y humana"

Por último, Marson también admite que el determinismo nos ayuda a ser más empáticos con otras personas, sobre todo con aquellas que nos han hecho daño premeditadamente o sin querer. Al final, toda acción humana depende de una serie de factores contextuales o ajenos al propio individuo, a los que hay que prestar más atención que a la propia voluntad de tomar la decisión equivocada por error o desconocimiento. Así, "una visión determinista del comportamiento nos anima a extender a todos los humanos el grado de comprensión que normalmente reservaríamos para nosotros mismos". Eso sí, si somos lo suficientemente indulgentes.

Si todo el mundo confiara en el libre albedrío, "asumiendo que todos somos entidades separadas y dotadas de autodeterminación, libres de las leyes del universo, podría parecer que eso implica que puedes manipular el mundo sin hacerte daño", concluye el psicólogo. "Incluso, se podría ver la creencia en el libre albedrío como un ingrediente secreto de una ideología individualista que justifica la explotación natural y humana". Y obviamente no, a cada segundo hay un montón de factores que escapan a nuestro control y que acaban condicionando nuestras decisiones.

En una época en la que existen tantos males relacionados con la salud mental, puede ser muy útil recurrir a ciertos postulados filosóficos con los que interiorizar las cosas que te pasan de una manera crítica y reflexiva. La filosofía, en este sentido, puede funcionar como alternativa o complemento a la terapia psicológica o a la religión (que antaño centralizaba todas las dudas metafísicas) cuando estamos pasando por un momento adverso en nuestra vida y no encontramos respuestas. A fin de cuentas, hay infinidad de corrientes que podemos aplicar a nuestra experiencia. Desde los cínicos hasta los escépticos, las distintas escuelas de pensamiento nos ayudan a trazar una especie de guía ética y moral con la que dar sentido a nuestros pasos.

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