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Esta ciudad australiana bajo tierra certifica que algún día volveremos a las cavernas para sobrevivir
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Esta ciudad australiana bajo tierra certifica que algún día volveremos a las cavernas para sobrevivir

Antes que lujosos búnkeres que la mayoría no nos podamos permitir, una de las posibles soluciones frente a climas tórridos parece ser la construcción de urbes subterráneas. Esta remota localidad es un ejemplo

Foto: Una de las pocas edificaciones sobre la superficie de Coober Pedy, en la Australia meridional. (Wikipedia)
Una de las pocas edificaciones sobre la superficie de Coober Pedy, en la Australia meridional. (Wikipedia)

Ni coches voladores ni máquinas para teletransportarnos. Llevamos años obsesionados con ideas futuristas de lo más locas y arriesgadas. Pero, al final, posiblemente el quid de la cuestión se encuentre en lo más simple, en una idea que se remonta a nuestros inicios como especie: habitar el interior de la tierra. A nadie le gustaría vivir toda su vida sin ver la luz del sol, pero teniendo en cuenta que cada vez los años son más cálidos (este, en concreto, sobrepasamos un récord histórico), resulta plausible que las próximas generaciones caven ciudades subterráneas para no tener que lidiar con las altas temperaturas de la superficie terrestre.

A decir verdad, edificar complejos arquitectónicos bajo tierra no es nada nuevo; de hecho, está muy de moda. En los albores de la pandemia hubo un boom de la industria de búnkeres subterráneos para multimillonarios. No hace falta ser un prepper para darte cuenta de que, si quieres protegerte de las duras condiciones climáticas que nos aguardan en caso de confirmarse los pronósticos del calentamiento global, nada mejor que ocultarse de la luz solar construyendo agujeros en la superficie como si fuéramos topos.

Foto: Fuente: iStock

Y esta tampoco es una idea nueva como fruto del alarmismo climático de las últimas décadas, sino que distintas comunidades humanas ya lo pensaron antes de que los veranos comenzaran a hacerse demasiado cálidos para todo el mundo y tuviéramos que convivir con fenómenos atmosféricos extremos. Los habitantes de Coober Pedy, una ciudad remota situada al norte de Australia Meridional, ya tuvieron que ingeniárselas para residir en el interior de la tierra desde la década de los años 70, cuando vivió su mayor ascenso demográfico.

Ópalo y confort térmico

Frente a climas tórridos, la mejor solución no pasa por instalar un poderoso equipo de aire acondicionado (lo cual además de costoso es contaminante), sino disponer de un cómodo sótano donde refugiarse ante temperaturas extremas. Teniendo en cuenta que la temperatura máxima registrada en Coober Pedy es de 48,2 grados (en su verano, que allí tiene su punto álgido en el mes de enero), lo único que podían hacer los habitantes que poco a poco se fueron acumulando en la zona a partir de comienzos del siglo XX, después de que se encontrara ópalo en sus profundidades, fuera mover sus residencias al interior de la tierra.

"Los edificios tienen al menos cuatro metros de profundidad para evitar que sus techos se derrumben y siempre hay 23 grados"

"Fue un niño quien fundó el pueblo, aunque fuera involuntariamente", narra Diego González en el blog Fronteras. "Estamos en 1915 Willie Hutchison, de catorce años, forma parte de una expedición de buscadores de oro liderada por su padre. Un día como cualquier otro, mientras pasea por el inacabable desierto al atardecer, Willie se tropieza con una piedra que le llama la atención por su brillo irisado y los destellos multicolores que lanza a la luz del sol. El chaval no lo sabe, pero cuando lleva aquel pedrusco tan bonito a su padre acaba de descubrir del mayor yacimiento de ópalo del mundo".

El nombre de Coober Pedy deriva del término aborigen kupa-piti, el cual significa "agujero del hombre blanco", debido a que distintos inmigrantes de todos los puntos del planeta, especialmente serbios, yugoslavos y eslavos, se sintieron atraídos por la "fiebre del ópalo", sabiendo de sus propiedades como material precioso y tomando de referencia lo que había ocurrido con el oro en California en décadas anteriores. En la actualidad, es el mayor yacimiento de este mineral del mundo.

Foto: Imagen de uno de los pasillos de la ciudad subterránea de Derinkuyu. (iStock)

"La primera oleada de pioneros llegó al pueblo tras la Primera Guerra Mundial", explica González. "Eran soldados retornados del frente que empaquetaban sus escasas pertenencias y se iban al desierto a hacer fortuna. Una vez allí, cavaban un hoyo y a buscar. La ley que rige el yacimiento de ópalo establece que cada minero puede disponer de unos 15 metros cuadrados de territorio en los que instalar un pozo, por lo que no hay minería industrial. Cualquiera puede llegar, ponerse a excavar y probar suerte".

Un lugar barato en el que vivir

Recientemente, la ciudad de Coober Pedy ha vuelto a la actualidad por un reportaje de Zaria Gorbet, periodista de la BBC que se ha desplazado hasta allí para hablar de lo bien integrados que están sus habitantes a la vida subterránea. "Los edificios tienen al menos cuatro metros de profundidad para evitar que sus techos se derrumben y debajo de toda esta cantidad de roca siempre hay 23 grados", sostiene. La temperatura varía mucho del día a la noche en la superficie, al estar la localidad enclavada en un árido desierto, por lo que en el interior de la tierra sus ciudadanos viven con una temperatura suave y estable.

placeholder Una iglesia en el interior de Coober Pedy. (Wikipedia)
Una iglesia en el interior de Coober Pedy. (Wikipedia)

Del mismo modo, el hecho de vivir bajo tierra no solo les permite refugiarse de las duras condiciones climáticas, sino también de no perder todo su dinero alimentando caros aparatos de aire acondicionado. "Un 70% de la electricidad es generada de manera autónoma por energía eólica y solar", afirma la periodista. Y si quieres alquilar o comprar una casa allí, has de saber que los precios están tirados. La media de hogares con tres habitaciones cuesta alrededor de 26.000 dólares (alrededor de 23.950 euros), lo que contrasta con los precios de la ciudad poblada más cercana, Adelaida, en la cual las viviendas tienen un valor de 457.000 dólares (unos 414.730 euros).

Evidentemente, no todos los suelos de distintas partes del mundo reúnen características tan positivas como en Coober Pedy. La humedad y las aguas subterráneas son los principales inconvenientes para lanzarse a edificar ciudades subterráneas. No hay que tomar a esta localidad australiana como ejemplo urbanístico a seguir frente al progresivo calentamiento global, pero sí al menos tenerla de referencia como algo plausible a riesgo de que la mayor parte de nosotros no podamos pagarnos un búnker aislado y perfectamente equipado que garantice las condiciones de habitabilidad frente al desastre ecológico que se avecina en los próximos años.

Ni coches voladores ni máquinas para teletransportarnos. Llevamos años obsesionados con ideas futuristas de lo más locas y arriesgadas. Pero, al final, posiblemente el quid de la cuestión se encuentre en lo más simple, en una idea que se remonta a nuestros inicios como especie: habitar el interior de la tierra. A nadie le gustaría vivir toda su vida sin ver la luz del sol, pero teniendo en cuenta que cada vez los años son más cálidos (este, en concreto, sobrepasamos un récord histórico), resulta plausible que las próximas generaciones caven ciudades subterráneas para no tener que lidiar con las altas temperaturas de la superficie terrestre.

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