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La Barbie a la que le crece el pecho y otros juguetes sin sentido a lo largo de la historia
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no duraron mucho

La Barbie a la que le crece el pecho y otros juguetes sin sentido a lo largo de la historia

Existen desde hace más de 5.000 años, así que es normal que en todo este tiempo algunas creaciones no hayan sido de lo más acertadas

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Las excavaciones arqueológicas nos han demostrado que los primeros humanos tenían juguetes. Eran rudimentarios quizá, pero no muy diferentes de los que conocemos ahora. Es verdaderamente fascinante y nos da una idea bastante clara de que no hemos evolucionado tanto como creemos, por lo menos en lo fundamental: hace más de 5.000 años en Mesopotamia los niños babilonios ya jugaban con tabas, canicas, pelotas, yoyós o peonzas.

Y también había muñecos. Quizá no eran más que estatuillas pequeñas o madera esculpida, pero los más pequeños se entretenían haciendo volar la imaginación gracias a ellos. Porque realmente la idea de crear objetos que puedan ayudar a los niños en su aprendizaje es algo que los fabricantes de juguetes comenzaron a pensar a partir del siglo XIX. Antes, eran simple entretenimiento. Eso sí: siglos y siglos de juguetes ha dado tiempo a crear algunas cosas particularmente extrañas que no han triunfado mucho en el mercado, por razones obvias.

Todas las Barbies descatalogadas

La reciente película de Greta Gerwig se mofa de algunas ocurrencias de Mattel que no salieron rentables. ¿Quién podía imaginarse que una Barbie a la que le crece el pecho no gustaría o incluso escandalizaría a los padres más conservadores? La compañía juguetera desde luego que no lo vio venir.

Algunos de los descartes que van pasando por la pantalla son: Allan (el mejor amigo de Ken, que según la teoría era en realidad mucho más que un amigo), la Barbie con una cámara a la espalda, la Barbie embarazada que se vendió cuando comenzaron los rumores de que Allan podía ser gay, como pareja potencial del mismo, el Ken 'sugar daddy' (en realidad era un Ken que venía con un perro que se llamaba Sugar, pero daba lugar a otras interpretaciones) y Skipper, la fantástica hermana de Barbie a la que le crecía el pecho si movías su brazo izquierdo, como demostración de que "maduraba", (por decirlo de alguna manera).

Furby, el siniestro espía soviético

El Furby, algo así como un gremlin pero más tierno, fue un éxito para la empresa Hasbro: el mismísimo día de su lanzamiento sus ventas se dispararon y hubo que esperar horas y hacer colas kilométricas para conseguirlo. Se llegaron a vender más de 27 millones de ejemplares en el primer año de comercialización y en el verano del 98 su precio de venta, que había sido en un primer momento de unos 30 dólares, subió hasta los 100.

La creencia popular es que tenía un dispositivo de grabación y por tanto podía retener secretos de seguridad nacional

Pero era muy siniestro y rápidamente surgieron toda clase de leyendas urbanas a su alrededor. Lo más heavy fue que en el 99 se dijo que era un peligro para la seguridad del país. "Hazte a un lado, Aldrich Ames" escribió Vernon Loeb del Washington Post. "La Agencia de Seguridad Nacional ha apuntado a una nueva amenaza a la seguridad nacional capaz de revelar secretos a los adversarios estadounidenses: el furby". La creencia es que tenía un dispositivo de grabación y por tanto podía retener secretos de seguridad nacional. En realidad no era así y simplemente tenía unas 800 palabras programadas que iban desarrollándose conforme interactuabas con él.

Un juguete para hacer tu propio Happy Meal

En 1993 en Estados Unidos surgió un curioso juguete que nunca llegó a España, y en la actualidad sería difícil que llegase. Un juguete para hacer tu propio menú Happy Meal con hamburguesa y patatas incluidas (que en realidad se hacían con pan). Una manera como cualquier otra de prepararte para el mercado laboral, aunque el hecho de que quizá no sea el menú más sano que un niño puede consumir probablemente tuvo algo que ver con que no se exportara a otros países o tuviera mucho éxito.

La decepción del robot Emilio

Creado por la empresa italiana Giochi Preziosi (aunque en España fue distribuido por Bizak), el robot Emilio causó sensación durante las navidades del 97, porque todos los niños querían lo que parecía algo así como un secretario o mayordomo personal que te traía el zumo para desayunar. Hoy en día se puede encontrar en Wallapop, pero en su día llegó a valer hasta 17.000 pesetas. Tener un robot esclavo salía caro.

Era un poco decepcionante porque, aunque en el vídeo le lleva un refresco al niño sentado en la piscina como si de Geoffrey el mayordomo del Principe de Bel Air se tratase, en la vida real cuando tratabas de ponerle un vaso encima solía caerse al suelo por el peso y dejarlo todo perdido.

Muñecos escatológicos

Si hay algo que triunfa entre los niños son la caca y sucedáneos de la misma. Quizá por ello mismo, a algunas compañías de juguetes históricamente les ha parecido buena idea crear muñecos que se cagan encima, como Cocolín Popó (o Chiquitín Cacú en Hispanoamérica). En realidad, una de las ventajas que tiene un muñeco frente a un bebé real es que no hay que limpiarle el culo, pero parece que Jesmar no estaba de acuerdo con esta afirmación.

La dulce nostalgia. En la actualidad se pueden encontrar otro tipo de juegos donde la caca tiene un papel fundamental, como es el caso de Pedrete el mono guarrete, que se puede encontrar en el Corte Inglés y que según su propia descripción se trata de un divertido juego "que combina dos cosas que hacen reír a todos: ¡El mono y los pedos! Gira la ruleta en el plátano, tira del dedo del mono y mira cómo se infla su trasero. Nunca sabes cuándo se le va a escapar un pedo". Hay público para todo.

Las excavaciones arqueológicas nos han demostrado que los primeros humanos tenían juguetes. Eran rudimentarios quizá, pero no muy diferentes de los que conocemos ahora. Es verdaderamente fascinante y nos da una idea bastante clara de que no hemos evolucionado tanto como creemos, por lo menos en lo fundamental: hace más de 5.000 años en Mesopotamia los niños babilonios ya jugaban con tabas, canicas, pelotas, yoyós o peonzas.

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