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El Síndrome del Pavo Real en la era de las pantallas: así puedes evitar caer en él
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Hay muchos ombligos en el mundo

El Síndrome del Pavo Real en la era de las pantallas: así puedes evitar caer en él

Los psicólogos coinciden en que es un trastorno más complejo de lo que parece, precisamente porque, como otros, no permite conectar a la persona con la realidad

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Dicen de esta era en la que vivimos que es la era de la imagen. Lo cierto es que lleva siéndolo mucho más tiempo del que creemos. Basta ver cómo se comportaba la burguesía en el siglo XIX, o la aristocracia y las clases altas en siglos anteriores. Ropas imposibles, calzado imposible, peinados y pelucas imposibles... Pero hay algo que no tenían nuestros antepasados y que acentúa hoy, eso sí, ese estar en el mundo de cara a los demás: las pantallas.

Estamos detrás de ellas, pero tienen un efecto espejo, nunca mejor dicho, el de proyectar nuestra imagen. Al otro lado, miles, millones de personas pueden toparse con ella. Esa idea perturba a cualquiera. Si hace siglos el uso de prendas o incluso productos químicos tenían consecuencias fatales en nombre de la imagen, hoy en día las pantallas ya han demostrado que aunque pueden ser muy útiles, también pueden conllevar grandes desventajas para la psique, la particular y con ella la social.

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La importancia a cómo lucimos, como gesticulamos o cómo hablamos, en cada detalle, "exponenciada" a los niveles de la actualidad, puede llevar a desarrollar síndromes, por el momento, extraños, aunque no lo será tanto si los esquemas no se reconfiguran. El llamado síndrome del pavo real es uno de ellos. Quizás no lo hayas oído nunca, aunque por su nombre queda bien claro.

Una obsesión sin límites

Nuestro comportamiento se rige generalmente en base a creencias: lo que creemos que otros ven en nosotros es lo que determina nuestra vida a grandes y pequeños rasgos. Desde obsesionarse con la forma en que queda nuestro cabello, ocultar sea como sea el acné hasta hacer del gimnasio una "segunda casa", somos seres sociales y no hay nada de nuestra existencia que no esté marcado por ello.

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Sin embargo, en algunas personas esta noción acaba demasiado lejos cuando sus preocupaciones sobre esa apariencia derivan en la vanidad como una puerta al trastorno psiquiátrico. Con tal de conseguir admiración, valoración y respeto, pueden llegar a hacer casi cualquier cosa. En este sentido, hay quien no solo pone un empeño descomunal en su cuidado físico, sino que también se construye alardeando de sus cualidades y presumiendo constantemente sus triunfos. Así se define dicho síndrome.

Lo más característico del mismo es una de sus peores consecuencias. Quienes lo sufren se acostumbran tanto a la mentira que se convierten en manipuladores natos. A fin de cuentas, se trata de ocultar carencias, inseguridades y puntos vulnerables. Pero, ¿cómo evitar que nos suceda?

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Los psicólogos coinciden en que es un trastorno más complejo de lo que parece, precisamente porque, como otros, no permite conectar a la persona con la realidad. Mantenerse en ella de manera sana para nuestra mente y, asimismo, para nuestro cuerpo, conlleva conocer los comportamientos con los que podríamos estar alejándonos al estilo de un pavo real. Estos son los más comunes:

  • Creerse perfecto: Las personas extremadamente vanidosas sienten que todo lo que hagan estará bien, es decir, que nunca cometerán errores. Pueden ser conscientes de sus defectos, pero no los admitirán.
  • La belleza como estandarte: Como suele decirse, la belleza es relativa, y aunque es un pilar fundamental de nuestra autoestima, las personas con este síndrome no solo piensan que son guapos o guapas, sino que se presentan como auténticos estándares de belleza en carne y hueso.
  • Ignorar a los demás: Otro pilar fundamental de la autoestima es la confianza propia, escucharnos por dentro y dialogar amablemente con uno mismo. Sin embargo, de ahí a ignorar al resto de personas, incluso cuando se trate de personas que te quieren, hay una distancia: la del ego. Una persona con este síndrome no solo ignorará los consejos ajenos, sino que te hará sentirte incómodo por haberte atrevido a aconsejarle.
  • No pensar en las consecuencias de las acciones: La seguridad tampoco se queda atrás en el compendio de elementos que nos fortalecen psicológicamente hablando. No obstante, una persona segura de sí misma es alguien que ha sopesado las consecuencias. Por el contrario, el ‘pavo real’ piensa que sus decisiones no pueden afectar a los demás. Y si afectan, pasará a ignorarlo (punto anterior).
  • Llamar la atención siempre: Ignoran a los demás, sí, pero paradójicamente los buscan. Tienden a desear ser el centro de atención.

Dicen de esta era en la que vivimos que es la era de la imagen. Lo cierto es que lleva siéndolo mucho más tiempo del que creemos. Basta ver cómo se comportaba la burguesía en el siglo XIX, o la aristocracia y las clases altas en siglos anteriores. Ropas imposibles, calzado imposible, peinados y pelucas imposibles... Pero hay algo que no tenían nuestros antepasados y que acentúa hoy, eso sí, ese estar en el mundo de cara a los demás: las pantallas.

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