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Así es el extraño caso de las dos momias de "Frankenstein" halladas en Escocia
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Así es el extraño caso de las dos momias de "Frankenstein" halladas en Escocia

Dos momias formadas por los restos de hasta seis personas fusionadas intencionalmente sugieren nuevos datos acerca de posibles rituales ancestrales poco frecuentes en Europa

Foto: (Fotografía de Mike Parker Pearson para el estudio)
(Fotografía de Mike Parker Pearson para el estudio)

Para crear a un nuevo ser, nos enseñó hace dos siglos Mary Shelley, bastan los restos de otro. Unir órganos y extremidades, como en un puzzle, provoca en su obra el nacimiento de uno de los personajes claves de la literatura gótica. Frankenstein dio paso a otros muchos personajes que, como él, surgían de un proceso puramente mecánico. Todos ellos plagaron nuestro terror durante décadas y, de hecho, lo siguen haciendo, pero con más o menos miedo lo sabemos: son solo ficción.

La idea, sin embargo, de construir seres humanos como si de una estructura por fascículos se tratara, no parece tan nueva. ¿Quizás tampoco es tan ficticia? Todas las respuestas se sitúan ahora en Cladh Hallan, un asentamiento escocés de la Edad del Bronce donde dos esqueletos permanecieron 3000 años enterrados antes de devolvernos el misterio y dar testimonio de una intención más allá de las páginas de un libro.

Foto: Fuente: Wikimedia.

Hasta ellos llegó un grupo de arqueólogos durante un proceso de excavaciones en 2001. Al principio, aquellos restos óseos parecían todo lo normal que pueden parecer unos huesos que sostuvieron a alguien miles de años atrás. La sorpresa llegó más tarde, cuando durante sus análisis descubrieron que las dos momias en realidad estaban formadas por los restos de hasta seis personas fusionadas intencionalmente. ¿Qué significado podía tener un proceso así?

La importancia del lugar

Los casos de momificación deliberada en Europa son bastante raros, así que la investigación en torno a cualquier narrativa que los explique también es escasa. No obstante, este caso ha permitido un trabajo minucioso gracias al buen estado de conservación en que se encontraron los restos.

placeholder Micrografía de luz transmitida de una sección delgada femoral transversa de hueso fresco humano (arriba), que demuestra una preservación microestructural perfecta y una sección femoral arqueológica típica (abajo) donde la microestructura interna ha sido ampliamente alterada por bacterias. (Parker Pearson)
Micrografía de luz transmitida de una sección delgada femoral transversa de hueso fresco humano (arriba), que demuestra una preservación microestructural perfecta y una sección femoral arqueológica típica (abajo) donde la microestructura interna ha sido ampliamente alterada por bacterias. (Parker Pearson)

El suelo de Cladh Hallan es, en su mayor parte, lo que los expertos conocen como turba, un material orgánico, de color pardo oscuro y rico en carbono. De aspecto arenoso, se trata de un producto mineral formado por una masa esponjosa y ligera en la que los componentes vegetales que la originaron permanecen casi intactos, así que, claro, es un excelente medio de conservación. Creado por la descomposición de materia orgánica (principalmente musgo), este ambiente es muy ácido y bajo en nutrientes. De hecho, gracias a ella los microbios apenas existen en esta zona de la isla escocesa de South Uist, en las Islas Hébridas Exteriores.

Aquí, aunque no sobre la tierra, alguna vez existieron grandes pantanos de agua que ahora permanece subterránea. Sin nada que los descomponga, sus musgos muertos se van acumulando y evitan que el oxígeno ingrese al líquido, lo que da como resultado un sistema naturalmente sellado. Por lo tanto, un cuerpo humano atrapado dentro de este "microecosistema" tiene todas las posibilidades de momificarse naturalmente.

Un caso peculiar

Así lo constataron en 2015 tras analizar detenidamente los dos esqueletos aparecidos, uno masculino y otro femenino. En el primer caso, resultó que la mandíbula inferior todavía tenía todos los dientes, mientras que la mandíbula superior no tenía ninguno. En el caso del segundo esqueleto, la mandíbula tampoco encajaba en el resto del cráneo. Las sospechas se iban a hacer evidentes.

Unas pruebas de ADN finalmente revelaron que los dos esqueletos contenían los restos de seis personas diferentes, y ninguna de ellas compartía la misma madre. De acuerdo con la datación isotópica, las partes del esqueleto femenino datan aproximadamente del mismo período, pero las involucradas en el esqueleto masculino habían muerto con varios siglos de diferencia.

Gracias a aquellas pruebas también sabemos ahora que uno de los esqueletos fue ensamblado entre los años 1260 y 1440 antes de nuestra era, mientras que el otro lo fue entre el 1130 y 1310 antes de nuestra era. La gran diferencia de tiempo entre ambos revela que probablemente no fueron una coincidencia. De hecho, ambos esqueletos aparecieron en posición fetal, lo sugiere que los habitantes de la región los colocaron deliberadamente en estos pantanos para preservarlos. En otras palabras, aquellas personas estaban al tanto de este proceso de conservación natural.

Es posible que nunca sepamos con certeza el por qué, pero los expertos mantienen una hipótesis: los cuerpos podrían haber sido utilizados como una especie de contrato. Concretamente, en esta época en que la propiedad de la tierra estuvo marcada por la construcción de sistemas territoriales a gran escala, los derechos territoriales probablemente habrían dependido de reclamos ancestrales. Así, la fusión de diferentes partes del cuerpo de los antepasados en una sola persona podría haber representado entonces la fusión de diferentes familias y sus líneas de descendencia, actuando así como un "documento legal".

Para crear a un nuevo ser, nos enseñó hace dos siglos Mary Shelley, bastan los restos de otro. Unir órganos y extremidades, como en un puzzle, provoca en su obra el nacimiento de uno de los personajes claves de la literatura gótica. Frankenstein dio paso a otros muchos personajes que, como él, surgían de un proceso puramente mecánico. Todos ellos plagaron nuestro terror durante décadas y, de hecho, lo siguen haciendo, pero con más o menos miedo lo sabemos: son solo ficción.

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