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Así es como nuestros secretos dan forma a lo peor de nosotros mismos (y cómo revertirlo)
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PSICOLOGÍA CURIOSA

Así es como nuestros secretos dan forma a lo peor de nosotros mismos (y cómo revertirlo)

Si escondemos algo, lo hacemos por la culpa o la vergüenza que sentimos. Hoy, reflexionamos sobre la forma de gestionar aquello que nadie sabe y así mejorar nuestra vida

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Piensa en tu secreto mejor guardado, aquel que no contarías a nadie por nada del mundo. Ahora, intenta describir lo que sientes cuando piensas en él. ¿Tal vez culpa? ¿Arrepentimiento? ¿Vergüenza? ¿Pena? ¿Resentimiento? La razón por la que no se lo cuentas a nadie parece estar ahí, en el sentimiento que despierta. Reflexiona sobre lo que pasaría en caso de que saliera a la luz y alguien más se enterase, aunque solamente fuera la persona en la que más confías. ¿Sería para tanto? Evidentemente, las cosas que resultan más importantes siempre son dignas de ser resguardadas en el desconocimiento de los demás. Aspectos tal vez relacionados con el amor, la salud o el dinero, esos tres pilares sobre los que sustentamos nuestra experiencia individual y a partir de los que medimos nuestra satisfacción con la realidad actual.

La paradoja del secreto es que en el momento que se lo cuentas a alguien deja de ser un secreto; por tanto, podríamos decir que los secretos en realidad no existen, ya que solo son secretos aquellas informaciones que reservamos para nosotros mismos, pero por un descuido o intencionadamente contamos, y por nada del mundo queremos que se extiendan a los demás. Cuando decimos que alguien "se llevó el secreto a la tumba" no podemos estar plenamente seguros de que ese secreto realmente existiera, pues tenemos constancia de que ocultaba algo muy relevante, pero al no contarlo, carece de relevancia para nosotros.

"Si guardas un secreto completamente para ti mismo, entonces solo estás empleando una vía para gestionarlo, que es tu propio pensamiento"

En definitiva, los secretos que no hemos contado a nadie no tienen efectos en el mundo real porque solo los sabemos nosotros. Sin embargo, esta ausencia de información sí que tiene efectos en nuestra propia psique, y muchas veces esta es la razón por la que no nos contenemos y acabamos hablando demasiado. La propia presión a la que sometemos a nuestro cerebro para no contarlo acaba forzando que salgan a la luz. Aunque sea desagradable, escuchar una opinión ajena sobre aquello que estamos ocultando puede sernos de utilidad para gestionar nuestra vida. Más aún con eventos de nuestra vida muy negativos, como por ejemplo los traumas, que solo parecen despejarse en consulta psicológica, ese reducto de espacio y tiempo en el que podemos ser plenamente sinceros y abrirnos a lo que más nos inquieta y perturba con el objetivo de controlarlo.

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La mayoría de los traumas son secretos, eso está claro, y el hecho de ocultarlos genera efectos en la realidad cotidiana que se manifiestan de diversas maneras. "Si guardas un secreto completamente para ti mismo, entonces solo estás empleando una vía para gestionarlo, que es tu propio pensamiento", asegura Michael Slepian, profesor en la Columbia Business School de Nueva York, quien se ha pasado gran parte de su vida estudiando a fondo la naturaleza de los secretos y cómo afectan psicológicamente a las personas. "La parte difícil de guardar un secreto no es esconderlo en una conversación, sino convivir solo nosotros mismos con él".

¿Culpable o avergonzado?

Como es obvio, cuando estás preocupado por algo, tiendes a sobredimensionarlo, y obtener una perspectiva externa de ese problema ayuda a rebajar su intensidad y a relativizarlo, aunque sea con el inane "no te rayes". Más allá de esto, ¿hay distintos tipos de secretos? ¿Cómo influyen en la vida diaria de las personas? Realmente, mucho más de lo que creemos. Slepian realizó una encuesta a 200 personas para que englobaran sus secretos más ocultos en 38 categorías comunes relacionadas con experiencias sexuales, sucesos negativos sobre su vida social, romántica, apariencia física o consumo de drogas. Los hallazgos fueron muy curiosos, ya que fueron capaces de diferenciar dos grandes tipos de secretos: aquellos que se ocultan por vergüenza y los que generan un gran sentimiento de culpa en quien los posee.

"Aunque la vergüenza y la culpa a menudo se dan juntas, no se van a la vez. La vergüenza puede quedarse más tiempo"

"Las experiencias vergonzosas y que les habían hecho sentir culpables estaban entre los más comunes", explica en un artículo de la revista Aeon en el que da cuenta de sus hallazgos. "Así, los que implican vergüenza les hacían sentir en su vida diaria pequeños, indefensos e impotentes, mientras que los que les generaban sentimientos de culpabilidad les influían a sentir remordimientos y tensión por algo que hicieron". Aquellos que sentían vergüenza tendían a pensar: "Soy una mala persona". Los que se sentían culpables, en cambio, pensaban algo más amable: "Hice algo malo". Y esto, evidentemente, se reflejaba en sus acciones presentes. "Los secretos de los que se sentían avergonzados les produjeron autolesiones, traumas y problemas de salud mental; los que se sentían culpables les llevaba a mentir, robar o engañar a su pareja".

Resulta muy llamativa esta conclusión a la que llegó Slepian. La vergüenza genera efectos negativos en la psicología interna del individuo, mientras que la culpa lleva a las personas a cometer actos moralmente (y también legalmente) reprobables. Pero a veces no podemos distinguir entre estos dos sentimientos cuando pensamos en nuestros secretos más íntimos. "Cuando juzgamos que obramos mal, podemos sentirnos avergonzados, y a su vez podemos arrepentirnos", señala el profesor. Pero "aunque la vergüenza y la culpa a menudo se dan juntas, no se van a la vez. La vergüenza puede quedarse más tiempo". ¿Por qué? "La gente, por lo general, tiende a tener un sentido agudo de justicia, y quiere vivir en un mundo donde aquellos que hacen cosas malas sean castigados por ello. Así, cuando sentimos que hemos escapado del castigo, a menudo podemos sentir que todavía lo merecemos".

Convertir la vergüenza en culpa

Por ello, Slepian asegura que es importante revertir esos sentimientos de vergüenza en culpa para mejorar la relación con nosotros mismos y tomar buenas decisiones en el presente que nos ayuden a sanar los múltiples arrepentimientos pasados. "Mis estudios demuestran que cuando las personas se sienten culpables en lugar de avergonzadas, se interesan más por su pasado y buscan salir adelante", concluye. "Sentirse culpable es algo bueno, ya que te motivas a hacer algo al respecto. No puedes cambiar el pasado por mucho que lo desees, pero puedes moverte en la dirección correcta ahora y mañana".

Y en cuanto a los secretos... nuestra obsesión con ellos parten de nuestra continua revisión del pasado. "Pensar en ellos estando centrados en el presente o en el futuro nos ayuda a trazar un mejor camino en nuestra vida", recalca. "Si te viene a la mente un secreto, reflexiona sobre lo que significa para ti hoy en día y traza tus distintas opciones que tomar en el futuro".

Piensa en tu secreto mejor guardado, aquel que no contarías a nadie por nada del mundo. Ahora, intenta describir lo que sientes cuando piensas en él. ¿Tal vez culpa? ¿Arrepentimiento? ¿Vergüenza? ¿Pena? ¿Resentimiento? La razón por la que no se lo cuentas a nadie parece estar ahí, en el sentimiento que despierta. Reflexiona sobre lo que pasaría en caso de que saliera a la luz y alguien más se enterase, aunque solamente fuera la persona en la que más confías. ¿Sería para tanto? Evidentemente, las cosas que resultan más importantes siempre son dignas de ser resguardadas en el desconocimiento de los demás. Aspectos tal vez relacionados con el amor, la salud o el dinero, esos tres pilares sobre los que sustentamos nuestra experiencia individual y a partir de los que medimos nuestra satisfacción con la realidad actual.

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