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Así ha sido la fascinante evolución de las semillas que cambiaron la humanidad para siempre
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Así ha sido la fascinante evolución de las semillas que cambiaron la humanidad para siempre

Pan, cereales, galletas, pasta... La mayoría de nosotros comemos granos todos los días. Decenas y decenas de prácticas y formas y formatos sostienen al trigo en lo más alto desde hace miles de años

Foto: Trabajadores en un campo de trigo. (iStock)
Trabajadores en un campo de trigo. (iStock)

Cuando pensamos en los primeros tiempos de la humanidad, imaginamos un mundo hostil y extraño. Poco a poco, nos hemos ido acomodando en el planeta, escondiéndonos de los peligros que este también acoge, pero también sirviéndonos de él. Aunque hablar de escondite, a estas alturas, resulta ridículo para referirnos a una sociedad desarrollada que no reconoce estar acorralada por sus propias acciones sobre la tierra. Entre fieras y sin herramientas modernas, la realidad primera tal vez propuso escenarios más favorecedores al actual.

Parece imposible acercarse a aquellos tiempos de desconocimiento, pero aunque a toda prisa, seguimos siendo el resultado de aquel comienzo. Todo lo que nos rodea es también hoy resultado de todos los comienzos que fueron antes y todos los que fueron después del inicio de población humana. Y de todo lo que nos rodea hay algo que nos interfiere con más fuerza: el alimento que nos hace posibles. Podríamos hablar de cualquiera, pero si de alimento milenario se trata, no podría ser otro que el trigo.

Foto: Fuente: iStock.

Pan, cereales, galletas, pasta... La mayoría de nosotros comemos granos todos los días. En los últimos siglos, y especialmente en las últimas décadas, la base de la alimentación mundial, aquello en lo que por muy distinta que sea nuestra dieta local varía bien poco, tiene que ver esta planta, para bien o para mal. En los últimos años, de hecho, el aumento de diagnósticos de intolerancia al gluten la ha destronado. No obstante, solo tienes que preguntar a alguien celíaco para comprobar que si con esas pierde su gran fama.

Los inicios del cultivo

Decenas y decenas de prácticas y formas y formatos sostienen al trigo en lo más alto desde hace miles de años. Fue entonces cuando protagonizó su propia revolución, que es también la gran revolución neolítica, porque cambió radicalmente la economía, la dieta y la estructura de las primeras sociedades humanas en el Creciente Fértil del Cercano Oriente. Con el inicio del cultivo de su cultivo y el de otros cereales como la cebada, así como con la domesticación de animales, surgieron las primeras ciudades en un nuevo contexto social marcado por lo que sería una economía productiva.

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Ahora, un estudio codirigido por la Universidad de Barcelona, el centro Agrotecnio y la Universidad de Lleida, ha analizado la evolución de las espigas de trigo desde que comenzaron su cultivo los habitantes de la antigua Mesopotamia, la cuna de la agricultura en el mundo, entre el Tigris y el Éufrates.

Uno de los principales resultados de esta observación minuciosa son los grandes cambios que el fenotipo de la planta ha sufrido a lo largo del proceso de su domesticación. Los hay rápidos (en unos pocos cientos de años) y los hay lentos (a lo largo de miles de años). Asimismo, se ha producido un debilitamiento del raquis, un aumento del tamaño de la semilla debido a los procesos de comercialización y la reducción o desaparición de las aristas. El objetivo de este trabajo no es otro que poner en valor la importancia de un alimento al que hemos ido despojando de posibilidades en pro de su explotación.

Una espiga con órganos

"Es importante realizar estudios que muestren qué variedades de trigo se adaptan mejor a las diferentes condiciones ambientales de cultivo, especialmente en un contexto de cambio climático. Estudiar el pasado retrospectivamente puede darnos una idea de la evolución del cultivo del trigo a lo largo de los milenios desde que apareció la agricultura en la antigua Mesopotamia", explica Rut Sánchez-Bragado, primera autora del estudio, doctora en la Universidad de Barcelona.

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Publicado en la revista Trends in Plant Science, subraya que, en particular, las variedades de trigo sin aristas se encuentran más abundantes en regiones con climas áridos, especialmente durante las etapas finales del cultivo cuando está acabando la primavera, una condición típica de los ambientes mediterráneos. Además de Sánchez-Bagrado, otros investigadores han formado parte en el proceso de estas conclusiones, entre ellos Josep Lluís Araus-Ortega, de la Facultad de Biología y Agrotecnio de la UB-UdL; Gustavo A. Slafer, investigador ICREA de la Escuela de Ciencias e Ingeniería Agroalimentaria y Forestal de la UdL, y Gemma Molero, del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo de México, actualmente investigadora de KWS Seeds Inc.

Las aristas, explica Josep Lluís Araus, profesor del Departamento de Biología Evolutiva, Ecología y Ciencias Ambientales de la Facultad de Biología, son órganos de la espiga que tradicionalmente se han asociado a las adaptaciones de la planta a condiciones de sequía.

El cultivo más importante

"Sin embargo, los registros arqueológicos e históricos muestran que la espiga de trigo ha existido predominantemente con aristas durante más de diez milenios después de la domesticación del trigo. No es hasta el último milenio que la evidencia muestra en muchos casos la ausencia de aristas, lo que indica una selección por agricultores, probablemente de manera indirecta, contra este órgano", destaca Araus, uno de los autores más citados en el mundo, según Highly Cited Researchers de Clarivate Analytics.

Los egipcios horneaban panes de trigo hace 5.000 años. En China, el trigo se convirtió en fideos ya durante la Antigüedad

Esta hierba se convirtió en alimento básico muy pronto, y no tardó en representar un punto de inflexión en el progreso de la civilización humana. En algunas culturas, su grano, abundante y rico en carbohidratos, se fermentaba y se convertía en una especie de brebaje saciante. Así, por ejemplo, los egipcios horneaban panes de trigo hace 5.000 años, antes de construir las pirámides, según materiales del Museo Británico. En el caso de China, el trigo se convirtió en fideos ya durante la Antigüedad.

En la actualidad, el trigo es el cultivo más importante del mundo en términos de seguridad alimentaria, pero los datos de la UE advierten que el impacto del cambio climático podría aumentar significativamente su precio y modificar su proceso de producción en determinadas zonas del mundo.

La importancia de su investigación

¿La presencia de aristas en la espiga es beneficiosa para la planta y los cultivos? Aunque no existe un consenso científico, "todo apunta a que en condiciones en las que la planta no sufre estrés hídrico, la capacidad fotosintética extra de las aristas no compensa otros posibles efectos negativos (susceptibilidad reducida a enfermedades fúngicas, limitación en el número total de grandes que soporta una oreja, etc.)", dice Araus.

"Sin embargo, en climas más húmedos, las aristas acumulan humedad y pueden favorecer la propagación de enfermedades", dice Rut Sánchez-Bragado. "Entonces, dado que la población mundial crece continuamente, es necesario investigar el papel de las espigas aristadas en las condiciones cambiantes de nuestro clima para satisfacer la demanda mundial de un producto alimenticio primario como el trigo". Por su parte, el investigador Gustavo A. Slafer, autor también del estudio, añade que "el papel de las aristas de trigo en su desempeño sigue siendo controvertido a pesar de décadas de estudios".

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En condiciones áridas, las espigas, incluidas las aristas, "tienen mejores características fisiológicas que las hojas. Además, las aristas permiten que la luz captada por el cultivo sea más difusa, lo que facilita una mejor distribución de la energía lumínica y permite la cultivo para hacer más fotosíntesis. Por tanto, en condiciones de aridez, las aristas pueden seguir siendo beneficiosas para el cultivo, o como mucho, neutras", concluye el profesor Josep Lluís Araus.

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En concreto, el trigo duro que consumimos hoy es una especie alotetraploide que procede del cruzamiento de dos trigos silvestres, los que una vez cultivaron nuestros antepasados, donde cada uno de ellos aporta un juego de cromosomas diferente, denominados A y B. Si bien no está claro cómo apareció esta variante, se conoce que todo comenzó a lo largo de varios puntos de la zona conocida como Creciente Fértil (norte de los actuales Irak, sudeste de Turquía, Armenia, Siria y Palestina).

Como explican F. Martínez-Moreno. e I. Solís., del Departamento de Ciencias Agroforestales de la Universidad de Sevilla, aquel cultivo pudo llegar a España cuando la cultura neolítica entró en la Península Ibérica, hace entre 7.600 y 7.700 años. "Parece que la primera entrada fue marítima, por el Mediterráneo desde Italia hasta la costa de Valencia. Se registraron otras dos entradas en menos de 200 años después: una a través de los Pirineos y otra desde Marruecos al sur de España", detallan.

Cuando pensamos en los primeros tiempos de la humanidad, imaginamos un mundo hostil y extraño. Poco a poco, nos hemos ido acomodando en el planeta, escondiéndonos de los peligros que este también acoge, pero también sirviéndonos de él. Aunque hablar de escondite, a estas alturas, resulta ridículo para referirnos a una sociedad desarrollada que no reconoce estar acorralada por sus propias acciones sobre la tierra. Entre fieras y sin herramientas modernas, la realidad primera tal vez propuso escenarios más favorecedores al actual.

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