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Descubrir el aire: una historia de descuidos y casualidades a través de los siglos
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Descubrir el aire: una historia de descuidos y casualidades a través de los siglos

Explorarlo fue uno de los mayores desafíos de pensadores y científicos antes de que se desarrollaran las tecnologías existentes

Foto: Mujer con sombrilla (Retrato de Camille Monet y su hijo en un día de viento, por Claude Monet). (Wikipedia)
Mujer con sombrilla (Retrato de Camille Monet y su hijo en un día de viento, por Claude Monet). (Wikipedia)

"Pero porque lo veas / no solo en las fantásticas ideas / de la imaginación, sino patente, / al aire sombrearé lo transparente, / porque en visible objeto mires toda / la serie Regio de la gloria Goda", escribe Sor Juana Inés de la Cruz en su obra El mártir del sacramento, San Hermenegildo.

A nuestro alrededor, tantas cosas transparentes nos cubren la existencia que en un acto de defensa propia evitamos prestarles atención. Pero nos son imprescindibles, omnipresentes, tan misteriosas que a lo largo de la historia de la humanidad nos han llevado a las preguntas más enrevesadas. Queramos o no, hay un mundo escapándose del ojo humano.

Foto: Fuente: Wikipedia

Asumimos que son inalcanzables, imposible, aunque no nos baste. Así es el aire: cuando lo piensas parece atraparte, y entonces te convierte en tu propio abismo. De haber vivido antes del siglo XX, es posible que sumirnos en ese vacío existencial mirado al cielo todos los días hubiera sido el mayor de los pasatiempos. Mirarlo, asumirlo, imaginarlo como hacía Sor Juana Inés, nada más. Quién le iba a decir a la escritora que los cuerpos (y no solo el espíritu, como dice la religión) ascenderían en el futuro.

placeholder Un hombre atraviesa la atmósfera. Ilustración de la Edad Media. (Wikimedia)
Un hombre atraviesa la atmósfera. Ilustración de la Edad Media. (Wikimedia)

Mientras mujeres y hombres como ella trataban de hacer de lo impalpable una suerte de cobijo en la escritura, la atmósfera estaba ahí. La misma atmósfera que sigue sobre todos los que hemos llegado en aquel futuro, nuestro presente repleto de posibilidades de alcanzarla. Explorarla fue uno de los mayores desafíos de pensadores y científicos antes de que se desarrollaran las tecnologías existentes, desde los globos aerostáticos, los globos meteorológicos, los paracaídas, los dirigibles hasta, por supuesto, los aviones.

La atmósfera infinita

Es decir, hasta hace escasos dos siglos el aire era solo un hecho poético. De hecho, la palabra 'aire' designaba cualquier cosa gaseosa, explica Hasok Chang en Wellcome Collection. El primer gran paso de su disección fue reconocer que había diferentes tipos de gases (o 'aires') y que el aire atmosférico era una mezcla de tipos muy diferentes de gases, principalmente nitrógeno y oxígeno, pero también otros.

placeholder Experimento con un pájaro en una bomba de aire, por Wright de Derby en 1768. (Wikipedia)
Experimento con un pájaro en una bomba de aire, por Wright de Derby en 1768. (Wikipedia)

En concreto, sabemos hoy en día, la atmósfera terrestre se compone de una gran cantidad de nitrógeno (78%), bastante oxígeno (21%), un poco de argón (0,93%), una pequeña cantidad de dióxido de carbono (0,038%) y pequeñas cantidades de otros gases minoritarios. Por supuesto, no siempre ha sido así. No obstante, la composición de los gases en la atmósfera puede cambiar (y está cambiando ahora que quemamos combustibles fósiles constantemente). El propio registro fósil revela cómo algo tan engañosamente simple como el aire puede influir en la historia de la vida.

El "primer" tratamiento empírico del gigante que resultaba (y resulta ser) ese concepto en todo su esplendor, denominando a la inmensa masa de gases que nos dan sentido, no se hizo posible hasta finales del siglo XVIII, cuando los descuidos se iban anotando construyendo con ellos una forma de literatura hacia lo posible. Nos situamos en la Inglaterra de 1700, en los entresijos de la casa de Joseph Priestley, quien entre otras muchas cosas fue ministro, pastor en Leeds y químico autodidacta.

Descuidos y casualidades

En sus paseos recorriendo la localidad, Priestley se quedó embelesado con las burbujas que salían de las tinas de fermentación en una fábrica cervecera cercana a su vecindario. Día tras día detenían su camino hasta que decidió acercarse a ellas de forma científica. Así, las recolectó y estudió sus propiedades, que resultaron ser las de un gas común: descubrió que podía disolver una gran cantidad en agua y hacer una bebida refrescante con ellas. "Con solo verter agua de un lado a otro sobre unos tanques, notó que el líquido adquiría un delicioso sabor a gas. Así que se interesó en el gas en parte debido a esto".

placeholder Equipo usado por Priestley en sus experimentos con gases en torno a 1775. (Wikimedia)
Equipo usado por Priestley en sus experimentos con gases en torno a 1775. (Wikimedia)

Había descubierto la bebida gaseosa, un invento que lo hizo famoso en toda Europa, y lo puso en el camino de investigar las propiedades físicas y químicas de diferentes aires y descubrir muchos gases nuevos. Fue en estas cuando además dio cuenta de que la respiración era un proceso similar a la combustión, solo que mucho más lento. Los animales echaban a perder el aire liberando flogisto (un agente falso que se creyó que intervenía en algunos procesos químicos, especialmente en la combustión) en él y morían si se les dejaba el tiempo suficiente para respirar en un espacio cerrado, como aprendió al experimentar con algunos ratones que había atrapado en su cocina.

Steven Johnson, autor de una biografía de Priestly titulada The Invention of Air, explica en una entrevista para Smithsonian que este era el mejor amigo de Benjamin Franklin, quien escribió sobre los principales descubrimientos científicos en la literatura popular y fue muy venerado por George Washington, Thomas Jefferson y John Adams.

Antes de la ciencia, la alquimia

Este estudio de las propiedades del aire, conocido ahora como neumática, fue una parte importante de las enseñanzas de la filosofía experimental. La bomba de aire podría ser el equipo más caro que poseía el demostrador. Este objeto se utilizó para mostrar el efecto de la evacuación del aire sobre sustancias y también sobre animales e insectos. No obstante, para que esta fuera posible, existió antes otra forma de búsqueda: la alquimia.

placeholder Michał Sędziwój mostrando uno de sus hallazgos. (Wikimedia)
Michał Sędziwój mostrando uno de sus hallazgos. (Wikimedia)

En realidad, en el plano alquímico todo comenzó bastante antes. Nos remontamos al siglo XVI, cuando Michael Sendivogius (Michał Sędziwój), un famoso alquimista polaco del momento, llegó a numerosas importantes conclusiones. Su vida es todo un misterio, apuntan desde la web de la institución cultural polaca Culture.pl, pero sus influyentes contribuciones en torno al aire son indiscutibles. Sus experimentos, aquellos de los que luego la sociedad renegaría, condujeron al posterior descubrimiento validado del oxígeno, o al menos su importancia.

Sobre ello escribe el químico Zbigniew Szydlo en su obra Tratado sobre la piedra filosofal, y dice: El hombre fue creado de la Tierra, y vive en virtud del Aire; porque hay en el Aire un alimento secreto de vida, que en la noche llamamos rocío; y en el día agua enrarecida, cuyo espíritu invisible, coagulado, es mejor que toda la tierra.

Nombrando el oxígeno

No hay evidencia escrita de los experimentos de Sendivogius, pero Szydlo teoriza que se habría interesado en todo tipo de fenómenos naturales, incluido el fuego. "En algún momento habría descubierto que el nitrato de potasio hace que los objetos se quemen de manera más eficiente, y llega a escribir que dentro del nitrato de potasio, al que llama 'nitro', hay una sustancia en el aire que es esencial para la vida".

placeholder Aparato de alquimia. (Wikimedia)
Aparato de alquimia. (Wikimedia)

Sin embargo, Sendivogius no tenía el marco teórico para descifrar completamente este 'alimento de la vida', pues aún no se había descubierto la existencia de elementos químicos. Sin esa información crucial, todo su trabajo quedó relegado a la antesala del empirismo científico.

Con todo, es gracias a ello que Antoine-Laurent Lavoisier pudo descubrir el oxígeno, como lo nombró, tiempo después. Vale, en realidad, Priestley ya había fabricado oxígeno poco antes que su contemporáneo, y lo había llamado "aire desflogistizado", porque lo había creado tratando de eliminar el 'flogisto' del aire atmosférico. Fue tras contárselo cuando Lavoisier decidió probar también, y entre prueba y prueba encontró que el oxígeno puro soportaba el proceso de combustión mucho mejor que el aire ordinario.

placeholder Niños volando cometas. (iStock)
Niños volando cometas. (iStock)

De esta forma daba comienzo la Edad Contemporánea en la aún nos situamos. Los gases fueron encendidos, las casas empezaron a iluminarse permanentemente, luego lo hicieron las calles, hasta que el cielo quedó apagado. Entre todo, el aire sigue su rumbo.

"Pero porque lo veas / no solo en las fantásticas ideas / de la imaginación, sino patente, / al aire sombrearé lo transparente, / porque en visible objeto mires toda / la serie Regio de la gloria Goda", escribe Sor Juana Inés de la Cruz en su obra El mártir del sacramento, San Hermenegildo.

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