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¿Cómo consiguen las tortugas vivir tantos años? No se trata de magia
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¿Cómo consiguen las tortugas vivir tantos años? No se trata de magia

Desde un punto de vista evolutivo, el envejecimiento físico es inevitable en todas las especies, pero no todas envejecen al mismo ritmo (ni tampoco de la misma forma)

Foto: Fuente: iStock.
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Mientras los seres humanos anhelamos a tientas la vida eterna, algunos animales ya saben de qué va eso. Bueno, vale, igual nada en el mundo es inmortal, pero sí existen algunos seres vivos que parecen no envejecer nunca. Esa consecuencia del tiempo sobre nosotros, cuando nuestro cuerpo va perdiendo sus propias capacidades y la pérdida se vuelve visible, está claro que no sucede en todos de la misma forma, pero antes o después llega nuestro momento, que no suele sobrepasar los 80 años y, con suerte, los 90 o incluso los 100.

Desde un punto de vista evolutivo, y según los modelos ampliamente aceptados, la llamada «senescencia», es decir, el envejecimiento físico, es inevitable en todas las especies. Sin embargo, no todas ellas envejecen al mismo ritmo. De hecho, algunas viven más del doble de tiempo de la media humana.

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El animal terrestre vivo más longevo que se conoce hasta la fecha, apunta el periodista William Rowe-Pirra en la revista Pour la Science, es una tortuga gigante que habita en las aguas de las Seychelles. Apodada Jonathan, tiene nada más y nada menos que 190 años de edad. Otros ectotermos como estos, es decir, animales que no producen o apenas producen calor corporal, como los reptiles y los anfibios, también disfrutan de una vida relativamente larga. Pero, ¿cómo es posible?

Cocodrilos, salamandras y tortugas en el podio

Para encontrar alguna respuesta clara a esta cuestión de la asombrosa resistencia que tienen dichos animales, un consorcio internacional de 114 investigadores, entre los que se encuentran algunos miembros del Museo Nacional de Ciencias Naturales, de Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) de España, ha recopilado y analizado los datos demográficos de 107 poblaciones que representan a 77 especies de reptiles y anfibios en libertad.

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Lo que sabían es que la asociación entre el envejecimiento y el aumento de la mortalidad no es universal entre los vertebrados. Con ello, el equipo buscó determinar la tasa de envejecimiento de los invertebrados, que corresponde al aumento de la tasa de mortalidad con la edad, y que se calcula mediante modelos matemáticos complejos.

Así, descubrieron en primer lugar que dentro de los ectotermos había una gran variabilidad en la tasa de envejecimiento, mayor que la observada en las aves y los mamíferos. En concreto, los cocodrilos, las salamandras y las tortugas comparten el podio, con tasas de envejecimiento especialmente bajas (y, por tanto, largas líneas de vida) en relación con su tamaño.

La "senescencia insignificante"

No obstante, nada es casualidad en la naturaleza: los biólogos han demostrado que esta mayor longevidad corresponde precisamente a especies que están provistas de protección física, como caparazones gruesos y escamas, así como de protección química, como venenos y sustancias nocivas.

La tortuga Jonathan puede tener casi doscientos años, pero ha perdido la vista y el olfato, y ya necesita ayuda para alimentarse.

Otro detalle que han logrado descubrir es que, en muchas especies de quelonios, salamandras y esfenodontes, la mortalidad no aumenta en absoluto con la edad, o solo lo hace ligeramente. Se trata de un fenómeno conocido como "senescencia insignificante", tanto que el riesgo de muerte de los individuos se mantiene constante a lo largo de su existencia.

Sin embargo, esto no es así siempre, ya que el aumento de la tasa de mortalidad no es el único componente asociado al envejecimiento. Para entenderlo también hay que tener en cuenta el mantenimiento de las funciones fisiológicas.

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Aun así, en algunas especies ectotérmicas, como los quelonios, sí se han observado casos de deterioro de estas funciones y de enfermedades mortales (infartos, cáncer, etcétera) a medida que pasaban los años por ellos. Lo mismo ocurre, por ejemplo, con la tortuga Jonathan: puede tener casi doscientos años, pero ha perdido la vista y el olfato, y ya necesita ayuda para alimentarse.

En el futuro, es necesario seguir trabajando para aclarar la naturaleza de las variaciones en la tasa de envejecimiento en los ectotermos. En particular, será necesario establecer si el fenómeno de la senescencia insignificante es cierto y, si es así, cuál es el mecanismo biológico que lo sustenta. Por el momento, estos datos podrían servir de base para estudios sobre el envejecimiento en los endotermos, entre ellos la especie humana.

Mientras los seres humanos anhelamos a tientas la vida eterna, algunos animales ya saben de qué va eso. Bueno, vale, igual nada en el mundo es inmortal, pero sí existen algunos seres vivos que parecen no envejecer nunca. Esa consecuencia del tiempo sobre nosotros, cuando nuestro cuerpo va perdiendo sus propias capacidades y la pérdida se vuelve visible, está claro que no sucede en todos de la misma forma, pero antes o después llega nuestro momento, que no suele sobrepasar los 80 años y, con suerte, los 90 o incluso los 100.

Animales Investigación Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)
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