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¿Es realmente útil preparar discusiones en tu mente?
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¿Es realmente útil preparar discusiones en tu mente?

Es algo bastante típico, rumiar lo que vas a decir (o lo que deberías haber dicho) para que no te pillen con la guardia baja. Pero, a la hora de la verdad... ¿sirve?

Foto: Fuente: iStock.
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En más de una ocasión, después de tener una amarga discusión con alguien, es probable que te hayas ido a dormir con un nudo en la garganta y no hayas podido pegar ojo pensando en lo que le tendrías que haber dicho. Es una forma muy común de rumiar pensamientos aunque no vale para nada, puesto que lo hecho, hecho está, y por el momento no tenemos capacidad de viajar al pasado y decirle algo al vecino del quinto.

Pero, ¿y pensar lo que vamos a decir antes de tener la discusión? ¿Podría servir de algo ensayar las discusiones con la idea de salir victoriosos?

El abogado Stewart J. Guss explica en 'Mel Magazine' que él siempre se las prepara meticulosamente antes, pero parte de su estrategia es dejar huecos deliberadamente en sus argumentos, para poder ahorrar algunos puntos “para tener un contraargumento más fuerte, cuando surja el debate inevitable”. Sin embargo, no aconseja que se emule su estrategia, porque puedes acabar en argumento más circular, con más agujeros que un queso suizo, en el que no se resuelve nada y al final todo acaba saltando por los aires y se discute igual.

Pasamos mucho tiempo en el coche, en la cama o frente al espejo ensayando argumentos imaginarios, creyendo que eso nos dará una ventaja (o la última palabra)

Aun así, incluso si no tenemos una estrategia específica como Guss, pasamos mucho tiempo en el coche, en la cama o frente al espejo ensayando argumentos imaginarios, creyendo que eso nos dará una ventaja o la última palabra. El problema con este tipo de discusiones imaginarias está en la delgada línea que hay entre la preparación del conflicto y la pura rumiación, la cual suele ponernos siempre en el peor de los escenarios cuando las cosas aún no han sucedido. Seguro que en más de una ocasión, de nuevo, te pusiste en lo peor y pensaste todo lo que ibas a contestar a esa persona en concreto para descubrir, más tarde, que la conversación había ido por otros derroteros y nada era tan malo como imaginabas.

Por qué nos ponemos siempre en lo peor

Estos son los llamados pensamientos catastrofistas, que todos tenemos y pueden volverse obsesivos si tendemos a rumiarlos, pues se relacionan con nuestros niveles de ansiedad. Nos hacen sentirnos en un continuo estado de alarma, pensar en modo extremista y nos aleja de la objetividad. Aprender a reconocerlos y luchar contra ellos es buena idea.

  • Para y respira. ¿Qué probabilidades hay de que eso que estás pensando vaya a suceder o a cumplirse?
  • ¿Qué es lo peor que podría pasar si finalmente mi pensamiento llegara a hacerse realidad?

No es fácil luchar contra los pensamientos rumiantes, pero cuanto más lo intentes más probabilidades tienes de salir victorioso.

No es especialmente útil

Pese a la estrategia que veíamos antes de Guss, que es un caso de deformación profesional, lo de rumiar las discusiones antes de tiempo tampoco parece funcionar muy bien. "Si crees que ensayar una discusión en tu cabeza te dará alguna clase de ventaja, piénsatelo dos veces" explica la terapeuta matrimonial Silva Depania. Aunque parece proactivo, en realidad planificar discusiones es en gran medida reactivo, ya que los ensayos se centran en predecir lo que la otra persona nos va a decir, algo que se escapa completamente a nuestro control.

Los ensayos mentales se centran en predecir lo que la otra persona nos va a decir, algo que, al final, se escapa completamente a nuestro control

"Esto acaba resultando en mucha confusión y nerviosismo, cuando el argumento en la realidad no sigue el guion del escenario imaginario que habías inventado. "Lo veo continuamente en muchas parejas que vienen a consulta, cuando alguien se sale del guion el otro se siente confuso y a la defensiva, y al final todo acaba explotando por los aires y hay menos probabilidades de que se hablen las cosas con calma", cuenta. En resumen, pensar las cosas a posteriori no beneficia en absoluto, pero anticipar las cosas antes de que sucedan tampoco, porque lo más probable es que al final ese escenario horrible que has imaginado en tu cabeza no sea para tanto. No hay peor enemiga que nuestra propia cabeza cuando no podemos ponerle freno.

En más de una ocasión, después de tener una amarga discusión con alguien, es probable que te hayas ido a dormir con un nudo en la garganta y no hayas podido pegar ojo pensando en lo que le tendrías que haber dicho. Es una forma muy común de rumiar pensamientos aunque no vale para nada, puesto que lo hecho, hecho está, y por el momento no tenemos capacidad de viajar al pasado y decirle algo al vecino del quinto.

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