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¿Podemos llegar a creer que estamos borrachos aunque sea mentira?
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bajo el influjo del alcohol

¿Podemos llegar a creer que estamos borrachos aunque sea mentira?

¿Nuestra percepción positiva del alcohol puede llevarnos a creer que nos encontramos en un estado de embriaguez? Pues, según los estudios, todo apunta a que sí

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En alguna ocasión, siendo niño y observando a tus mayores, seguro que jugaste a 'los borrachos' con tus amigos, empujándoos y caminando como si realmente estuvieseis ebrios aún sin haber probado una gota de alcohol. Después, de mayor, cuando acudiste a una fiesta quizá te sorprendió la rapidez con la que algunas personas a las que no habías visto beber en ningún momento se ponían 'pedo'. Te preguntaste, quizá, si se trataba de un mecanismo de defensa para encontrarse más cómodos dentro de la fiesta, una excusa para hacer y decir lo que se les pasaba por la cabeza, o si realmente se emborrachaban con poco.

Porque, pensándolo bien, ¿es posible que algunas personas se emborrachen con más facilidad que otras? ¿Influyen nuestros prejuicios o las creencias previas sobre el alcohol?

Pensando en lo que produce el efecto placebo, bien podríamos creer que con el alcohol podría suceder algo parecido. ¿Influyen nuestras creencias previas en cuánto nos emborrachamos?

Pensando en lo que produce el efecto placebo, bien podríamos creer que con el alcohol podría suceder algo parecido. De hecho, ya se han hecho pruebas en el pasado para comprobarlo: según informa 'BBC', en la Université Grenoble Alpes en Francia, Laurent Bègue a finales de la década de 2000 organizó un intrincado experimento para probar si las personas bajo la influencia del alcohol eran realmente más agresivas.

Primero se les dio a los participantes un conjunto de tres cócteles. Para algunos participantes, estaban completamente libres de alcohol, mientras que para otros, contenían niveles moderados o altos de alcohol. Por supuesto, ellos no sabían qué estaban recibiendo, lo que servía para que se manipulasen sus expectativas de cuánto se iban a emborrachar.

Después se dividieron en parejas y les pidieron que sazonaran un plato de puré de patatas con salsa picante y sal, que debían servir a su pareja (sí, así de intrincada era la prueba). La pareja a la que tenían que servir el plato, desconocida para ellos, era en realidad un actor que se comportaba de manera muy hostil. La mejor manera de vengarse era, lógicamente, echando mucho picante al plato. Lo sorprendente vino después: los participantes que creían que habían bebido los cócteles más potentes fueron los que sirvieron la salsa más picante a sus compañeros, y daba igual el contenido real del alcohol, sino que en su comportamiento importaba mucho más lo que creyeran.

Las profecías se cumplen: si alguien pensaba que el alcohol lo relajaba y le ayudaba a sociabilizar, era probable que eso sucediera

Se han realizado pruebas parecidas sobre los efectos que el Red Bull mezclado con alcohol: en general, las personas que toman este tipo de cócteles tienen una percepción mayor de que se emborracharán. Otra investigación que seguía durante 30 días a un grupo de personas que consumían alcohol les pasó un cuestionario para saber qué expectativas tenían cuando bebían alcohol (sentirse más alegres, sexys, sociables, tranquilos, valientes...).

Tras seguirlos durante un mes, descubrieron dos cosas: si los participantes tenían asociaciones positivas con el alcohol, es probable que bebieran más, por un lado. Por otro, las expectativas también eran fundamentales: si alguien pensaba que el alcohol lo relajaba y le ayudaba a sociabilizar, era probable que eso sucediera, o si creía que con bebiendo se volvería más arriesgado, sucedía lo mismo. Llegaron a la conclusión de que al final importaba más las expectativas que la cantidad de alcohol consumida.

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Es algo bastante común. Por poner otro ejemplo: uno de los primeros estudios que manipuló el vino deliberadamente descubrió que una copa barata se vuelve mucho más agradable al paladar cuando se le asegura a los participantes que su precio es más alto. Varias investigaciones han llegado a la conclusión de que si nos encontramos en una cata y nos dan un vino con un precio elevado, inmediatamente lo encontraremos mejor. En resumen, somos seres falibles y, como tales, fáciles de manipular. Así que la próxima vez que veas que tu mejor amigo está demasiado borracho para haberse bebido tan solo dos copas de vino, piensa que quizá está sacando ese lado de sí mismo que nunca se atreve a sacar. O que le han engañado con una botella de vino particularmente cara.

En alguna ocasión, siendo niño y observando a tus mayores, seguro que jugaste a 'los borrachos' con tus amigos, empujándoos y caminando como si realmente estuvieseis ebrios aún sin haber probado una gota de alcohol. Después, de mayor, cuando acudiste a una fiesta quizá te sorprendió la rapidez con la que algunas personas a las que no habías visto beber en ningún momento se ponían 'pedo'. Te preguntaste, quizá, si se trataba de un mecanismo de defensa para encontrarse más cómodos dentro de la fiesta, una excusa para hacer y decir lo que se les pasaba por la cabeza, o si realmente se emborrachaban con poco.

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