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Por qué cuesta tanto dejar de lado a los amigos tóxicos
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RELACIONES HUMANAS

Por qué cuesta tanto dejar de lado a los amigos tóxicos

Las amistades que formamos con otras personas las elegimos. Sin embargo, en ocasiones estas relaciones acaban degenerando y volviéndose insoportables, pero seguimos en ellas. ¿Por qué?

Foto: Fuente: iStock
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En teoría, las amistades las elegimos. Es decir, los amigos, a diferencia de los familiares, son aquellas personas que elegimos porque nos reportan sentimientos positivos: complicidad, seguridad, alegría, diversión, confianza... pero sería un error no admitir que también, en ocasiones, nos hacen daño. Las discusiones, siempre que sean razonables y bien argumentadas, son positivas, pues una vez superados ciertos baches el lazo tiende a reforzarse. Sin embargo, en muchas ocasiones y sin que nos demos cuenta, hay algunos vínculos que terminan por hacernos más mal que bien, y es en esos momentos en los que más vale cortar por lo sano por el bien de nuestra estabilidad mental y emocional.

Por otro lado, ninguna persona es blanco o negro. Aunque evidentemente si nos gusta estar rodeados por ellas nos reportan más bienestar que malestar, las relaciones que mantenemos con las personas suelen sufrir altibajos o, como mínimo, estar plagadas de sentimientos encontrados. Con nadie tenemos tantas cosas en común como con un buen amigo, sin embargo hay veces que precisamente aquello que une a las personas es lo que tiende a separarlas.

Foto: Una mujer sentada en un parque de la Barceloneta. (Reuters/Albert Gea) Opinión

Los vínculos sociales y emocionales son muy difíciles de entender y desentrañar. Por ello, están plagados de contradicciones. Julianne Holt-Lunstad, profesora de psicología y neurociencia en la Universidad Brigham Young en Utah, es una de las especialistas a la que más le han interesado este tipo de relaciones basadas en un tira y afloja continuo que, en ocasiones, es mejor dejar atrás. Ella las llama "relaciones ambivalentes", ya que se caracterizan por generar sensaciones positivas y negativas, generando un estado de caos y confusión en el individuo que puede llegar a hacerse bastante perjudicial para su salud mental y emocional. También en el apartado físico.

Sentimientos contradictorios

En concreto, Holt-Lunstad descubrió que estas relaciones ambivalentes se asociaron con una propensión a sufrir un mayor estrés o problemas cardíacos. El propio hecho de recibir noticias suyas o pensar en ellos, provocaba reacciones físicas notorias, como un aumento de la frecuencia cardíaca y la presión arterial. De ahí posiblemente que sean tan adictivas o difíciles de dejar atrás, puesto que "la presión arterial aumentaba más en presencia de amigos ambivalentes que con personas que a los sujetos no les atraían de forma activa".

Alrededor del 60% de nuestro esfuerzo social y emocional va destinado solamente a 15 personas, y un 40% del mismo a las cinco más importantes

"Es una mezcla explosiva de positividad y negatividad", describe la neurocientífica en un artículo de 'The Guardian'. "Puede que no seas consciente de lo que verdaderamente obtienes de ellas, o también de que te preocupas por esa persona en exceso cuando la situación se vuelve mala y duele mucho más". Entonces, ¿hay manera de distinguir entre aquellos lazos por los que merece la pena luchar a pesar de las dificultades o sería mejor cortar de inmediato con aquellas personas que en algún momento nos hacen daño?

Algunos psicólogos expertos como Sam Owen, especializado en el mundo de las relaciones, asegura que la clave pasa por prestar atención a las sensaciones que tienes cada vez que estáis juntos. Aunque evidentemente puedan fallar por su naturaleza subjetiva, habrá que recalar también en la comunicación no verbal que se desprende de cada interacción. "Las sensaciones te pueden dar una pista de lo lejos o cerca que está esa persona de tu vida", opina. "Si con frecuencia te sientes tenso o desmoralizado con su presencia, puede ser un indicio de que realmente no está en tu equipo".

¿Cuántas amistades podemos mantener?

Robin Dunbar, profesor de psicología evolutiva en la Universidad de Oxford, va más allá, asegurando que tan solo podemos mantener un total de 150 amistades como máximo, lo cual, para alguien que no disponga de muchas afinidades, resulta abrumador. El punto está en que no invertimos con ninguno de ellos la misma cantidad de tiempo o el mismo grado de cercanía emocional. Según un estudio suyo, alrededor del 60% de nuestro esfuerzo social total va destinado solamente a 15 personas, y un 40% del mismo a las cinco más importantes.

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Aunque podamos sentirnos muy unidos a alguien, las personas y las circunstancias cambian, de ahí que lo más natural sea que este tipo de relaciones no se mantengan estables con el tiempo. Normalmente te sueles parar a pensar en si de verdad quieres seguir contribuyendo a alimentar un vínculo o mejor dejarlo ahí, tal y como está, y esperar a que el tiempo o la situación os vuelvan a juntar.

En relaciones en las que existe una marcada cercanía física o geográfica (como por ejemplo ser compañeros de piso o vivir en el mismo barrio), abandonar una relación amistosa que se ha vuelto tóxica es, lógicamente, mucho más difícil. Aun así, es frecuente encontrar, tanto en relaciones de amistad como de pareja el típico argumento de "ya hemos invertido y superado muchas pruebas" para seguir con la relación. En estos casos, lo mejor es ser consecuente y volver a reflexionar sobre si el lazo os devuelve más bienestar que malestar, y actuar en consecuencia.

En teoría, las amistades las elegimos. Es decir, los amigos, a diferencia de los familiares, son aquellas personas que elegimos porque nos reportan sentimientos positivos: complicidad, seguridad, alegría, diversión, confianza... pero sería un error no admitir que también, en ocasiones, nos hacen daño. Las discusiones, siempre que sean razonables y bien argumentadas, son positivas, pues una vez superados ciertos baches el lazo tiende a reforzarse. Sin embargo, en muchas ocasiones y sin que nos demos cuenta, hay algunos vínculos que terminan por hacernos más mal que bien, y es en esos momentos en los que más vale cortar por lo sano por el bien de nuestra estabilidad mental y emocional.

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