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Por qué los símbolos mágicos como los del tarot siguen fascinándonos
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Por qué los símbolos mágicos como los del tarot siguen fascinándonos

Las cartas que nos dicen cómo será nuestro futuro han llamado la atención de crédulos, artistas, nobles y adolescentes amantes de las redes sociales. ¿Qué tienen?

Foto: Fuente: iStock.
Fuente: iStock.

En un mundo cada vez más tecnológico y secularizado es curioso que la magia siga formando parte de nuestra vida. Espíritus o destinos marcados en las estrellas, casi todos tenemos alguna creencia más o menos paranormal que confirma que los seres humanos no solo somos carne y huesos, sino seres profundamente trascendentales. La diferencia es que, si antes creíamos que los fenómenos que no podíamos entender formaban parte de un plan manejado por un ser superior, ahora aportamos un poco de ciencia para seguir creyendo en ellos: la prueba más clara está en las aplicaciones para el móvil del horóscopo. Tecnología y espiritualidad, unidas.

¿Por qué seguimos creyendo en ese componente mágico que aporta sal a nuestra vida? Por un lado, porque queremos creer que hay algo de verdad en ese destino forjado a fuego en las estrellas. Pocas cosas han cambiado: antes la gente acudía al Oráculo de Delfos a conocer su futuro, ahora una pitonisa puede acertar qué te sucederá leyendo el Tarot en la televisión. Una explicación bastante certera, por lo menos para los incrédulos, es la que se sustenta en el efecto Barnum Forer: las personas dan voluntariamente su aprobación y aceptación a las interpretaciones de su personalidad, pues creen que viene de una fuente fiable. En otras palabras, aceptan como propias generalizaciones que podrían ser válidas para cualquier individuo y con las que todos podemos sentirnos identificados.

El psicólogo Bertram Forer estaba convencido de que todas las personas aceptan como suyas las descripciones de personalidad vagas y ambiguas

El efecto Barnum Forer, así como su nombre, se lo debemos al psicólogo Bertram Forer, el cual estaba convencido de que todo el mundo (o la mayoría de las personas) acepta como suyas esas descripciones de personalidad vagas y ambiguas. En 1948 llevó a cabo un curioso experimento con un grupo de alumnos: un test de personalidad. A cada uno de ellos le entregó un papel en el que había escrito un grupo de afirmaciones sobre cada uno (ejemplo: "buscas que te admiren, pero también tiendes a ser muy crítico contigo mismo"). Los alumnos tenían que validar si estaban de acuerdo con las descripciones en una escala del 0 al 5. La nota promedio fue 4, pues en general todo el mundo estuvo bastante de acuerdo con las descripciones que se habían hecho. El único problema era que Forer no había hecho descripciones personalizadas sobre cada alumno, sino que había entregado la misma vaga descripción a toda la clase.

placeholder Fotograma de 'Cleo de 5 a 7'.
Fotograma de 'Cleo de 5 a 7'.

Pero el misticismo del Tarot se encuentra también en su propia idiosincrasia, no solo en lo que nos cuentan las cartas. Como explica un reciente artículo publicado en 'BBC', lleva años siendo una especie de 'musa' para muchos artistas: si miramos las cartas del Tarot de los últimos 600 años así como su evolución veremos cómo han sido una fuente de inspiración para crear arte. Aparecen en 'Cleo de 5 a 7' de la directora Agnès Varda, Salvador Dalí creó su propia baraja, Andy Warhol también las usa en una película con la Velvet e incluso el director de vestuario de la reciente 'Dune' ha asegurado que le sirvieron para concebir los diseños de la película.

Las cartas más antiguas son las de la baraja Visconti-Sforza, que se remontan a la Italia del siglo XV y reproducen a los miembros de ambas familias además de ofrecer una visión de la vida nobiliaria del Renacimiento en Milán

Si según la teoría del inconsciente colectivo de Jung existen una serie de arquetipos que todos compartimos, que van desde el Anciano (un clásico de la literatura europea) a la Madre, probablemente las cartas del Tarot son una de las primeras muestras de estos arquetipos. Las cartas más antiguas son las de la baraja Visconti-Sforza, que se remontan a la Italia del siglo XV y reproducen a los miembros de ambas familias además de ofrecer una visión de la vida (noble, claro) del Renacimiento en Milán. En un principio el Tarot se concibió para jugar, y fue más tarde cuando finalmente se convertiría en una herramienta de adivinación.

Los arquetipos se repiten (u originan) en estas cartas, yendo desde El Loco a La Emperatriz. Aunque después surgieron otras barajas como la de Cary-Yale o la de Pierpont-Morgan Bergamo, probablemente la más famosa para el público general sea la que el ocultista Arthur Edward Waite encargó en 1909 a Pamela Colman Smith. Leonora Carrington también creó su propia baraja, nada raro pues no solo los artistas, sino todos en general llevamos siglos fascinados con el simbolismo esotérico, desde el pentáculo al trébol, pasando por el ojo turco (Nazar) o la Mano de Fátima (Jamsa), símbolos que incluso hoy la gente adquiere y porta consigo.

Nos encontramos en un momento en el que sentimos que no tenemos el control y nos sentimos impotentes

El interés por los símbolos mágicos y el Tarot, como decíamos al principio, ha llegado a las redes sociales, donde las generaciones más jóvenes aúnan a la perfección la tecnología y la espiritualidad.

Según los expertos, la razón por la que ha aumentado este interés en los últimos años es la de siempre: nos encontramos en un momento en el que sentimos que no tenemos el control y nos sentimos impotentes, ya sea porque no podemos controlar la pandemia o el cambio climático. Gravitamos entonces hacia herramientas que nos hacen pensar que tenemos control sobre nosotros mismos, que podemos cambiar nuestras vidas y estamos conectados con algo más grande que ellas. La magia vive, la lucha sigue.

En un mundo cada vez más tecnológico y secularizado es curioso que la magia siga formando parte de nuestra vida. Espíritus o destinos marcados en las estrellas, casi todos tenemos alguna creencia más o menos paranormal que confirma que los seres humanos no solo somos carne y huesos, sino seres profundamente trascendentales. La diferencia es que, si antes creíamos que los fenómenos que no podíamos entender formaban parte de un plan manejado por un ser superior, ahora aportamos un poco de ciencia para seguir creyendo en ellos: la prueba más clara está en las aplicaciones para el móvil del horóscopo. Tecnología y espiritualidad, unidas.

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