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El año en el que se canceló la Navidad (y los problemas que vinieron después)
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Inglaterra, 1640

El año en el que se canceló la Navidad (y los problemas que vinieron después)

En el siglo XVII las festividades de Navidad, Pascua y Pentecostés fueron declaradas ilegales. La prohibición permaneció en vigor hasta que se restauró la monarquía

Foto: Fuente: iStock.
Fuente: iStock.

En la situación actual nuestras Navidades parecen tambalearse peligrosamente. La movilidad parece variar en función de la comunidad autónoma, así como el número de comensales que podrán sentarse a la mesa, y esta información parece cambiar cada día, pues los más temerosos preveen un crecimiento exponencial de los casos durante estas vacaciones que nos llevaría, irremediablemente, a una tercera ola.

Las vacaciones de Navidad parecen intocables. Si echamos un vistazo a la historia, alrededor de 1914 se produjo la llamada Tregua de Navidad entre los soldados que combatían en las trincheras durante la Primera Guerra Mundial: en la semana previa al 25 de diciembre, soldados franceses, alemanes y británicos cruzaron las trincheras para intercambiar saludos, juegos, charlas e incluso para cantar villancicos. Es uno de los mayores ejemplos de cómo una celebración puede ser más importante que cualquier situación temporal.

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Por ello, quizá, muchas personas sean tan reacias a realizar ese esfuerzo que supondría adaptar las vacaciones a la pandemia. No obstante, no es la primera vez que unas Navidades se cancelan. A mediados del siglo XVII los puritanos ganaban terreno en el Parlamento británico, hasta que finalmente esto terminaría con la ejecución del rey Carlos I Estuardo.

El Parlamento aprobó una ley u ordenanza en la que se recomendaba a los ciudadanos que se comportasen con "la más solemne humildad"

Todo esto derivó en una legislación en contra del catolicismo, centrada en prohibir las celebraciones de Navidad. De hecho, en los primeros años de la década de 1640, el Parlamento aprobó una ley u ordenanza en la que se recomendaba a los ciudadanos que se comportasen con "la más solemne humildad".

Foto: Mariah Carey (REUTERS Mario Anzuoni)

La cosa fue a mayores cuando en 1644 las festividades de Navidad, Pascua y Pentecostés fueron declaradas ilegales, algo que muchos achacan a la presencia cada vez mayor de Cromwell en el Parlamento. La prohibición permaneció en vigor hasta que se restauró la monarquía en 1660. Sin embargo, estos cambios no fueron aceptados de forma pacífica por la población: en esa época el país se encontraba dividido por una guerra civil entre los puritanos y los defensores del rey Carlos I. Estos últimos se negaron a cumplir esa ley que prohibía la celebración de la Navidad. Incluso en zonas leales al Parlamento (Londres) se produjeron motines.

Los peores disturbios se produjeron 1647, cuando los ciudadanos desobedecieron las ordenanzas celebrando la Navidad y atacando las tiendas que habían abierto el 25 de diciembre

Como cuenta el doctor Stephen Roberts, director de Historia en el Parlamento británico, en 'BBC': "La razón por la que los puritanos estaban en contra de la Navidad fue, principalmente, porque pensaban que había perdido su esencia de celebración del nacimiento de Cristo y se basaba más en un motivo de celebración pagano y secular, en el que la gente solo intentaba festejar y pasarlo bien". Los peores disturbios se produjeron 1647 en ciudades como Londres, Canterbury o Norwich, donde los ciudadanos desobedecieron las ordenanzas celebrando la Navidad y atacando las tiendas que habían abierto el 25 de diciembre.

"En Canterbury fueron especialmente fuertes los motines", apunta Roberts. "El alcalde de la ciudad era puritano y decretó que el mercado debía quedar abierto el 25 de diciembre, lo que provocó graves desórdenes que incluso tuvieron consencuencias políticas". Cuando la monarquía volvió en 1660, después de años de restricciones republicanas, se quemaron (literalmente) esas ordenanzas del Parlamento y la Navidad volvió a la vida británica. Hasta ahora, que veremos qué nos deparan las próximas fiestas a punto de celebrarse. Por lo menos sabemos que no es la primera vez en la historia del ser humano en la que se tambalean unas fiestas.

En la situación actual nuestras Navidades parecen tambalearse peligrosamente. La movilidad parece variar en función de la comunidad autónoma, así como el número de comensales que podrán sentarse a la mesa, y esta información parece cambiar cada día, pues los más temerosos preveen un crecimiento exponencial de los casos durante estas vacaciones que nos llevaría, irremediablemente, a una tercera ola.

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