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Los factores que provocan que el tiempo se te pase más rápido o más lento
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PSICOLOGÍA TEMPORAL

Los factores que provocan que el tiempo se te pase más rápido o más lento

¿Por qué experimentamos la sensación de que el tiempo vuela y luego, en retrospectiva, recordamos ese momento como más duradero que los que fueron aburridos? Todo sobre el tiempo subjetivo

Foto: Foto: iStock.
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"El tiempo está fuera de quicio", decía el personaje de Hamlet en la famosa obra de Shakespeare. Si algo hemos descubierto estos últimos meses, además de tener la certeza de que no somos omnipotentes y que algo tan microscópico como un virus puede detener todo nuestro sistema, es lo muy subjetivo que resulta el paso del tiempo. Aunque haya un solo reloj conectado a un satélite que establezca las horas en distintas partes del mundo, el tiempo corre más deprisa o más lento dependiendo de nuestra experiencia individual. Y en este caso, seguro que no es lo mismo haber pasado la cuarentena en un lujoso chalet privado con piscina, jardín y un enorme salón que en un piso de 80 metros cuadrados de un barrio a las afueras.

Diríamos entonces que hay dos tipos de tiempo que se relacionan entre sí: el oficial, que es para todos, y el subjetivo, que alude a la sensación personal de rapidez o lentitud a la que pasan esas horas, minutos y segundos. Y evidentemente, este último depende de muchos factores, tanto mentales, sociales e incluso económicos. El cerebro puede estirar o comprimir la sensación del tiempo cuando experimenta placer, dolor, miedo o preocupación. También por la edad, ya que existe una razón científica muy curiosa por la cual cuanto más mayor te haces, más rápido pasa.

Se trata de una relación paradójica: aquellos instantes que se pasaron 'volando' son también aquellos que recordamos como más prolongados

Campos como el de la filosofía, la psicología o la neurociencia llevan mucho tiempo analizando los factores que influyen en la percepción que tenemos del tiempo. La ciencia ya ha demostrado que aquellos que poseen un nivel de vida más alto suelen vivir más años que aquellos que tienen unos ingresos más bajos. Ahora, un nuevo estudio profundiza en cómo nuestra sensación temporal aumenta o disminuye en base a la cantidad de experiencias variadas y novedosas que podemos cosechar y que amplifican esta sensación a medida que el cerebro humano las procesa y colecciona en su memoria. Esto, a su vez, redunda en cómo aquellos que se ganan la vida en un trabajo que les estimula, además de poder disfrutar de más vacaciones y de tiempo libre, recordarán haber vivido más tiempo que aquellos que viven presos de la monotonía.

"Aunque el tiempo vuela cuando te lo pasas bien, una vez que lo recuerdas, parece que estos momentos divertidos se antojan como más duraderos que los que fueron más aburridos", asegura Jørgen Sugar, investigador de la Universidad de Ciencia y Tecnología de Noruega, en un interesante artículo sobre el tema publicado en 'National Geographic'. Se trata de una relación paradójica: aquellos instantes que se pasaron 'volando' son también aquellos que recordamos como más prolongados. Lo cierto es que la ciencia está dividida a este respecto: mientras que algunos piensan que este tiempo subjetivo es imposible de medir o estudiar, otros están convencidos de que el número de actividades nuevas que cosechamos a lo largo de nuestra vida y el volumen de nuestros ingresos económicos afecta a cómo percibimos la temporalidad.

En busca del tiempo perdido

El estudio del tiempo subjetivo tiene un largo recorrido. Los antiguos griegos ya reflexionaron en torno a él pero no fue hasta el siglo XIX cuando empezó a tener una importancia notoria para psicólogos y filósofos. En la década de 1950 se descubrió la parte concreta de nuestro cerebro en la que se aloja nuestra consciencia temporal: el lóbulo temporal medial. Todo gracias a un intrusivo tratamiento contra la epilepsia que se basó en extirpar partes del cerebro a los pacientes. En concreto, fue el de un enfermo llamado Henry Molaison, quien después de ser curado, empezó a notar que era incapaz de almacenar nuevos recuerdos a largo plazo.

El cerebro no quiere perder el tiempo memorizando momentos aburridos, sino que crea más recuerdos cuando sus acciones fueron libres o variadas

Sugar y su equipo realizaron un experimento en ratas para conocer el modo en el que cerebro se activa para crear recuerdos. Así, los investigadores conectaron unos electrodos a las mentes de las ratas y las sometieron a diferentes pruebas. En un primer momento, metieron a estos animales en una caja en la cual se podían mover de forma completamente libre para más tarde apartarlas a una 'zona de descanso' en la que permanecían quietas. En el segundo experimento, las hicieron correr por un laberinto con forma de ocho. Cuando las ratas seguían correctamente los turnos, obtenían una galleta como recompensa.

De esta forma, los científicos noruegos descubrieron que la actividad cerebral cambiaba dependiendo de lo que hacían las ratas. Cuando corrían libres, aparecían nuevos códigos de tiempo más rápidos que cuando estaban en reposo o atravesando el laberinto por enésima vez. Por ello, según Sugar, "el cerebro no quiere perder el tiempo memorizando momentos aburridos, repetidos o no esenciales, las ratas crearon más recuerdos cuando sus acciones fueron libres, estimulantes o variadas".

Foto: Ese momento en el que el pasado, presente y futuro confluyen. (iStock)

Si lo extrapolamos a los humanos, ¿qué es lo que diferencia un tiempo divertido de uno aburrido? Precisamente eso: nuestra capacidad para recordarlo. Por ejemplo, un estudiante que atiende a una conferencia: si le aburre tendrá una sensación temporal en el presente muy larga, mientras que si le resulta interesante el tiempo pasará rápido. Sin embargo, una vez pasen los días, aquella charla que se le hizo tan monótona y tan larga ya no tendrá apenas espacio en la memoria, al contrario que aquella que le resultó tremendamente interesante, puesto que aunque pasó como un suspiro, en retrospectiva se le antojará más duradera, porque la recuerda mejor.

Tiempo precario, vidas precarias

Los humanos creamos narrativas internas sobre nosotros mismos. Cada mañana, cuando nos levantamos, recogemos a nuestro 'yo' ahí donde le dejamos la noche anterior. Y entonces, recordamos. Seguramente aquellos que hayan cosechado experiencias más diferentes, tanto buenas como malas, tengan una percepción temporal mucho más larga que aquellos que han vivido en la monotonía. Esto, de alguna manera, nos hace adquirir una sensación de control sobre nuestro tiempo, ya que si nos aburrimos caemos en la inercia de las horas, minutos y segundos, sintiendo que no podemos hacer nada para que el tiempo pase más rápido.

Nuestra percepción del tiempo acaba siendo determinada por razones socioeconómicas: al fin y al cabo, el tiempo es oro hoy más que nunca

En esto influye mucho el nivel económico. Es muy probable que aquellos que no hayan tenido la oportunidad de escoger la forma más placentera de ganarse la vida acaben en trabajos que nadie quiere realizar o contentándose con empleos que están muy por debajo de sus capacidades. En esto vale la pena incidir como rasgo distintivo de nuestra época, ya que son muchos los jóvenes que se formaron en carreras universitarias y másteres siguiendo su vocación para más tarde darse de bruces con la cruda realidad de un mercado muy competitivo y al que es muy difícil acceder, o bien acaban en algo relacionado con su profesión ideal que para nada resulta ser como pensaban o cuyas condiciones son tan precarias que no pueden permitírselo.

Foto: Un camarero, en una terraza de Barcelona. (EFE)

Por tanto, podemos deducir que nuestra percepción del tiempo acaba siendo determinada no solo por razones subjetivas, sino también por nuestra situación socioeconómica. Al fin y al cabo, el dinero es tiempo, de ahí que el sueldo se mida en relación a las horas que debes pasar en un empleo, y aquellos afortunados que gozan de un buen margen de ahorro cada mes podrán invertirlo en formarse en alguna profesión que verdaderamente les apasiona y que les hará vivir mejor o, como mínimo, en unas excelentes vacaciones repletas de nuevas experiencias. En todo caso, invertirán su presupuesto en una 'cosecha de tiempo' en el que recrearse a sí mismos y para que desaparezca esa sensación de tener que estar alquilando horas, minutos y segundos de su vida para poder sobrevivir.

"El tiempo está fuera de quicio", decía el personaje de Hamlet en la famosa obra de Shakespeare. Si algo hemos descubierto estos últimos meses, además de tener la certeza de que no somos omnipotentes y que algo tan microscópico como un virus puede detener todo nuestro sistema, es lo muy subjetivo que resulta el paso del tiempo. Aunque haya un solo reloj conectado a un satélite que establezca las horas en distintas partes del mundo, el tiempo corre más deprisa o más lento dependiendo de nuestra experiencia individual. Y en este caso, seguro que no es lo mismo haber pasado la cuarentena en un lujoso chalet privado con piscina, jardín y un enorme salón que en un piso de 80 metros cuadrados de un barrio a las afueras.

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