Es noticia
Las islas que España sigue teniendo en Oceanía y otros territorios curiosos del país
  1. Alma, Corazón, Vida
tierras de nuestra tierra

Las islas que España sigue teniendo en Oceanía y otros territorios curiosos del país

España tiene más de una docena de enclaves repartidos por todo el mundo y algunos con ciertas peculiaridades de las que no somos conscientes

Foto: Fuente: iStock
Fuente: iStock

Si habito en tu memoria, no estaré solo…

Mario Benedetti.

En la actualidad, España tiene más de una docena de enclaves repartidos por todo el mundo y algunos con ciertas peculiaridades , en territorio propio (peninsular) sin que seamos realmente conscientes de ello. La expropiación de nuestras posesiones durante la Guerra de Cuba no fue el colapso de nuestra nación; nos dejó benévolamente "el amigo americano" algunas cuantas cosillas que en su cartografía depredadora no estaban registradas. Casi nos dejan con con una mano delante y otra detrás, pero para más inri – y esto es algo que muchos españoles no conocíamos ni por asomo-, adicionalmente nos dejaron un pufo de unos tres billones de euros por los préstamos jamás cobrados de la ayuda militar con la que les asistimos durante su guerra de la independencia (a día de hoy incobrable definitivamente); porque aparte de su desfachatez de tahúres ¿quién le pone el cascabel al gato?

Por Oceanía tenemos algunas islas perdidas que podrían servirnos de solaz ante la saturación turística que padece (para bien) nuestro país, segunda potencia mundial en este arte de seducir al personal con una gastronomía cum laude, una arquitectura histórica espectacular y una hospitalidad inigualable. Lamentablemente en los balances contables de nuestra geografía nacional hay más agujeros negros que en toda la galaxia junta

Las islas españolas del Océano Pacifico, con el tiempo y la indiferencia peninsular se fueron agostando en el olvido

Los sucesivos gobiernos españoles muy dados a la estulticia y por ende a un peculiar deterioro cognitivo en el que una original selección natural inversa, presidida por un majadero gen recesivo, amo absoluto de esta patria de sainete y patinete, hace del cada vez más reducido predio patrio --en su época imperio inabarcable e imbatible--, hoy, una corrala ingobernable y navajera. El notorio vacío craneal de estos mendaces gobernantes no solo susurra una sórdida cacofonía (el eco de la nada), instalada en sus seseras, si no que no promete esperanza a corto plazo y sí unas buenas sobredosis de desasosiego. En resumen, hombres grises con una retórica que huele a cloroformo que nos condenan a padecer estoicamente su incompetencia y negligencias viviendo a cuerpo de rey mientras una buena mayoría de ciudadanos se comen los mocos como si de espaguetis se trataran. A falta de pan, buenas son tortas.

Pero yendo al grano… Las islas españolas del Océano Pacifico, con el tiempo y la indiferencia peninsular se fueron agostando en el olvido. En aquel profundo e inabarcable Océano al este de nuestra patria –kindergarden, hubo posesiones no enajenadas ante la sempiterna codicia norteamericana y que tampoco fueron vendidas a los alemanes tras el Tratado Hispano Germano de 1899. Es probable que algún negociador ibérico” Pata Negra “les colase a estos chorizos doctorados de allende el Atlántico, un gol por la escuadra y de chilena.

Tenemos cuatro islas perdidas en medio de la nada que a día de hoy siguen siendo -jurídicamente- españolas puesto que España no las vendió ni cedió en momento alguno. Estas islas o paradisíacos atolones, más bien, siguen ahí en un limbo meta legal por el cual los nativos no saben si deben de reivindicarse como repúblicas cocoteras, pegar un telefonazo a sus antiguos amos coloniales, esperar a ver qué pasa o andar de puntillas pasando desapercibidos. Estas islas son las Güedes, Ocea, Coroa y Pescadores, hasta hoy, todavía españolas. Adicionalmente, para alimentar este esperpento, ni siquiera figuran en ningún mapa nacional, tal vez porque de tan pequeñas y alejadas que son, los miopes funcionarios del ministerio de exteriores o para el caso, los políticos elegidos para tomar decisiones sobre este galimatías ni están ni se les espera. O todavía peor, es probable que ni siquiera sepan de su existencia.

Tenemos cuatro islas perdidas en medio de la nada que a día de hoy siguen siendo españolas puesto que España no las vendimos en momento alguno

Pero cambiando un pelín de tercio, la cosa no acaba ahí. En una periferia más cercana, tenemos a Andorra, con gobierno compartido con nuestros honorables vecinitos franceses. - La primera mención documentada sobre Andorra data del año 843. Es un precepto del emperador Carlos el Calvo, llamado así por las filigranas extramatrimoniales a las que era muy asiduo y que perdió de un susto su hermosa cabellera en una vertiginosa caída de pelo cuando su parienta le pilló in fraganti en el lecho nupcial con una sirvienta; se dice que desde entonces no levantó cabeza. El citado alopécico y su fiel compinche de correrías, un tal Sunifredo, por aquel entonces conde de Urgell, dieron en comenzar una sana tradición, tal que es la de la cogobernanza de este pequeño territorio de menos de 500 km 2 llamado hasta hoy, Andorra.

Pero este paraíso cubierto por un 90% de masa forestal en medio de Europa, no es la única pieza este collar añejo que nuestra antigua nación luce con esa elegancia propia de las señoras ya entradas en años. Por ahí está el enclave de Llivia; una anomalía geográfica más que rara. Por uno de esos extraños dislates de la historia, Llívia es una isla terrestre española rodeada de tierra francesa a unos ocho kilómetros de Puigcerda en los Pirineos orientales. Una antigua, estrecha y cuidada carretera, atraviesa territorio galo en un extraño ejercicio de surrealismo.

Llívia es una isla terrestre española rodeada de tierra francesa a unos ocho kilómetros de Puigcerda en los Pirineos orientales

El Tratado de los Pirineos de 1659, puso fin al conflicto iniciado en 1635, durante la Guerra de los Treinta Años por el que España entregaría a Francia una treintena de pequeños pueblos y aldeas en zona oriental de la Cerdaña, pero esta curiosa anomalía llamada Llívia escapó del expolio pues ostentaba el título de villa; privilegio otorgado por el emperador Carlos V, y gracias a ello continuó bajo dominio de la Corona española. Anteriormente, toda esta zona había pertenecido al Imperio Carolingio dentro de su política militar de crear estados tapón en las cercanías de los Pirineos para que en caso de una nueva invasión árabe actuaran como un colchón.

Para darle más sabor a esta macedonia de anomalías, hablaremos de Orduña. Orduña es la única ciudad que hay en Vizcaya pues Bilbao es una Villa fundada por Don Diego Lope de Haro. Es una paradoja, sí, pero así es. En las crónicas de Alfonso III, allá por siglo VIII, ya hay referencias escritas sobre este particular. Orduña pasa a ser villa en 1229, con Don Lope Díaz de Haro (el sexto de la saga) a la sazón Señor de Vizcaya que fue quien le otorgó la carta puebla. Ya desde su fundación su importancia como enclave estratégico y comercial cobra una dimensión desmesurada con sus entonces 5.000 habitantes. Paso obligado de las transacciones castellanas con la exportación de la lana de La Mesta a los flamencos y posteriormente a los mercaderes de la Liga Hanseática. Esta circunstancia hace que hacia el año 1467 sea reconocida con el título de ciudad del Señorío de Vizcaya.

Lamentablemente todo lo que sube baja. Orduña pierde su condición de aduana comenzando su lento declive hacia 1841 cuando tras ser arrasada por la guerras carlista del momento y por el traslado de su eje vital administrativo hacia la costa, todo lo cual le hace perder su situación de privilegio que remata con la abolición de sus fueros tras la derrota de los carlistas. Para más “inri”, los golpistas de 1936 crean un campo de concentración que rellenan con más de 50.000 cautivos provenientes de Vizcaya y Guipúzcoa principalmente. Las infrahumanas condiciones generan una mortandad enorme. Orduña se convierte en sinónimo de horror.

En esta miscelánea tan extraña de deslocalizaciones vemos asimismo la peculiaridad del Rincón de Ademuz. Es un inventario de nostalgias, un material hecho de esperanzas. Muchos de sus pobladores debieron de emigrar a los lugares más industriosos de España y de Europa; fueron una auténtica diáspora; como una madre que con la melancolía presente, ve ir a sus hijos hacia una nueva vida. Es la Valencia castellana, quizás el único lugar del antiguo reino en el que se habla un castellano puro y sin chinchetas.

En esta miscelánea tan extraña de deslocalizaciones vemos asimismo la peculiaridad del Rincón de Ademuz

Desde el siglo XIV, en medio de este hermosísimo pueblo, una pequeña iglesia de tradición tardo románica mezclada de arcos apuntados al estilo gótico en su interior, alberga dos capillas laterales que escoltan dos joyas de orfebrería en piedra con unas solemnes bóvedas de crucería. El silencio es abrumador, es posible que el Altísimo en una de sus infrecuentes y estelares apariciones, esté presente en este pequeño templo. Es El Rincón de Ademuz, un pequeño enclave valenciano incrustado entre las provincias de Cuenca –Teruel. El tiempo que reside en este lugar respira como los yoguis; en paz, en armonía, en silencio. Nada se mueve y si algo lo hace, es a cámara lenta, un lugar muy apropiado para aquellos que desean que el tiempo se dilate y sentir las cosas con propiedad. Y luego, para colmatar el vaso, para rizar el rizo, nos queda lo de Anchuras.

Anchuras es un pequeño pueblo cuya zona periférica integra unos 300 km cuadrados y está medio inserto en la provincia de Ciudad Real. Pero tiene un problemilla desde in illo tempore. El ejército se quiso implantar allá ejerciendo todo tipo de presiones indirectas a través del conjunto de instituciones a su alcance, ya fuera local, autonómico o estatal. La cuestión era que había que abrir un polígono de tiro para la aviación sí o sí. Los lugareños tenían un cabreo importante ante una presión unilateral en la que se obviaba consultar a los interesados.

Anchuras, alejada por unos pocos kilómetros de la provincia de Ciudad Real, está comprimida entre las provincias de Toledo, Cáceres (tangencialmente) y Badajoz. Su fama, quizás le venga desde que se convirtió en un municipio muy conocido tras la decisión del gobierno de la nación de ubicar en sus tierras y las adyacentes un campo de entrenamiento para el Ejército del Aire (campo de tiro), concretamente el que no se había instalado en Cabañeros por la enorme oposición popular y de las determinantes acciones de los ecologistas. De esta manera, el Real Decreto del 20 de julio del año 1988 apuntaba a Anchuras como Zona de Interés prioritario para la Defensa. Ante la determinación de la casi totalidad del pueblo, en 1996 se derogaría dicho real decreto.

El amiguito Narcis se debió de quedar mirando para Belchite. Hubo un tiempo en el que el ministro de Defensa del momento, Narcís Serra, miembro de un PSOE muy entregado al establishment heredado, comentaba en un informe que tenía poca seriedad y menos calidad que un churro de feria, el escaso valor ecológico del área. Se hace necesario recordar que dicho ministro tenía un déficit visual importante y sus gafas en temporada estival podrían usarse para quemar sin esfuerzo cualquier bosque a su alcance o aniquilar a unos cuantos adversarios de la patria con su tecnología punta.

España, un país maravilloso donde suceden cosas extrañas de vez en cuando

Así se entiende, que pasara por encima de docenas de informes que calificaban esta zona trufada como un ecosistema por todo lo que la naturaleza puede darle a algo para ser bello. Anchuras y sus zonas aledañas están llenas de alcornoques y encinas, de olivares y fértiles terrenos que , aunque no dan para salir del agujero existencial, si alimentan bien a su población (unos 350 habitantes) y crean cierto grado de riqueza, aunque no para tirar cohetes.

Los vecinos, con el recordatorio de tiempos pasados, opusieron una gran resistencia hacia quienes no tuvieron consideración con ellos entonces ni ante este contencioso. El subalterno del ínclito Felipe González, no supo poner las banderillas con estilo.España, un país maravilloso donde suceden cosas extrañas de vez en cuando.

P.D. La peculiaridad del Condado de Treviño, fue un capítulo aparte aquí.

Si habito en tu memoria, no estaré solo…

El redactor recomienda