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¿Es ético pedir comida a domicilio durante la pandemia?
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¿Es ético pedir comida a domicilio durante la pandemia?

Los repartidores se han convertido en trabajadores esenciales durante la crisis del coronavirus, sin embargo, realizan su labor sin seguridad y en condiciones precarias

Foto: Fuente: iStock.
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Un chico pedalea bajo la lluvia, con un paquete más grande que él a sus espaldas. Otras dos personas, que bien podríamos ser cualquiera de nosotros, le observamos: "Oye, viéndole me han entrado ganas de pedirme una pizza", "no lo hagas, hombre, sus condiciones laborales son horribles. ¿No acabas de verlo?", "bueno, pero si nadie pidiera sus servicios no tendrían trabajo", concluye una de las dos voces. Elige tú a quién perteneces.

Es una dicotomía bastante frecuente en nuestra vida, igual que la eterna discusión de los niños que cosen balones o aquellas personas que confeccionan ropa en algún país al sur de Asia. Y el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra. ¿O nos arriesgamos a caer en la incoherencia, como algún diputado político que critica a un famoso empresario español pese a vestir la ropa que fabrica? Las empresas de reparto a domicilio han llegado a nuestras vidas para quedarse. Nos proporcionan comida a altas horas de la noche, cuando todo está a punto de cerrar y no queremos cocinar nada, también alcohol o incluso preservativos. Felicidad tangible.

Si pides comida a domicilio aumentas el riesgo de propagar el virus, pero si no lo haces, no apoyas financieramente a trabajadores y empresas

También lo hacen en los tiempos del coronavirus, por supuesto. Sin embargo, en la coyuntura actual, la ética parece diluirse un poco con ese paquete que llama a tu puerta. El reparto a domicilio sigue siendo un servicio esencial, pero, basándonos en nuestra moral: ¿es más adecuado en estos tiempos cocinar en casa o coger comida para llevar? Lo segundo parece más peligroso, pues significa aumentar el riesgo de propagar o contraer el coronavirus, pero por otro lado significa no apoyar financieramente a los trabajadores o las empresas, que podrían necesitar desesperadamente el dinero. ¿Qué opinan los implicados?

La precariedad del sector

"¿Cómo puede ser que seamos un servicio esencial y, sin embargo, nuestras condiciones de trabajo sean tan precarias?", es lo primero que apunta Daniel Gutiérrez, portavoz de 'Riders en lucha', a El Confidencial. La plataforma surgió hace tres años, cuando un grupo de exrepartidores decidieron unirse para dejar constancia de la terrible vulnerabilidad a la que está sometida el colectivo. "Con el virus, esta precariedad se ha acentuado. Las empresas no dan a sus trabajadores ninguna protección (ni mascarillas ni guantes) por lo que no hay ninguna garantía sanitaria. Además, tampoco nos forman para tomar las medidas correctas, lo cual es muy peligroso si tienes que ir a una casa en la que debes tocar un timbre, abrir una puerta..."

Insiste en que el reparto a domicilio no solamente pone en riesgo la salud de los repartidores, también de los clientes. "Al fin y al cabo, el 'rider' no sabe quién ha tocado la bolsa que lleva a una casa, cómo se ha preparado esa comida, él simplemente la transporta", apunta. Aunque no hay evidencias científicas de que el virus se transmita por los alimentos, siempre es buena idea, en caso de recibir un paquete a domicilio, desechar el paquete y lavarse las manos como prevención.

Como era de esperar, con la crisis del coronavirus, la demanda de comida a domicilio ha bajado, pues muchos comercios locales han cerrado y no hacen repartos, solo siguen abiertas las grandes cadenas. "Sin embargo, muchos compañeros se han negado a trabajar en estas condiciones, por lo que hay menos repartidores y, claro, el ritmo de trabajo es aún más alto", indica el portavoz.

Si somos trabajadores esenciales las condiciones tienen que ser acordes, por eso pedimos EPIS y formación para afrontar la crisis

Un repartidor tiene que estar al pie del cañón 40 horas semanales por 600 euros al mes. Es difícil compaginar esta labor, pues trabajan de lunes a domingo y en turnos partidos. "No culpamos al consumidor", explica Gutiérrez, "sino a las empresas y al Estado. Somos falsos autónomos, el Gobierno pierde cada año millones de euros en la Seguridad Social, que las empresas defraudan. Si nuestros trabajos son esenciales, las condiciones tienen que ir acompañadas, por eso pedimos EPIS y formación para poder afrontar esta crisis".

Todo esto coincide con un momento en el que Glovo ha reducido la tarifa base de sus repartidores a la mitad, aún en estado de alarma. "Imagínate, ahora para tener un sueldo normal, haciendo cálculos tendríamos que estar trabajando 70 horas a la semana", apunta el portavoz de 'Riders en Lucha'. Los trabajadores pasarán de recibir 2,5 euros por recogida a 1,25, lo que provocó la manifestación del pasado día 16 en Madrid, que fue rápidamente disuelta.

Somos falsos autónomos, el Gobierno pierde cada año millones de euros en la Seguridad Social que las empresas defraudan

Es difícil, por tanto, hablar de ética en estos momentos. Como indica Sarau Jarayman, director del Centro de Investigación de Trabajo de Alimentos en Berkeley, en un reciente artículo de 'The Atlantic': "La mayoría de los trabajadores en la actualidad probablemente te dirán que sigas pidiendo cosas a domicilio. No es porque no tengan miedo, por supuesto que lo tienen, pero ponen por delante el hecho de que tienen que comer y alimentar a sus hijos".

Mientras los riders de España exigen seguridad para poder trabajar en tiempos de pandemia, algunos se encuentran imágenes dantescas: un repartidor explicaba hace unos días en redes sociales cómo había tenido que ir a repartir una pizza a una casa para una familia. En la puerta, de manera tragicómica, colgaba un cartel dibujado por unas manos infantiles que rezaba una frase que ya conocemos todos a la perfección: "Esta crisis la superamos entre todos, #quédateencasa".

Con todos estos ingredientes (sociales, sanitarios y económicos) y en medio de estos tiempos tan excepcionales, en la mano de cada usuario está decidir cuál es la respuesta más adecuada a la hora de pedir comida a domicilio.

Un chico pedalea bajo la lluvia, con un paquete más grande que él a sus espaldas. Otras dos personas, que bien podríamos ser cualquiera de nosotros, le observamos: "Oye, viéndole me han entrado ganas de pedirme una pizza", "no lo hagas, hombre, sus condiciones laborales son horribles. ¿No acabas de verlo?", "bueno, pero si nadie pidiera sus servicios no tendrían trabajo", concluye una de las dos voces. Elige tú a quién perteneces.

Comida a domicilio
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