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Caballo Negro: el experimento de Harvard para cambiar tu vida (sin cambiar nada)
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Caballo Negro: el experimento de Harvard para cambiar tu vida (sin cambiar nada)

Desde hace dos años, un proyecto del Laboratorio para la Ciencia de la Individualidad intenta descubrir cómo se relacionan pasión y excelencia

Foto: El ganador que nadie esperaba. (iStock)
El ganador que nadie esperaba. (iStock)

La ciencia de la felicidad se reinventa día tras día, aunque a menudo no sea más que para contar lo mismo de siempre, de una manera más locuaz. Ha penetrado en todos los ámbitos de nuestra vida. El hogar, el trabajo, la amistad. Libros, películas e, incluso, algunas de las universidades más reputadas del mundo. Oxford tiene su cuestionario de la felicidad. Harvard, desde hace un par de años, alberga su proyecto sobre el éxito.

El proyecto Caballo Negro (“Dark Horse Project”) comenzó en la Facultad de Educación en mayo de 2017, en el Laboratorio para la Ciencia de la Individualidad (que no individualismo). La información que proporciona la página no es mucha, quizá porque desde el pasado otoño cualquiera puede acudir a una librería, gastarse unos 20 dólares en el libro ' Dark Horse: Achieving Success through the Pursuit of Fulfillment' y comprobarlo por uno mismo.

El investigador abandonó la universidad, tuvo dos hijos antes de cumplir los 30 y los sacó adelante gracias a las prestaciones sociales

“El Proyecto Caballo Negro es un estudio a largo plazo sobre cómo los hombres y mujeres alcanzan el éxito poniéndole riendas a su individualidad”, explica la página del centro a través de una apropiada metáfora equina. “La mayoría de las investigaciones tradicionales sobre el éxito se hacen la pregunta: '¿cuál es la mejor forma de conseguir el éxito?' En su lugar, nosotros nos preguntamos: '¿cuál es la mejor forma que tienes para conseguir el éxito?”

Detrás del proyecto se encuentran Ogi Ogas, neurocientífico computacional y actual “Jefe de Proyecto para el Proyecto de Dominio Individual” (una redundancia bastante ilustrativa) y el célebre Todd Rose, autor de 'Se acabó el promedio. Cómo tener éxito en un mundo que valora la uniformidad', editado en España por HarperCollins, y cofundador y presidente del Center for Individual Opportunity. Pero sobre todo, uno de los fracasados escolares más famosos de EEUU.

Su historia es, cuando menos, llamativa. Abandonó la universidad, tuvo dos hijos antes de cumplir los 30 y los sacó adelante gracias a las prestaciones sociales. Su padre fue quien le animó a encontrar lo que le motivase. Al final, terminaría en Harvard, estudiando precisamente qué es lo que hace a la gente motivarse.

No es casual que su primer libro ni el proyecto se centren en lo individual. Como explicaba Rose en una charla Ted (era carne de charla Ted), el gran problema de la economía moderna es ofrecer la misma educación para todos, lo que provoca que alrededor de 50.000 personas talentosas al año abandonen el sistema. El Proyecto Caballo Negro tiene una vocación similar: entender qué hace feliz a cada cual, no a todos. ¿La respuesta? “El éxito personalizado es una vida de realización y excelencia”. Con énfasis en el “y”.

Cambiar todo para dejarlo igual

El desarrollo del proyecto es sencillo: preguntar. “Para contestar nuestra pregunta, realizamos entrevistas personales con expertos de un amplio ramillete de profesiones”, explican. “Siempre buscamos nuevos expertos con los que ponernos en contacto, así que por favor hágannos saber si hay alguien con quien deberíamos hablar”. Lo necesario, que sean caballos negros. Da igual que sean “cantante de ópera, entrenadores de perros, estilistas, diplomáticos, carpinteros, arquitectos, astrónomos”.

Un caballo negro es aquella persona que ha logrado alcanzar el éxito, pero no a costa de su felicidad, sino gracias a ella

El músico Matthew Applegate, el productor Lars Winther ('Iron Man 3', 'Capitán América'), el director de orquesta Julius Williams, el afinador de pianos Phil Bondi o el embalsamador (sí, embalsamador) George Faggas. Todos ellos son caballos negros, que comparten una cualidad diferencial: haber tenido éxito contra todo pronóstico, o sin que nadie se hubiese fijado en ellos de antemano. El término proviene de lo nvela 'El joven duque' del político Benjamin Disraeli, en la que el protagonista perdía una apuesta ante un caballo oscuro en el que no se había fijado.

Para Rose y Ogas, un caballo negro es aquella persona que ha tenido éxito, pero no a costa de su felicidad, porque ha sido capaz de compatibilizar ambas cosas. “La mayoría de nosotros tenemos un concepto muy concreto de lo que es el éxito, y terminamos pensando en cosas como la riqueza, el estatus o el poder”, explicaba Rose en una entrevista con la 'CBS'. “Así que pensamos que debemos elegir entre eso o ser felices, y los caballos negros nos enseñan que no tenemos por qué elegir”.

placeholder Dark Horse
Dark Horse

El caballo negro recuerda lejanamente a aquellos cisnes negros de Nassim Nicholas Taleb, esos acontecimientos raros pero que causan gran impacto. En el caso del término de Rose y Ogas, no obstante, resulta extrañamente paradójico, porque los caballos negros no deberían obedecer a los cánones sobre el éxito y la felicidad existentes, pero todos ellos comparten un rasgo que no resulta particularmente innovador: se sienten realizados.

“Priorizan el desarrollo personal frente a otras nociones más convencionales sobre el éxito”, explica Rose. “Siempre están dispuestos a sacrificar cualquier cosa por su realización”. No era el resultado que esperaban, admite. “Esperábamos descubrir métodos de estudio específicos y posiblemente idiosincráticos, técnicas y ensayos que seguían para obtener la excelencia”. Pero no, lo importante es la “realización”. O la “pasión”, el “propósito”, el “orgullo” o la “autenticidad”.

Los autores vuelven una y otra vez sobre la personalización, como el signo de los tiempos que vivimos. En la introducción del libro recuerdan YouTube, Netflix o Google, que realizan recomendaciones en función de tus intereses; en la salud, donde “los médicos prescriben el tratamiento para el cáncer que mejor te funcione” o en el trabajo, donde “estamos pasando de una economía digital dominada por las organizaciones jerárquicas a una más diversa y descentralizada poblada por autónomos y agentes libres”. Elogio de la 'gig economy'.

La clave son los micromotivos, esas pequeñas cosas que nos gusta hacer y donde se granjea la motivación

La paradoja detrás de los caballos oscuros es que los ejemplos que utilizan encajan perfectamente en el canon vigente durante las últimas décadas. Mozart, Tiger Woods o Warren Buffett, que, recuerdan, “compraba acciones a los 11 años”, son tres de los nombres citados en la introducción.

La ideología del nuevo éxito

Aunque pueda parecer rompedora, la teoría de los investigadores en Harvard puede resumirse en el viejo 'adagio' “trabaja en lo que te gusta y no tendrás que trabajar ningún día más”. Lo ilustran a la perfección algunas de las historias que presentan en su libro, pasada por el filtro de lo que ellos denominan como “micromotivos”.

Saúl, uno de los personajes que aparecen en el libro, era un ingeniero que cambió de carrera para cobrar más: pasó 16 años siendo un cargo intermedio, algo que no le satisfacía. Entonces algo llamó su atención: los tapizados, así que decidió abrir una tienda en Manhattan. Por fin encontró la felicidad en un trabajo en el que ganaba terriblemente menos. “Hago lo que me gusta y tengo seguridad financiera”, explica en el libro.

Foto: Buda en un centro comercial. (Reuters/Navesh Chitrakar) Opinión
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La clave se encuentra en los micromotivos, explican Rose y Ogas, más que en las grandes ambiciones. Lo que le gustaba a Saul, en realidad, era “alinear objetos físicos con sus manos”. Algo muy básico, pero que podía poner en práctica en el sector de la tapicería, como había hecho en el de la ingeniería donde había comenzado trabajando. “Saul descubrió sus micromotivos después de años y años de trabajos en los que no encajaba. Mejor o peor, la mayoría de nosotros no podemos hacer esas pruebas”. Lo que sí podemos hacer es juzgar, proponen.

Un sencillo ejercicio para comprender nuestras motivaciones. En primer lugar, debemos ser conscientes de cuándo estamos juzgando a alguien (y es más frecuente de lo que pensamos). En segundo lugar, tenemos que examinar los sentimientos asociados con ese juicio. Por último, la gran pregunta es responder con la mayor honestidad por qué estamos sintiendo eso . Por ejemplo, se puede reaccionar ante la historia de Saul pensando que de ninguna forma podría ser más feliz ahora –lo que sugiere que probablemente midamos el éxito atendiendo al dinero– o que nosotros nos sentimos identificados, así que es posible que debamos replantearnos nuestra vida… o dedicarnos a la tapicería.

La mayoría de discursos modernos sobre el éxito están basados en la pasión, la realización personal o el trabajo, el centro de nuestro universo

Nada nuevo bajo el sol. La mayoría de discursos contemporáneos sobre el éxito están basados en la pasión, la realización personal o el sentido que se otorga al trabajo, que se convierte en el centro de nuestro universo. La teoría del caballo negro intenta extender la ciencia de la felicidad al ámbito del éxito, pero para reforzar una vez más la misma vieja idea de flexibilidad, personalización e invidualismo: “Lo más importante sobre las luminarias del Proyecto Caballo Negro no es que su persecución de la excelencia los llevase a la realización, sino que fue su persecución de la realización lo que les llevó a la excelencia”. Las empresas de todo el mundo toman nota.

La ciencia de la felicidad se reinventa día tras día, aunque a menudo no sea más que para contar lo mismo de siempre, de una manera más locuaz. Ha penetrado en todos los ámbitos de nuestra vida. El hogar, el trabajo, la amistad. Libros, películas e, incluso, algunas de las universidades más reputadas del mundo. Oxford tiene su cuestionario de la felicidad. Harvard, desde hace un par de años, alberga su proyecto sobre el éxito.

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