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“La izquierda piensa que la derecha es idiota y solo defiende el mercado, pero no es así”
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ENTREVISTA CON COREY ROBIN

“La izquierda piensa que la derecha es idiota y solo defiende el mercado, pero no es así”

En 'La mente reaccionaria', el profesor de Política en Nueva York traza un recorrido sobre la historia de la derecha para derribar viejos mitos y alumbrar nuevas realidades

Foto: Corey Robin. (Project Firefly)
Corey Robin. (Project Firefly)

Cuando la primera edición de ' La mente reaccionaria' (Capitán Swing) salió al mercado en 2011, poco podía imaginar su autor, el profesor de Ciencias Políticas en el Brooklyn College y en el CUNY Graduate Center Corey Robin, que en unos años sería conocido como “el libro que predijo a Trump”. Quizá porque por aquel entonces, la única voluntad política del “volátil” empresario, como lo describe el profesor —que recuerda que es alguien capaz de contar que nunca almuerza justo antes de sentarse a la mesa—– era haberse definido como “un tipo bastante conservador”.

No se trata de otro libro más sobre Trump, aunque en caso de serlo, sería el mejor de ellos. Es más bien un recorrido a lo largo y ancho de la tradición conservadora desde finales del siglo XVIII, cuando surge como reacción a la Revolución francesa, con la mirada puesta a ambos lados del Atlántico (Edmund Burke, Nietzsche o Hobbes por un lado, Ayn Rand, Barry Goldwater o Antonin Scalia por el otro) para trazar un hilo conductor que desmiente la sobada idea de que la nueva derecha es una ruptura radical con el conservadurismo tradicional. Se trata, en el mejor de los casos, de una continuación, con sus lampedusianas variaciones o, en el peor, de una parodia.

Los conservadores siempre han despreciado tanto el imperio de la ley y las instituciones vigentes como a las élites existentes

Después de que la victoria electoral de Trump en 2016 refrendase alguno de sus argumentos, Robin revisó el libro, le añadió algún capítulo, redujo la importancia de otros (en especial, los relacionados con Bush Jr. y sus guerras expanionistas) y colocó detrás el subtítulo “El conservadurismo desde Edmund Burke hasta Donald Trump”. Desde Nueva York, el autor de ' El miedo. Historia de una idea política' atiende a El Confidencial para hablar del pasado, presente y futuro de reaccionarios e izquierdistas.

PREGUNTA. Defiende que el popular razonamiento que pinta la derecha tradicional como responsable y moderada, y que personajes como Trump son una ruptura con todo esto, es falso. ¿Qué ha cambiado y qué ha permanecido igual en el conservadurismo contemporáneo?

RESPUESTA. La continuidad entre el conservadurismo del pasado y Trump es que ambos reaccionan contra las demandas emancipadoras de la izquierda. Para mantener su proyecto reaccionario, el trumpismo se apoya en el populismo de masas, en las alianzas entre élites y miembros de estamentos inferiores que defienden argumentos racistas y nacionalistas. Por último, los conservadores siempre han despreciado tanto el imperio de la ley y las instituciones vigentes como a las élites existentes. Aunque el conservadurismo es un proyecto de protección de los privilegios frente a los movimientos emancipadores, su relación con las élites (cuyos privilegios defiende) es compleja.

La novedad no son esas cosas que suelen llamar la atención, como su racismo. Se trata de la crítica a las fuerzas del mercado. No es que los conservadores no lo hayan hecho, especialmente en Europa, pero en Estados Unidos nunca antes la figura principal de la política estaba tan dispuesta a cuestionar la ortodoxia del mercado y el rol del Estado. Otra novedad es que el poder del conservadurismo para trazar alianzas entre la élite y las masas no es tan fuerte como antes, al menos en EEUU. Richard Nixon, Ronald Reagan o incluso George W. Bush eran capaces de forjar un apoyo masivo a los privilegiados y convertirlo en una fuerza hegemónica que se traducía en medidas políticas de verdad. El 'trumpismo' es mucho más débil comparado con ellos.

placeholder 'La mente reaccionaria', de Corey Robin.
'La mente reaccionaria', de Corey Robin.

P. Mantiene que el conservadurismo siempre ha tenido una dimensión 'antiestablishment'. ¿Era necesaria para mantener esos privilegios?

R. Completamente, tanto a un nivel cínico como genuino. Joseph de Maistre ya era muy claro en ' Consideraciones sobre Francia', uno de los primeros textos contrarrevolucionarios, cuando decía que los grandes responsables de la Revolución francesa habían sido la Iglesia y la aristocracia. Era, al igual que Edmund Burke, un infatigable crítico de las viejas instituciones. Hay una crítica genuina a las instituciones establecida desde la derecha, que considera que han fracasado al defender el régimen establecido y que por lo tanto deben ser transformadas.

Pero los conservadores se dieron cuenta pronto de que vivían en un mundo nuevo, en el que las fuerzas revolucionarias de la izquierda lo habían cambiado todo para siempre, y que si alguien quería transformar las instituciones debía hacerlo de una manera que resultase atractiva a las masas. En otras palabras, no podías fingir que los comuneros no eran una fuerza política. La pregunta es: ¿cómo los movilizas, cómo los utilizas para conservar tus privilegios? Por eso el conservadurismo es una doctrina moderna, no antigua.

P. El mayor aliado de Trump, asegura, es su personalidad inestable, su locura. Pero estos rasgos han sido también buenos y fieles aliados del conservadurismo durante los dos últimos siglos.

R. Una de las cosas más sorprendentes que encontré en mi investigación sobre Burke es hasta qué punto abrazaba las políticas erráticas. Era muy crítico con las medidas pequeñas y prudentes a la hora de combatir a los jacobinos. Pensaba que para hacerles frente necesitabas tener una fuerza que fuese tan extrema y radical como los propios jacobinos, una fuerza que capturase la imaginación de las masas. Siempre ha habido esta aura de inestabilidad alrededor de los conservadores, sus líderes y sus pensadores. Nixon era muy famoso por su reivindicación de la importancia de la furia, porque obligaba a tus oponentes a dar un paso adelante y te proporcionaba ventaja. Lo que es distinto con Trump es que no creo que sea un manipulador de su propia inestabilidad, sino una víctima.

A la derecha no le importa el libre mercado y reducir el Estado, sino la dominación social. La izquierda no se ha dado cuenta hasta ahora

Él mismo lo dice en sus libros sobre sus formas de hacer negocios: que nadie supiese qué iba a hacer era parte de su poder. Sin embargo, la capacidad de deshacerse de sus oponentes de esa forma le ha resultado poco rentable. No ha sido capaz de llevar a cabo nada de lo que considera importante, como detener la inmigración. Su inestabilidad y falta de foco no le han funcionado.

P. Afirma que los conservadores han aprendido muchas cosas de la izquierda. ¿Debe aprender algo la izquierda de los conservadores?

R. Lo primero, y lo estamos viendo ya en EEUU y tal vez en Reino Unido, es que la izquierda (tal y como la entendemos en EEUU) ha empezado a darse cuenta de que no ha entendido a su enemigo: o pensaba que era gente estúpida, imbécil y emocional que no entiende de política, o que la derecha consiste en el libre mercado y en recortar el Estado. Pero la actitud de la derecha hacia el mercado es mucho más despreciativa y variable. Lo que le preocupa es la dominación social, y para la izquierda eso ha empezado a estar claro ahora. Hay nuevos proyectos para los que ser moderado ya no es una opción aceptable, porque han visto que su enemigo político no tiene interés en serlo. Al aprender sobre la derecha, la izquierda está recuperando su lugar desde la Revolución francesa, que era la emancipación frente a la dominación. Aún estamos en las primeras fases.

P. “Familias, fábricas y campos” son, en su opinión, el verdadero campo de batalla de la derecha. ¿También para la izquierda?

R. Una vez más, volvemos a la Revolución francesa. Burke fue uno de los primeros en darse cuenta de que su fuerza no se encontraba a nivel de la alta política, sino que el verdadero peligro era que se extendiese a la esfera privada: la familia o la servidumbre, que se iba a rebelar contra sus amos. La izquierda lo sabía, en eso consistía el movimiento obrero, en la emancipación en su vida diaria. La democratización de la vida diaria es el verdadero proyecto de la izquierda, por encima de cualquier otra cosa. La alta política es importante para la izquierda, pero no es suficiente. Creo que empezamos a ver algo así en EEUU.

P. ¿Y el lenguaje? David Horowitz, por ejemplo, animaba a los estudiantes conservadores a adoptar el lenguaje de la izquierda.

R. Se puede apreciar en gente como Jordan Peterson, que es un maestro de la oratoria. Se trata de un hombre blanco que se presenta como perteneciente la clase más perseguida y oprimida que existe; su lenguaje de persecución y opresión solía pertenecer a la izquierda, pero Peterson y sus seguidores lo han adoptado en la derecha. Habla de la falta de diversidad: hay que incluir también al hombre blanco, hay que incluir a la derecha, etc. Es un juego retórico similar al de la izquierda.

P. ¿Se puede hablar de un conservadurismo de izquierdas, que se opone a aquellas otras corrientes que son consideradas demasiado radicales?

R. Hay una pequeña frase en el primer capítulo del libro que puede ser un poco opaca pero responde a tu pregunta, que dice que “todo el conservadurismo es contrarrevolucionario y reaccionario, pero no toda la contrarrevolución y la reacción son conservadoras”. Lo que quiero decir es que es posible que haya una reacción política en la izquierda opuesta a los movimientos emancipadores. Dentro del partido demócrata actual, hay una obsesión por Hayek y su liberalismo, cuya influencia no es exclusiva de la derecha, sino también de parte del 'establishment' más liberal y democrático. Uno de los grandes consejeros de Obama en cuestión de desregulación fue el profesor Cass Sunstein, un gran seguidor de Hayek. El neoliberalismo es también parte del partido demócrata.

P. ¿Hasta qué punto es Trump una reacción a la izquierda? Como ha afirmado en alguna ocasión, tan solo ella se cree sus “gilipolleces”.

R. Comparado con conservadores previos, como Nixon, Reagan o Bush, lo que me llama la atención es la incapacidad de Trump de llevar a cabo su proyecto. Gran parte de la izquierda no se da cuenta o no quiere darse cuenta, porque implicaría que podrían dar la vuelta a la tortilla si cambiasen su forma de hacer las cosas. Defender que Trump es un hombre poderoso permite a la izquierda seguir instalada en su estado de debilidad e impotencia. La realidad es que es muy débil y vulnerable, no solo él, sino todo el partido republicano, pero harían falta ciertas medidas para sacarle de ahí, y gran parte de la izquierda no quiere ni planteárselo.

La izquierda no quiere darse cuenta de la debilidad de Trump, porque eso implicaría que podrían echarlo

P. Una de las tendencias recientes en el conservadurismo parece enfrentar a la vieja y anquilosada derecha con otra emergente, joven y radical. El enfrentamiento entre el viejo partido republicano y Trump, por ejemplo. ¿Hay una guerra por el poder en toda la derecha?

R. Habría que distinguir entre los momentos verdaderamente críticos, como en los años treinta o en los sesenta, donde, ante el auge de la izquierda, surge una nueva derecha que arrebata el poder a la tradicional y la transforma en el proceso. Es fácil comparar a Trump con eso, demasiado fácil, y no es lo mejor. Se trata más bien de una parodia, una imitación de ese proceso. Hoy, la izquierda es tan débil que Trump no ha podido hacerse con el control del partido. Lo más llamativo sobre él es que, al contrario de lo que se suele decir, le han vencido. ¿Cuál es su mayor logro? La reforma de impuestos, que era un proyecto del 'establishment' de derechas.

Recientemente, ha mantenido un pulso con México en el que ha tenido que echarse atrás en el último momento. Intentaron venderlo como que México había aceptado las condiciones, pero no es así. Ahora, y no es fácil de ver desde el extranjero, hay un debate entre el mundo de los negocios y el partido republicano para aprobar una ley que impida al presidente imponer aranceles por su cuenta. Suena técnico, pero si son capaces de hacerlo, cambiarán los últimos 100 años de política americana. No es la victoria de Trump sobre la derecha establecida, sino la victoria de esta sobre Trump.

P. Ha escrito que la izquierda ha sido aniquilada por la derecha. ¿Puede hacer algo esta por recuperarse?

R. (Risas) Si lo supiese, probablemente no estaría aquí. No lo sé, pero los cambios de tendencia siempre han parecido imposibles para la izquierda antes de que se produjesen. No soy un voluntarista, pero creo que la izquierda siempre ha consistido en crear mecanismos de emancipación que en muchos casos no se veían venir. Cómo esto ocurra varía según el momento. La izquierda debe darse cuenta de lo débil que es la derecha, y si es capaz, puede comenzar a abrirse camino.

Cuando la primera edición de ' La mente reaccionaria' (Capitán Swing) salió al mercado en 2011, poco podía imaginar su autor, el profesor de Ciencias Políticas en el Brooklyn College y en el CUNY Graduate Center Corey Robin, que en unos años sería conocido como “el libro que predijo a Trump”. Quizá porque por aquel entonces, la única voluntad política del “volátil” empresario, como lo describe el profesor —que recuerda que es alguien capaz de contar que nunca almuerza justo antes de sentarse a la mesa—– era haberse definido como “un tipo bastante conservador”.

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