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El espía que cambió la historia del siglo XX (y quizá nunca hayas oído su nombre)
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¿QUIÉN ERA KLAUS FUCHS?

El espía que cambió la historia del siglo XX (y quizá nunca hayas oído su nombre)

Aún se desconocen muchos de los detalles sobre quién fue este eminente físico que participó de forma clave en el Proyecto Manhattan y filtró información a la Unión Soviética

Foto: Fuchs en su ficha en el proyecto de Los Álamos. (Cordon Press)
Fuchs en su ficha en el proyecto de Los Álamos. (Cordon Press)

Sus biógrafos cuentan que, mientras trabajaba en el Proyecto Manhattan, que alumbró la bomba atómica estadounidense, el físico Richard Feynman solía pasar por alto los protocolos de seguridad, algo que ponía de los nervios a los militares americanos. Una noche, se coló en las instalaciones del Laboratorio Nacional de Los Álamos en compañía de otro de los científicos que trabajaban con él, el alemán Klaus Fuchs. Entre copas, el considerado por algunos como el físico más importante del siglo XX admitió a su colega que, de todos ellos, él era el que tenía más posibilidades de ser un espía. Se equivocaba. Fuchs, aunque nadie lo sospechaba, era el espía. Y llevaba años filtrando información.

La historia de este alemán nacido en Rüsselsheim en 1911 es una de las más apasionantes del siglo XX. En 1950, el físico e investigador atómico fue detenido en Gran Bretaña por pasar información clasificada perteneciente a EEUU (pero también al propio Reino Unido y Canadá) a los soviéticos. Sin embargo, como recuerda Mike Rossiter en su libro 'The Spy Who Changed the World', durante mucho tiempo fue difícil conocer cuál fue su grado exacto de implicación y, sobre todo, qué le movía a jugarse a la vida. Durante la friolera de nueve años, Fuchs pasó información sobre el desarrollo del proyecto a los científicos soviéticos sin pedir nada a cambio. Y, por eso mismo, fue condenado a 14 años de cárcel, de los que pasó 9 entre rejas.

Un informe de la inteligencia británica animaba a trasladarle al proyecto de Los Álamos, porque creían que ahí no podría contactar con espías rusos


Según los testimonios de algunos antiguos agentes rusos y académicos especialistas en energía nuclar, la información proporcionada por Fuchs permitió que la URSS se adelantase en dos años a la creación de su propia bomba atómica, algo que terminaría logrando finalmente en verano de 1949. Muchos historiadores han interpretado esta diferencia como un factor clave en el desarrollo de la Guerra Fría, ya que fue lo que permitió que se pudiese establecer la doctrina militar de la destrucción mutua asegurada, que disuadía a ambos bandos de utilizar armamento nuclear contra el enemigo o chantajearlo porque el más mínimo ataque conduciría a la aniquilación total mutua.

Foto: Kurchátov (primer plano) en 1959, un año antes de su muerte. (Cordon Press)

¿Cómo consigue un hombre infiltrarse en uno de los círculos científicos más exclusivos, obtener la más sensible de las informaciones y transferirla al enemigo? Por una parte, por un carácter entregado, afectuoso y trabajador que le convertían en un científico querido e imprescindible (también era un gran mujeriego, pero ese es otro tema). Por otra, aprovechando las circunstancias: cuando Fuchs llegó a Gran Bretaña en 1933, huía de la que era la mayor amenaza potencial en ese momento, la Alemania nazi. Sin embargo, lo que no recordaban sus promotores es que era un reconocido miembro del Partido Comunista de Alemania, y que mientras terminaba su formación en Física, siguió manteniendo contacto con los miembros del partido. Su breve paso por los campos de internamiento británicos al comienzo de la guerra fue breve y se resolvió sin mayores dificultades.

¿Cómo lo hizo?

Si Fuchs consiguió escalar a lo más alto fue, ante todo, porque en un contexto en el que perder un segundo (o un gran científico) podía cambiar el signo de la historia, el alemán era uno de los físicos más brillantes y trabajadores de su época. También se aprovechó de algún patinazo de inteligencia, como el informe del MI5 que le animaba a viajar a Los Álamos porque ahí tendría más difícil contactar con espías rusos. Entre finales de los años 30 y principios de los 40 trabajó codo con codo con Max Born, que ganaría el Nobel en 1954 por sus estudios sobre mecánica cuántica; más tarde lo haría con Rudolf Peierls en Tube Alloys, el programa nuclear británico y canadiense, quien lo había seleccionado personalmente.

“Él obviamente ha trabajado antes con nuestra gente y es consciente de lo que hace”, escribió el espía y químico Harry Gold cuando lo conoció


Gracias a él terminó colaborando en el ambicioso Proyecto Manhattan, algo que haría frotarse las manos a “Sonia” y sus amigos. O, mejor dicho, a Ruth Kuczynski, su contacto en las filas soviéticas. El propio Fuchs había contactado a su hermano, Jurgen, un profesor de la London School of Economics. En Los Álamos, el alemán –ya nacionalizado británico– se convirtió en una de las grandes figuras de los laboratorios, haciéndose amigo íntimo de Feynman al mismo tiempo que enviaba al químico Harry Gold la información que obtenía. “Él obviamente ha trabajado antes con nuestra gente y es consciente de lo que hace”, escribió este tras su primera cita. Según sus primeros informes de 1944, que llegaron directamente a Stalin –que les restó importancia–, la bomba nuclear estaba más cerca de lo que se pensaba.

No obstante, el principal receptor del trabajo de Fuchs era Lavrenti Beria, jefe del NKVD (la policía secreta de la URSS), quien revisaba personalmente los documentos, eso sí, sin entender demasiado. El libro de Rossiter detalla cómo eran algunos de esos encuentros clandestinos con sus socios, y parecen salir de las novelas de espías más tópicas, con sus consabidos santos y señas. Mientras estaba en Reino Unido, por ejemplo, Fuchs debía sentarse en un pub determinado a tomar una cerveza hasta que un hombre se le acercase y le dijese “la cerveza negra no me gusta mucho, prefiero la Lager”. El británico alemán contestaba “creo que Guinness es la mejor”. La conversación seguía por derroteros semejantes hasta que se realizaba el traspaso de información.

placeholder Klaus Fuchs, echándose una cabezadita en 1959, de retorno a casa tras pasar por la cárcel. (Cordon Press)
Klaus Fuchs, echándose una cabezadita en 1959, de retorno a casa tras pasar por la cárcel. (Cordon Press)

La actividad de Fuchs fue a más a lo largo de los años, y quizá el detonante definitivo se produjo después de 1946, cuando el signo de las alianzas cambió y comenzó a trabajar también para los británicos en Harwell, donde se estaba desarrollando su propio programa nuclear. Los oficiales pasaron por alto las advertencias sobre el alemán, pero en 1949 su nombre finalmente salió a la luz en la operación de contraespionaje Venona. Aunque en un primer momento negó ser un espía, terminó confesándolo en enero de 1950 y señaló a otros de sus compañeros.

Cabos sueltos

La declaración de Fuchs permitió que otros agentes dobles fueran detenidos, tirando de un hilo que a través de Harry Gold llevaría a la condena de los famosos Ethel y Julius Rosenberg, los primeros ejecutados por traición en EEUU en junio de 1953. El juicio de Fuchs, en el que adujo que sufría de “esquizofrencia calculada”, apenas duró 90 minutos, y la condena fue de 14 años de los que cumplió nueve por buen comportamiento: era el máximo tiempo por traición, ya que en ese momento, la URSS aún se consideraba una aliada británica. Su historia propició en 1950 uno de los primeros brotes de terror rojo sobre la infiltración de espías en Gran Bretaña.

Su biógrafo cuenta cómo cuando volvió a consultar un documento sobre el alemán y su participación en la bomba nuclear, este había desaparecido

¿Hasta qué punto cambió el físico el transcurso de la Guerra Fría? El físico nuclear Hans Bethe, uno de los padres de la bomba atómica en el Proyecto Manhattan, dijo de él que era el único científico que conociese que había cambiado la historia. Una tesis que comparte el propio biógrafo del alemán, para quien fue “el espía más importante del siglo XX” al trabajar para los tres aliados de la Segunda Guerra Mundial que terminarían enfrentándose durante décadas después de la gran contienda (y, quizá, como algunas fuentes aseguran, también en el programa nuclear chino). No obstante, hay quien relativiza su papel, como Georgi Fliórov, uno de los más eminentes físicos rusos, que recuerda que la nula comprensión del proyecto nuclear por parte de Beria provocó que sus informes cayesen en saco roto.

La gran pregunta, no obstante, es por qué hay una gran cantidad sobre el caso Fuchs que no han sido publicados y siguen estando clasificados por el Reino Unido, 70 años después. También por qué terminó confesando, ya que como recuerda en 'The Guardian' el historiador Richard Norton-Taylor, probablemente no habría sido encarcelado si no lo hubiese hecho. Como este se pregunta, es posible que se le ofreciese un trato de favor en caso de que lo hiciese, y que tan solo fue después de que se conociese hasta qué punto llegaba su traición que no les quedó otra que encarcelarlo. Rossiter cuenta en su libro que cuando volvió a visitar los Archivos Nacionales a consultar un documento llamado “Las notas de Fuchs sobre la superbomba”, este había desaparecido desde su anterior visita. Sea como fuere, tras su salida de la cárcel, Fuchs vivió en la RDA hasta su muerte en 1988 en Berlín. Fue condecorado con la Órden de Karl Marx y la Órden Patriótica del Mérito en su país natal.

Sus biógrafos cuentan que, mientras trabajaba en el Proyecto Manhattan, que alumbró la bomba atómica estadounidense, el físico Richard Feynman solía pasar por alto los protocolos de seguridad, algo que ponía de los nervios a los militares americanos. Una noche, se coló en las instalaciones del Laboratorio Nacional de Los Álamos en compañía de otro de los científicos que trabajaban con él, el alemán Klaus Fuchs. Entre copas, el considerado por algunos como el físico más importante del siglo XX admitió a su colega que, de todos ellos, él era el que tenía más posibilidades de ser un espía. Se equivocaba. Fuchs, aunque nadie lo sospechaba, era el espía. Y llevaba años filtrando información.

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