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Los peores consejos que los padres suelen dar a sus hijos (y cómo ayudarles de verdad)
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Pueden ser muy contraproducentes

Los peores consejos que los padres suelen dar a sus hijos (y cómo ayudarles de verdad)

La intención de cualquier progenitor es que sus vástagos alcancen el éxito en la vida. Las estrategias para ayudarles a conseguirlo pueden ser, sin embargo, completamente erróneas

Foto: Por decirlo más alto no va a funcionar mejor. (iStock)
Por decirlo más alto no va a funcionar mejor. (iStock)

La confianza de un niño pequeño en sus padres es prácticamente ciega. El mundo de los más pequeños es al mismo tiempo simple, y, por desgracia, tendemos a darles, a veces de forma involuntaria, consejos poco elaborados, generales y que tienen poca reflexión detrás: una fórmula perfecta que hace evidente la vulnerabilidad de su naturaleza.

“Las teorías más difundidas sobre qué se necesita para tener éxito están demostrando ser bastante contraproducentes”, opina Emma Seppälä, directora del centro para la investigación del altruismo de la Universidad de Stanford y autora del libro ‘The Happiness Track’.

Presionar a un niño para que piense solo en su porvenir, puede llevarle a un estado de nerviosismo que acabe mermando su rendimiento

La experta alerta que ciertas recomendaciones muy manidas pueden producir resultados aparentemente buenos a corto plazo, generando, sin embargo, innecesarias frustraciones a la larga que acabararán demostrando cuánto pueden ser nocivas. En un artículo publicado en el medio online 'Quartz', Seppälä revisa algunos de estos tópicos e intenta darles una vuelta con el fin de echar una mano a los progenitores.

“Céntrate en tu futuro”

Los que pertenecen a la generación millennial lo saben bien. La frase que se les repetía hasta la saciedad de “estudia y llegarás lejos” no se ha llegado a cumplir en muchos casos. Echando la vista atrás, algunos retornarían voluntariamente al pasado para vivir su infancia y su adolescencia de un modo muy distinto.

Fomentar que un niño se centre solo en su porvenir, conduce a un estado de nerviosismo constante que puede mermar, incluso, el rendimiento que los padres quieren potenciar. Perder la perspectiva de la felicidad de los pequeños es un craso error que conduce en algunos casos a enfermedades mentales como la ansiedad y la depresión.

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Foto: iStock.

Las emociones positivas convierten a las personas en más productivas, siendo, además, una magníficas aliadas para afrontar con fuerza los retos. Los niños no deben estar carentes de metas, pero tan importante como los objetivos es que se sientan conectados con el presente. En vez de hacerles pensar continuamente en las notas que tienen que lograr o en los resultados finales que obtendrán del esfuerzo de las actividades que realizan (ya sea un deporte o tocar un instrumento), lo más inteligente es ayudarles a concentrarse en las tareas que están llevando a cabo para que disfruten todo lo posible de ellas.

“El estrés es necesario”

Según la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés, se calcula que un 8% de la población infantil y un 20% de los adolescentes en nuestro país sufren estrés. Las clases extraescolares, la preocupación por acceder a la mejor educación superior y, en general, la presión social y académica se encuentran entre las principales causas.

El problema debería ser tomado muy en serio. En países como Japón el suicidio infantil derivado de un estrés escolar desmesurado es la principal razón de fallecimiento en el segmento de población que va de los 10 a los 19 años.

Aburrirse en la infancia no es negativo. Si queremos que los pequeños desarrollen aficiones como la lectura eso solo ocurre en un ambiente plácido

Cuando los niños miran a los adultos no suelen encontrar tampoco muy buenos modelos: dosis de cafeína ingeridas desde primera hora de la mañana para resultar productivos que se contrarrestran al final del día con fármacos para conciliar el sueño. Algunos estudios, de hecho, reflejan que los niños con padres especialmente fatigados son más propensos a sufrir este tipo de patologías.

El estrés se puede evitar y es una responsabilidad de los progenitores enseñar a sus hijos a rebajarlo. Técnicas como la meditación o el yoga pueden ser muy útiles para luchar contra las adversidades generadas por estas ansiedades.

“Haz cosas”

Después de llegar del colegio, los que hoy son padres solían disponer de varias horas para su asueto, o incluso para aburrirse, sin que nadie se lo reprochara. Como los adultos, los más jóvenes de la casa necesitan momentos de descanso.

Diversos frentes reivindican la necesidad de un mayor tiempo de reposo para los niños frente al excesivo tiempo que pasan entre colegios, deberes y actividades extraescolares. La productividad suele entenderse en nuestras sociedades como algo positivo. La sobreestimulación derivada de no parar de hacer cosas tiene, sin embargo, consecuencias funestas que se traducen a veces en irritabilidad, hiperactividad o colapsos inesperados.

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Aburrirse en la infancia no tiene nada de malo. Si queremos, además, que los pequeños desarrollen ciertas aficiones como la pasión por la lectura, la pintura o el dibujo, tales actividades solo se pueden profesar en un ambiente que sea plácido y calmado. Cualidades como la creatividad, la capacidad innovadora o incluso el autodidactismo tienen mucho que ver con esos instantes en los que el cerebro puede divagar sin tener que preocuparse por nada.

“No te equivoques”

No existe aprendizaje sin errores. Nadie nace sabido y resulta muy cruel no dejar espacio a los pequeños para que se puedan equivocar. Los adultos, de hecho, vertemos buena parte de nuestros prejuicios en ellos cuando ante un fallo fortuito les decimos que “son patosos” o “no son buenos con los números”, condicionando incluso su personalidad futura y sus destrezas.

La compasión y el apoyo mutuo son vitales en los primeros grupos de amigos. La colaboración es un valor que debe primar en esta etapa de la vida

Es fácil identificar los puntos fuertes de nuestros hijos, lo difícil es hacerles entender que no todo sale, a veces, como uno espera. Un niño que comprende esa premisa está más predispuesto a volver a intentar algo de nuevo, a sentirse menos frustrado por la posibilidad de fallar y a ser menos propenso a desarrollar un temor patológico al rechazo. Seppälä recomienda, por ello, no incidir tanto sobre la autocrítica y beneficiar la autocompasión.

“Compite”

Muchos de los juegos y actividades infantiles más populares se basan en que una persona o un equipo acabe triunfando sobre sus rivales. Existen situaciones en las que las disputas no son eludibles, pero entender la vida exclusivamente desde la competición es un punto de vista que está condicionado por la ideología de quien lo profesa.

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Resulta fundamental que en la infancia existan lazos saludables con los primeros grupos de amigos que se forman. En una edad tan temprana, tales conexiones no deben estar nunca condicionadas por el interés. La compasión y el apoyo mutuo es vital en estas primeras experiencias entre iguales. La colaboración debe ser un valor que ha de primar siempre sobre la competición en este momento de la vida.

La confianza de un niño pequeño en sus padres es prácticamente ciega. El mundo de los más pequeños es al mismo tiempo simple, y, por desgracia, tendemos a darles, a veces de forma involuntaria, consejos poco elaborados, generales y que tienen poca reflexión detrás: una fórmula perfecta que hace evidente la vulnerabilidad de su naturaleza.

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