La niñera de la élite lo cuenta todo. Y explica las lecciones sobre la vida que aprendió
El trabajo de 'nanny' puede ser una pesadilla si los padres que te emplean te acaban usando como chivo expiatorio de su mala sintonía o, directamente, te explotan
¿Qué se necesita para criar hijos felices? Elena Mincheva, que ha pasado alrededor de un año trabajando como niñera para una de las parejas más ricas e influyentes de Estados Unidos, lo tiene claro: desde luego, el dinero, no. Lo dice por experiencia. La mujer, de 35 años y de origen ruso, relata en el libro 'Niñera millonaria' sus vivencias como una Mary Poppins de la élite.
Era abril de 2014, y acababa de llegar a Estados Unidos desde Moscú, donde trabajaba como periodista. Buscaba un trabajo de niñera bien pagado, pero sobre todo con el que pudiese disfrutar de su pasión: los niños. Y encontró la familia perfecta. Él, un emprendedor de éxito. Ella, una ama de casa que solía trabajar de modelo. Eran guapos, ricos y tenían una vida de anuncio: bolsos de Hermès, Rolls Royces customizados, vestidos de Valentino a medida… os hacéis una idea.
El matrimonio de millonarios y sus dos hijos vivían en una hermosa casa de seis habitaciones en la Costa Dorada de Chicago, un selecto barrio a orillas del lago Michigan en el que durante más de un siglo ha sido el lugar de residencia de la flor y nata de la ciudad. Elena cuenta en 'The New York Post' que decidió mantener su anonimato porque la mayor parte de lo que cuenta en su libro no les deja, que digamos, en muy buen lugar.
En vez de ocuparse de sus hijos, la señora de la casa compraba a diario juguetes por valor de más de 350 dólares
Ella ganaba 150 dólares a la semana (unos 137 euros), además de tener un sitio para dormir y la comida aseguradas, por las 16 horas de trabajo al día (desde las 06:00 a las 22:00). Limpiaba, cocinaba, hacía las compras, iba a por recados, lavaba la ropa y, por supuesto, cuidaba de los niños en todo momento. Sin pausas. Aun así, se sentía entusiasmada y atesoraba la esperanza de conseguir un contrato a largo plazo.
¿Qué se esconde tras el glamour?
Sin embargo, desde el primer día, algo empezó a oler a chamuscado. Ella lo cuenta así: “Una de las tareas más importantes era cocinar para los dos niños. Aquel día, 'la señora' llegó como una moto a la cocina: “¿Por qué no le has dado de comer?”, preguntó, señalado al chico, que no había probado bocado. No sabía a qué se refería. Se dirigió con furia, cogió la pasta y se la metió en la boca de forma brusca. El crío tragó con mucha ansiedad. “Tienes que darle de comer, no va a hacerlo solo”. Ya tenía siete años. ¿Qué sería lo próximo?”.
El hijo mayor dice que las figuras de Lego son sus únicos amigos. "Tienes que ser como el resto de niños. ¡Estás enfermo!", le reprocha su madre
Elena hace mucho hincapié en la relación disfuncional entre la pareja y sus hijos. Cumplían a la perfección el estereotipo manido del matrimonio rico pero demasiado ocupado como para prestar atención a sus retoños. Ante la indiferencia de sus padres, la misión de la niñera consistía en hacerles “sentirse amados”.
“Tu mamá está ocupada, cariño. Está durmiendo ahora”, le dijo en una ocasión Elena al pequeño. “Estás mintiendo”, respondió él. “No, mamá está muy cansada, y ahora está durmiendo”, repitió. De repente, las lágrimas brotaron de sus ojos: “Quiero dormir con ella”, gimió. “¿Por qué no quiere estar conmigo?”. Esta escena se repetía con preocupante frecuencia.
No te sientas mal si no puedes darle servicios de lujo o juguetes caros a tus hijos. Honestamente, a ellos les va a dar igual
La solución de 'la señora' no era otra que comprarles más y más juguetes en Amazon: una entrega diaria que fácilmente superaba los 350 dólares, según relata Elena. Lego para el chico e innumerables zapatos para las muñecas de ella. “Todo en la casa giraba en torno a aquella entrega”.
El chico de siete años era el que más sufría. No lo hacía del todo bien en sus clases de 22.000 dólares al año y solía decir que las figuras de Lego eran sus únicos amigos. “Tienes que ser normal como el resto de niños. ¡Estás enfermo!”, le solía decir su madre.
La niñera como chivo expiatorio
El marido tampoco sabía como abordar la situación de su hijo, y además la utilizaba para atacar a su esposa: “Eres su madre y no tienes ni idea de cómo tratar a tu hijo”. "Mientras la acusación salía de su boca, parecía que estaba disfrutando de cada palabra", relata Elena. El trabajo de niñera puede ser de los más agradecidos si entras a trabajar para unos padres con una relación saludable, pero la cosa cambia si la pareja que te emplea te acaba usando como chivo expiatorio de su mala sintonía o, directamente, te explota.
“No vas a trabajar nunca más aquí. Es mi casa y no te soporto”, le dijo, llena de cólera, en una ocasión la mujer. “En realidad, es mía, así que por qué no se queda y eres tú la que se va”, respondió su marido. Esta pelea es una de los muchos dramas desagradables que Elena tuvo que presenciar como niñera: “Como de costumbre, estaba siendo utilizada como un instrumento de guerra, un peón dentro de su alterada relación”.
Tras casi un año a su servicio, y tras repetidas amenazas, decidió acabar con aquello. Ahora sigue de niñera, pero sin tantos millones ni caprichos de por medio: “No te sientas mal si no puedes darle servicios de lujo o juguetes caros a tus hijos. Honestamente, a ellos les da igual llevar una camiseta barata que una pieza de diseño. Es a los padres a quienes les preocupa, pero a ellos no. He aprendido que cada niño merece y necesita el amor más que el dinero y cualquier otra cosa materialista. El amor es indispensable”.
¿Qué se necesita para criar hijos felices? Elena Mincheva, que ha pasado alrededor de un año trabajando como niñera para una de las parejas más ricas e influyentes de Estados Unidos, lo tiene claro: desde luego, el dinero, no. Lo dice por experiencia. La mujer, de 35 años y de origen ruso, relata en el libro 'Niñera millonaria' sus vivencias como una Mary Poppins de la élite.
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