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Las mentiras sobre alimentación que llevas toda la vida creyéndote
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Las mentiras sobre alimentación que llevas toda la vida creyéndote

A menudo, asumimos informaciones y rumores sobre nutrición como verdaderos y muchos no lo son. Los habías eliminado de tu dieta, pero hay productos que en realidad puedes comer tranquilo

Foto: Llegó la liberación a tu nevera. Los tenías prohibidos pero no son tan malos como decían. (iStock)
Llegó la liberación a tu nevera. Los tenías prohibidos pero no son tan malos como decían. (iStock)

Em el mundo de la dietética y nutrición hay escasas certezas y numerosas incertidumbres. Los cambios en los modelos alimenticios – de aquello que se considera sano- son constantes y muy a menudo conviven en un mismo tiempo opiniones muy alejadas las unas de las otras. Un significativo ejemplo es el choque frontal con el que se encuentra la comunidad científica por ‘culpa’ de las grasas y los carbohidratos, pues cada vez son más las voces expertas que piden un aumento del consumo de estos nutrientes en nuestras dietas.

Otra de las particularidades que dificulta la comprensión de este campo es la poca fiabilidad y dudosa independencia de muchos estudios, debido a los grandes intereses que mueven la industria alimentaria. A pesar de esta particularidad, de vez en cuando salen publicadas investigaciones que, a pesar de estar financiadas por unos determinados fabricantes, acaban por volverse en su contra, como es el caso de la fundación danesa para la investigación de los lácteos y su estudio ‘rana’ sobre las propiedades de la mantequilla.

Todas estas particularidades las sufrimos nosotros como consumidores y en muchas ocasiones acabamos por asumir determinadas informaciones, rumores o tópicos como verdaderos sin que estos sean ciertos o, al menos, estén completamente demostrados. Estos son algunos de ellos.

1. El chocolate te hará tener más granos

Este es uno de los grandes mitos por excelencia, que todos hemos escuchado o dicho en alguna ocasión. Pero, ¿existe alguna evidencia al respecto? Tal y como explica en The Huffington Post la prestigiosa dermatóloga Ava Shamban, no existe ninguna relación directa. Como mucho podríamos decir que el chocolate tiene azúcar, que una dieta alta en azúcares podría aumentar la grasa de nuestro cuerpo y que, quizá, el exceso de este podría verse reflejado en nuestra piel.

En definitiva, la única relación entre el chocolate y los granos es la del azúcar, que, casualmente, abunda en cualquier postre o producto dulce. Además, conviene recordar que normalmente cuanto mayor sea la pureza del chocolate, menos cantidad azúcar suele tener entre sus ingredientes.

2. Las grasas son malas

Durante años las grasas las hemos visto como el diablo de la alimentación: que si colapsan las arterias, que si nuestro organismo no las tolera, que si engordan… Las razones que se exponen son infinitas, pero a día de hoy muchas de estas teorías están en la cuerda floja. Tal y como indica el citado estudio que recoge la prestigiosa revista Time se está empezando a hablar de un posible cambio de paradigma alimenticio en Occidente. Al fin y al cabo, no debemos olvidar que las grasas son, como cualquier otro nutriente, necesarias para un correcto funcionamiento de nuestro organismo y estas son las encargadas de aportar el tan vilipendiado, pero útil, colesterol.

3. Consumir menos calorías adelgaza

Habitualmente entendemos que una buena alimentación se caracteriza por ser baja en calorías y que si queremos adelgazar, lo primero que deberemos hacer es disminuir el consumo de estas. Sin embargo, tal y como indica la entrenadora personal Keri Mantie en el Boston Globe, nunca debemos ver a nuestro cuerpo como una calculadora de contar calorías.

Que una alimentación sea correcta va mucho más allá del consumo calórico, puesto que influyen todos los nutrientes que ingerimos, nuestro ritmo de vida y nuestras propias características fisiológicas. Tal y como indica Mantie, es posible que una magdalena tenga las mismas calorías que una ensalada, pero es bastante obvio que no aportará los mismos nutrientes.

La única relación entre el chocolate y los granos es la del azúcar, que, casualmente, abunda en cualquier postre o producto dulce

4. Los huevos son malos

Con la llegada de la ‘fiebre’ del miedo por el colesterol, uno de los alimentos sobre los que se puso la lupa fueron los huevos, que terminaron siendo los grandes señalados como causantes de los altos niveles de estas sustancias grasas. Sin embargo, nuevos estudios rompen con estas creencias. Tal y como ha indicado la asociación americana del corazón, el colesterol que procede del huevo no tiene ningún riesgo añadido al de cualquier otro alimento.

O lo que es lo mismo: las personas con el colesterol alto deben tener cuidado con el excesivo consumo de cualquier producto graso, incluido el huevo, pero para el resto de personas no existe ningún riesgo en particular. Llegó un momento en el que se dijo que no debían de consumirse más de tres a la semana, lo que ha sido desmentido en varias ocasiones y muchos expertos hablan de que se puede comer uno al día. Además, muchas son sus ventajas, como los elevados niveles de fósforo, hierro o vitaminas A, B y E que contienen.

5. Es mejor hacer varias comidas pequeñas

Muchas son las dietas que se basan en la idea de ingerir pequeñas comidas que se repiten cada poco tiempo, con el fin de que no caigamos en el error de abusar en las grandes comidas del día y que, además, nuestro aparato digestivo queme más energía al estar a pleno funcionamiento durante más tiempo. Sin embargo, no existen solidas demostraciones de que esto vaya a ser más saludable o positivo para nuestra salud, puesto que el que nuestro metabolismo se acelere no depende tanto del número de comidas que se hacen, sino de los alimentos que ingerimos, tal y como indica un estudio recogido por Salon.

Em el mundo de la dietética y nutrición hay escasas certezas y numerosas incertidumbres. Los cambios en los modelos alimenticios – de aquello que se considera sano- son constantes y muy a menudo conviven en un mismo tiempo opiniones muy alejadas las unas de las otras. Un significativo ejemplo es el choque frontal con el que se encuentra la comunidad científica por ‘culpa’ de las grasas y los carbohidratos, pues cada vez son más las voces expertas que piden un aumento del consumo de estos nutrientes en nuestras dietas.

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