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¿Qué tiene que pasar para que dejes de mirarte el ombligo?
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¿Qué tiene que pasar para que dejes de mirarte el ombligo?

Muchos de los problemas actuales de España son consecuencia de la manía nacional que tenemos de mirarnos al ombligo. De creernos más divertidos e interesantes que

Muchos de los problemas actuales de España son consecuencia de la manía nacional que tenemos de mirarnos al ombligo. De creernos más divertidos e interesantes que los demás, de no salir a conocer otros mundos, negociar con otras culturas, aprender de las tendencias de otros. Es tan divertido hacer eventos con los nuestros, darnos premios los unos a los otros y acompañarnos en nuestras penas y glorias, que no miramos al exterior ni aprendemos de él.

Irónicamente, para resolver nuestros problemas no tendremos más remedio que dejar de mirarnos al ombligo. Es como el que se agota intentando sacar agua de su barquita medio hundida. Si sólo mira el nivel del agua dentro de la barquita, parece ser un problema sin solución, puesto que entra mucho más agua de al que se llega a sacar. Si uno levanta la vista y se pone a analizar las corrientes, las olas y cómo los elementos empujan el agua hacia la barca, entonces enfoca sus esfuerzos hacia un problema más grande. Pero venciendo el reto más grande, consigue que el reto pequeño se resuelva solo.

Joyce Ginatta, la primera persona que propuso la dolarización de la economía Ecuatoriana en el año 2000, ofreció un debate cautivador a nuestros alumnos del IE Business School esta semana. Empresaria sin autoridad oficial en el gobierno, planteó su propuesta por primera vez en los medios porque “si los empresarios se implican en la economía del país, la mejora de la economía nacional repercute en la mejora de sus negocios individuales”.  La cálida acogida de su idea podía haber sido Española: “¡solo a una mujer se le ocurre una tontería semejante!”

Menos mal que no se dejó intimidar por nadie. Siguió convenciendo a economistas, analistas y opinión pública hasta que el gobierno cedió ante las encuestas de opinión pública que exigían la dolarización a voces. Hoy sigue dedicándose enérgicamente a influenciar a sus compatriotas para cuidar y desarrollar el tejido económico del país.

Los que se miran al ombligo pensarán que esta historia no tiene nada que ver con España en el 2011. ¿Será por eso que los únicos que están haciendo botellón en la Puerta del Sol son los jóvenes anti-sistema sin credibilidad y sin solución realista al existente que tanto critican?

Estamos todos tan liados salvándonos a nosotros mismos, que dejamos a la clase política hundir el país a sus anchas. Nos irritan las noticias y nos impacientan las peleas verduleras entre partidos, llenas de insultos y sin contenido real, que vemos en televisión. Pero como planteó Joyce, “si la clase emprendedora no se implica en la marcha económica del país, la economía arrastra a todas sus empresas con ella en su hundimiento”. Tantos negocios españoles sufren hoy una dolorosa y lenta muerte porque, por muy bien que hagan las cosas, un país que no consume mata a sus propias empresas.

Aquí sólo están ganando dinero los chinos, que no pagan impuestos, abren cuando les da la gana, duermen en el almacén y mandan lo que ganan a China.  Son las únicas tiendas que tienen clientes comprando en su interior. ¿Cómo podemos ser tan poco solidarios con los nuestros?

Yo no tengo la respuesta a este interrogante. ¡Ojalá la tuviera! Pero me duele el corazón de ver lo que nos pasa, y saber que no hacemos nada para remediarlo. Ningún político nos va a sacar de este agujero. ¿Cómo van a hacerlo? Si resolver el problema pasa por recortar tanto el gasto público que cortar sus propias cabezas (y las de sus allegados) es un paso irremediable para acabar con tanto gasto innecesario? Ir a votar se convierte así en un acto de contrición para expiar nuestra culpa por haberles dejado gastar a su antojo sin asumir su responsabilidad ni devolver los botines escondidos.

Todos somos un poco responsables de esta situación, aunque solo sea por omisión. Por callarnos y mirarnos al ombligo. Por poner nuestros deseos individuales por encima del bien común del país. Por no saber actuar unidos frente a una clase política que nos separa ideológicamente con cualquier pequeña excusa. Cuanto más nos peleamos entre nosotros, más libertad tienen nuestros políticos para hacer lo que les da la gana y dejarle los platos rotos a otro.

Mi pregunta de hoy, que dirijo tanto a mí como a todos mis lectores, es: ¿Qué tiene que pasar para que dejes de mirarte el ombligo y te atrevas a remar con tus compatriotas hacia un plan sólido de recuperación?

Recuerda. No existen los planes perfectos a priori. Sólo son recordadas las estrategias que sí se implantan y se modifican de acuerdo con los resultados. La clave está en seguir remando y confiar en tu equipo en lo bueno y en lo malo.

Muchos de los problemas actuales de España son consecuencia de la manía nacional que tenemos de mirarnos al ombligo. De creernos más divertidos e interesantes que los demás, de no salir a conocer otros mundos, negociar con otras culturas, aprender de las tendencias de otros. Es tan divertido hacer eventos con los nuestros, darnos premios los unos a los otros y acompañarnos en nuestras penas y glorias, que no miramos al exterior ni aprendemos de él.