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La 'hacker' superdotada y transgénero que ha revolucionado el gobierno taiwanés
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La 'hacker' superdotada y transgénero que ha revolucionado el gobierno taiwanés

Audrey Tang es desde la semana pasada Ministro Digital de Taiwán, un puesto sin cartera para ayudar a resolver problemas basándose en la tecnología y el 'software' libre

Foto: Foto: Plasma/Flickr
Foto: Plasma/Flickr

Si algo escasea en la mayoría de los gobiernos son los genios, sobre todo en algunos países. No es el caso de Taiwán, donde la semana pasada se anunció la creación de un nuevo puesto ministerial, Ministro Digital sin cartera, que desde el próximo octubre ocupará Audrey Tang, quien se autodefine como una ‘hacker cívica’ y ‘anarquista conservadora’, es decir alguien que “resuelve problemas de forma creativa, apoyándose en la tecnología y que además aspira a conservar la anarquía de la red, una utopía que he experimentado durante dos décadas”, según le explica ella misma a Teknautas.

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Considerada una diosa dentro del ámbito del 'software' libre (ha contribuido decisivamente al desarrollo del lenguaje Perl y al diseño de otros sistemas) y muy influyente en el movimiento de gobierno abierto y en todo lo relacionado con la participación digital ciudadana, tiene un IQ de 180, o lo que es lo mismo, es uno de los pocos genios oficialmente reconocidos como tales del planeta. Además, su condición de mujer transgénero (aunque ella se define como post-genero), la primera en un cargo público en la isla, la convierten en un hito dentro de la política internacional.

Taiwán es el lugar más permisivo de Asia dentro del ámbito de los derechos LGBT y sin duda la designación de Tang la convertirá en icono en su isla de origen, gobernada desde el pasado mayo por otra mujer, Tsai Ing-Wen, en quien hay puestas esperanzas para que Taiwán sea el primer país de ese continente en el que se apruebe el matrimonio entre personas del mismo género. Tang estuvo de visita en España la primavera pasada como invitada del Medialab Prado a la Conferencia Internacional de Ciudades Democráticas y regresará en noviembre a Madrid como mentora del taller Inteligencia Colectiva para la Democracia en la misma institución.

Aprender a programar sin un ordenador

Esta hacker heterodoxa leía literatura clásica en varios idiomas con apenas seis años. A los ocho aprendió a programar sin ni siquiera tener un ordenador: “Amaba las matemáticas y un día me encontré en casa un libro sobre programación. Me enganchó enseguida la parte lógica y matemática pero no tenía computadora así que dibujé una en un papel, apreté los botones y escribí lo que habría producido la máquina. Así aprendí. Programar se convirtió en una manera de pensar” explica.

No es extraño, por tanto, que sea una gran defensora de las clases de programación en las escuelas: “Programar es una síntesis entre matemáticas y lingüística. Pero lo que es aún más importante, te ofrece la oportunidad de sumergirte en las comunidades de cultura libre, que incentivan la espontaneidad, la interacción interpersonal y persiguen el bien común”.

Programar es una síntesis entre matemáticas y lingüística que te ofrece la oportunidad de sumergirte en las comunidades de cultura libre

A los 12 años descubrió internet y dejó el colegio para seguir su educación desde casa. A los 14 abandonó por completo los estudios tradicionales para aprender por su cuenta. A los 16 fundó su primera 'startup', un motor de búsqueda de canciones en mandarín. A los 18 lo vendió.

Desde entonces Tang, que creció entre exiliados chinos que huyeron de la persecución de Tiannanmen a los que su padre entrevistaba por trabajo y vivió durante la veintena en Silicon Valley, es una de las activistas en programación y 'software' libre más influyentes del planeta: ha creado y vendido varias empresas, ha sido consultora de Apple y BenQ entre otras y hasta le ha dado tiempo a jubilarse de la esfera privada, como anunció en 2014. Durante los pasados dos años ha trabajado en las esfera pública como consultora del gobierno taiwanés sobre temas de realidad virtual y su labor también ha sido clave en el desarrollo de dos plataformas online de participación ciudadana ‘zerogovernment’ (g0v) y ‘vTaiwan.tw’ , donde los taiwaneses crearon juntos la regulación de Uber y Airbnb para su país.

La ministra más joven de Taiwán

Ahora, con 35 años, Tang, la ministra más joven de la historia de Taiwán, se enfrenta al que en cierto modo es su mayor desafío: sincronizar su experiencia digital y los valores de interconexión autónoma de la cultura de internet con un ejecutivo, el llamado Yuan, que pese a haber hecho importantes progresos de apertura en las últimas dos décadas (las primeras elecciones libres en Taiwán fueron en 1996) y figurar en el primer puesto del Open Data Index que mide la transparencia de un gobierno, aún conserva vicios del pasado y no permite ni el acceso a las cuentas gubernamentales ni al registro de la propiedad inmobiliaria.

Su objetivo es [...] resolver problemas e impulsar los sectores científicos y tecnológicos reforzando el diálogo y la cooperación entre lo público y lo privado

El objetivo de Tang es “servir a los que sirven utilizando la tecnología digital para resolver problemas e impulsar los sectores científicos y tecnológicos reforzando el diálogo y la cooperación entre los sectores públicos y privados a la vista de todos. No voy a ser ministro de nadie ni voy a servir para hacer propaganda gubernamental. Quiero ser un ‘canal’ que permita ampliar las combinaciones que ofrece la fuerza y la inteligencia de internet”.

Esta mujer, que se operó en 2005 para dejar atrás su nombre de nacimiento, Autrijus, y su género original, y que hoy vive con ocho gatos y dos perros, dice compartir con la actual presidenta de Taiwán ideas progresistas como la lucha por los derechos de los aborígenes, por el derecho al matrimonio gay y por la abolición de la pena de muerte. Es muy posible que desde su nuevo cargo contribuya a abrir esos debates como ya hizo con el tema Uber, tan polémico aquí como en el resto del planeta. “Quiero construir y mejorar espacios de reflexión respecto a cuestiones políticas concretas donde podamos aprender los unos de los otros” afirma esta profesional que durante el Movimiento girasol de 2014 (una especie de 15M local) llevó a la red la emisión en directo de aquella revuelta.

Tang defiende que para democratizar las democracias en las que la intervención ciudadana se ha reducido simplemente a votar, la participación digital en un gobierno abierto “es necesaria pero no suficiente. La inclusión, la diversidad y la capacidad de escucha escalonada también son importantes. En general estamos demasiado acostumbrados a una cultura familiarizada con la idea de millones de personas que escuchan y demasiado poco con la de millones de personas colaborando al mismo tiempo. Los procesos de participación deben buscar mecanismos similares a los del juego, como hace Uber o Pokemon Go, cuyo elegante diseño de la experiencia potencia la voluntad de uso”.

Respecto a ese juego, que tiene actualmente enloquecidos a los taiwaneses, Tang comenta con cierta sorna que “nuestra civilización ha superado trastornos mucho más graves. Además es un caso de estudio interesante sobre el que los arquitectos de la democracia deberían aprender”. Respecto a quienes se hacen adictos a los videojuegos o al móvil ella defiende la libertad individual: “Cada uno debe definir su propia relación con la tecnología. Yo personalmente practico el mindfulness pero hay otros caminos”. En cuanto al futuro, se niega a hacer predicciones: “Espero participar en el desarrollo de la realidad virtual y los robots pero lo fundamental es que inventemos el futuro todos juntos”.

Si algo escasea en la mayoría de los gobiernos son los genios, sobre todo en algunos países. No es el caso de Taiwán, donde la semana pasada se anunció la creación de un nuevo puesto ministerial, Ministro Digital sin cartera, que desde el próximo octubre ocupará Audrey Tang, quien se autodefine como una ‘hacker cívica’ y ‘anarquista conservadora’, es decir alguien que “resuelve problemas de forma creativa, apoyándose en la tecnología y que además aspira a conservar la anarquía de la red, una utopía que he experimentado durante dos décadas”, según le explica ella misma a Teknautas.

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