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Las sillas de ruedas catalanas pensadas para transformar la infancia de Ruanda
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REUTILIZAN MATERIAL LOCAL

Las sillas de ruedas catalanas pensadas para transformar la infancia de Ruanda

Clara Romaní y Josep Mora acudieron al país africano para mostrar sus diseños y enseñar a los locales cómo construir los modelos que ayudarían a muchas personas

100 euros. Ese es el precio mínimo de una silla de ruedas de gama baja. Los ingresos brutos anuales por persona en Ruanda no llegan a los 630 euros, según el Banco Mundial. Por ello, conseguir en Ruanda una silla de ruedas implica dedicar al menos los ingresos íntegros de dos meses. Algo difícilmente asumible para la mayor parte de la población del país africano. Dos catalanes quieren cambiar esta situación.

Clara Romaní y Josep Mora crearon el proyecto Kigali Chair Project con un objetivo en mente: hacer accesibles las sillas de ruedas a los ruandeses. “Empezamos en Barcelona con el fin de desarrollarlo en Ruanda. Queríamos hacer sillas de ruedas con material autóctono reciclado”, explica Romaní. La idea surgió en el año 2011, cuando ella acabó la carrera de Diseño de Producto y empezó a trabajar haciendo sillas en el taller de Mora. Entonces, decidieron aunar ideas y conocimientos para lograr su propósito.

La clave del proyecto es que estas sillas puedan ser construidas por cualquier persona y con cualquier material. “Las sillas de rueda que planteamos están hechas con cosas que puedes encontrar en cualquier lado: sillas viejas de bar, ruedas de bicis...”, dice Clara Romaní. Por ello, una vez en Kigali, la capital de Ruanda, los dos catalanes crearon una red de hospitales, talleres e industrias para “unir al necesitado con lo que necesita”, permitiendo que los residuos de las fábricas que eran desechados pudieran ser utilizados para producir sillas de ruedas ecológicas y muy baratas para aquellas personas, muchas de ellas niños, que las necesitaban. Lo importante era “enseñar a hacer estas sillas, demostrar que había una manera fácil y barata de construirlas, reduciendo además los residuos y promoviendo la creatividad”, añade la diseñadora. Así, crearon un manual de instrucciones con unas directrices básicas de la construcción. “Dejamos en Ruanda el diseño escrito de forma muy visual y clara”.

Pero Mora y Romaní no dejaron solo instrucciones de fabricación en Ruanda. También ilusión y creatividad: “El hecho de que una persona que no ha tocado una llave inglesa en su vida se sienta capaz de arreglar una silla es un cambio total”, explica sonriente Romaní. “El paciente, la profesora y la monja trabajaban juntos, conseguimos acercar las sillas de ruedas a todo el mundo”.

El hecho de que una persona que no ha tocado una llave inglesa en su vida se sienta capaz de arreglar una silla es un cambio total

Durante el proyecto, Mora y Romaní le presentaron el proyecto a la facultad de Arquitectura de Kigali para animarles a continuar con él, para que “no dependieran de nosotros y, de esta forma, promover su independencia y la autogestión”. La financiación del proyecto y del viaje fue “100% propia”, utilizando sus ahorros personales.

Pero, ¿por qué Ruanda? “Conocíamos a una persona que había trabajado en el país y sabía de la necesidad de sillas de ruedas”, explica Clara Romaní. “Hay muchas malformaciones congénitas, además de amputaciones por el genocidio de 1994. Colaboramos con Gatagara, un centro enorme de rehabilitación con más de 1.300 niños. Todo el mundo allí necesita una silla de ruedas”. Según datos gubernamentales, en el año 2002, de los más de ocho millones habitantes de Ruanda, un 2,4% de la población, 192.7000 personas, son discapacitadas físicas.

En 2015, Kigali Chair Project ganó el primer Premio Cataluña de Ecodiseño que otorga el departamento de Territorio y Sostenibilidad de la Generalitat de Cataluña. Los motivos señalados por el jurado son “su sensiblización hacia el ecodiseño con la reutilización de elementos comunes disponibles localmente y sencillos procesos de fabricación, por el gran valor social añadido de la propuesta y porque se podría aplicar fácilmente a otros países en desarrollo”. Actualmente, Mora y Romaní continúan con otros proyectos, esperando a que un día llegue la financiación necesaria para poder llevar sus sillas de ruedas recicladas a otros lugares y que el proyecto solidario siga rodando.

100 euros. Ese es el precio mínimo de una silla de ruedas de gama baja. Los ingresos brutos anuales por persona en Ruanda no llegan a los 630 euros, según el Banco Mundial. Por ello, conseguir en Ruanda una silla de ruedas implica dedicar al menos los ingresos íntegros de dos meses. Algo difícilmente asumible para la mayor parte de la población del país africano. Dos catalanes quieren cambiar esta situación.

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