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El nuevo racismo en España
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ENTRE LAS MINORÍAS, UN 32,7% LO HA SENTIDO

El nuevo racismo en España

Mucho se ha hablado estos días de Mandela y su lucha. Pero aquí, en España, las personas de raza negra y los expertos también hablan de racismo

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Edith tiene una galería de arte en el centro de Madrid, a un paso del Thyssen y del Congreso. Tiene una amplia experiencia: formada en economía, primero abrió una sala en Barcelona y hace tres años, cuando decidió venirse a la capital, la inauguró en Madrid. Y, sin embargo, cuando alguien entra en su establecimiento, no es raro que una de las primeras preguntas sea: "¿Está el dueño?". El motivo no es difícil de adivinar: Edith, de apellido Mbella, es de raza negra. Y ella, que lo cuenta entre risas, justifica: "Pasa más con la gente mayor: les sorprende. Están acostumbrados al top manta y les cuesta entender que una persona africana pueda tener una galería en un sitio de referencia".

Edith Mbella –cuya galería, dedicada al arte africano, lleva su nombre– nació hace 43 años en Camerún. A los 9 se fue a París, para operarse de una catarata con la que nació, y allí se quedó. A España vino en 2000 y desde 2008 tiene la nacionalidad. Dice que, con su posición, "no estoy sujeta a un racismo directo, pero es cierto que en este país, de alguna forma, se identifica al negro con la ilegalidad".

Mucho se ha hablado duranteestos días de honras a Nelson Mandela de la realidad en Sudáfrica, de las desigualdades que, dos décadas después de la abolición del apartheid, siguen abriendo una brecha entre blancos y negros en aquel país. El Día Internacional contra la Discriminación Racial (21 de marzo) fue adoptado, precisamente, en conmemoración de una matanza acaecida en una manifestación contra aquel sistema en 1960: aquel día, 69 personas murieron asesinadas en Sharpeville a manos de la policía. Estamos muy lejos de Sudáfrica y muy lejos de aquella fecha, pero ¿qué sucede hoy en España? ¿Existe discriminación hacia las personas de piel negra?

Un hombre observa un escrito en una concentración contra el racismo en ZaragozaSeñalan los estudios que el racismo no preocupa a los españoles (un 0,1% lo situó como segundo problema en España en el último Barómetro del CIS, de octubre; en 2000, lo hizo un 1,8%) y la inmigración (que en 2006 pasó a ser el principal problema, por encima del paro) la señala un 3,2%. Sin embargo, aunque la sociedad "comienza a aceptar algunos términos de la nueva diversidad cultural, aún conserva prejuicios", indica uno de los informesdel Consejo para la Promoción de Igualdad de Trato y No Discriminación de las Personas. Su presidente, Fernando Rey, catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Valladolid, que subraya que habla a título personal, es mucho más contundente: "En España sigue habiendo racismo. Esta es una verdad que no nos gusta asumir a los españoles, nos incomoda especialmente porque nos vemos colectivamente como acogedores y generosos". El color de la piel, señala este experto, es determinante en la discriminación, aunque cuando se hable de la que soportan las personas negras "se piense en Luther King y Mandela, pero no en España". Sin embargo, el corazón de esta lacra "está en los prejuicios raciales, en los estereotipos o generalizaciones negativas hondamente arraigadas. Funcionan así: 'Todos los subsaharianos son...'".

Todos son... inmigrantes, y además ilegales, por ejemplo. O delincuentes. O caraduras que se aprovechan de nuestra casi extinta sociedad del bienestar. En ese territorio de los prejuicios se mueven Mamabou Sarro (18 años, nacido en Mali, llegado en patera a España hace dos), que está a tres meses de acabar sus estudios de jardinería y cuenta que, si pregunta en la calle la dirección de algún sitio, a muchos les cuesta responderle, o que cada vez que se sienta en el metro hay una hilera de sitios vacíos a su alrededor o que sólo después de dos años en este país ha conseguido hacer un amigo español. También su amigo Diemba Cisse (24 años, senegalés), que, sí, a pesar de ser músico está en pie frente a su 'manta' repleta de películas 'pirateadas', pero que sentencia: "No robamos, no pedimos, estamos trabajando. ¿Por qué cuando una mujer me ve agarra su bolso? Tú tienes la sangre roja, yo la tengo roja...".

Hay dos clases de racismo, el clásico, el de la superioridad, que a veces toma tintes dramáticos, y el nuevo, "que rechaza esta idea, pero que, pese a ello, no trata en la vida cotidiana a los miembros de las minorías étnicas. Este último es sutil y sabe camuflar sus verdaderas razones incluso para su portador, que cree que no es racista... siéndolo", explica Fernando Rey. Un 32,7% de las potenciales víctimas de la discriminación dice haber vivido una situación de ese tipo en los últimos doce meses, problema agravado porque "tampoco las víctimas saben que lo son".

Niega serlo, por ejemplo. el escritor Inongo vi-Makomé, camenurés de 65 años que vive en Barcelona y llegó a España en 1970, que asegura: "No he perdido un segundo de mi vida en preocuparme del racismo. La discriminación viene más por el nivel económico del país del que viene uno". También lo niega Virginia Rosario, dominicana de 40 años, cinco ya en España sin ver más que una vez a sus hijos, que quedaron allá: "Nos mezclamos. No hay prejuicios. Nos tratan bien. He trabajado en muchas casas –como asistenta– y sólo en una me dijeron '¡negra!' y me trataron mal". Ella, de hecho, está orgullosa de serlo, pero la mujer que se lo espetaba no le estaba, precisamente, echando un piropo.

[Vídeo la campaña Mézclate, del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad]

No se sabe cuántos negros hay en España. Ni el INE ni el propio Consejo para la Promoción de Igualdad de Trato y No Discriminación de las Personas, que depende de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, los manejan, cuando "serían esenciales" para su trabajo, según expone Rey, que se ha impuesto ese objetivo en su mandato. La razón que ofrece el ministerio estriba en que la legislación en materia de protección de datos prohíbe preguntar por las características étnicas de la población (ley 15/1999). La única estimación sobre el asuntoprocede del Alto Consejo de la Comunidad Negra en España, que hace un lustro hablaba de entre 700.000 y 1.600.000 personas. Algunos son inmigrantes, otros, como el director de cineSantiago A. Zannou (El truco del manco, Alacrán enamorado), no. Zannou, que nació en Madrid (como "chico mulato de barrio") y ha abordado en sus trabajos el tema de la discriminación, aseguraba en una entrevistaque "la vida cotidiana de cualquiera que no tenga rasgos españoles está llena de pequeños actos de racismo que minan la moral".

"Hay miradas, gestos... eso lo tengo asumido como parte de mi vida", dice Oumar Diallo, senegalés de 42 años que llegó a España en 1994, al campo, a trabajar de 7 a 7 incluidos sábados recogiendo patatas y flores. Diallo se dijo que podía aspirar a más, mejoró su castellano, estudió informática, obtuvo un trabajo de mediador en asuntos sociales en el ayuntamiento de Mataró y, tras otros muchos empleos, fundó Wanafrica, una publicación destinada a dar voz a lo que sucede en África y aquí, con la inmigración. Vive de ella y de traducciones de libros de autores africanos. Está casado con una española (blanca) y tiene tres hijos, de 9, 7 y 2 años. "El racismo –asegura– antes se notaba más; el paso del tiempo lo ha diluido. En todos los países te puedes encontrar un descerebrado, pero en España es algo más institucional que social. Por ejemplo, el hecho de tener una ley específica sobre inmigración condiciona a estas comunidades, hasta el punto de que a los hijos nacidos aquí, que ni siquera han pisado África, se les identifica como tales. Esos chavales se sienten españoles, pero a los 12 o 13 toman conciencia de lo que les ocurre: es como si la sociedad los rechazara, y se vuelven rebeldes". Diallo apunta dos medidas: "Habría que cambiar la ley de extranjería, y los políticos tendrían que dejar de identificar inmigración con delincuencia. Es algo que se graba en la mente, y te convierte en delincuente hasta que se demuestre lo contrario. Eso hace difícil la convivencia", señala.

De institucional califica también el racismo en España Abuy Nfubea, de 39 años (desde los 9 en España), periodista y presidente de la Confederación Panafricanista de las Comunidades Negras en España. "Aquí se reduce el racismo a los episodios aislados de violencia, pero es estructural. Por ejemplo, se habla de Sudáfrica y los medios, que son el motor del racismo, sacan a misioneros: es un negacionismo sociológico, puesto que niega la existencia de la diversidad. Se recluye el racismo el tema a la inmigración. Los nacidos a partir del 82 piensan que todos los negros vienen en patera, pero no saben que los constructores de la hispanidad son básicamente negros. En España no hay datos sobre nosotros, que ademássomos 'subsaharianos' o 'afrocaribeños'. No se habla de racismo, sino de discriminación, palabras abstractas que la gente no entiende. Mi vecina, una mujer mayor, me preguntaba el otro día: 'Yo sé lo que es un negro, ¿pero qué es un subsahariano?'". Nfubea, que vive en Madrid, tiene una definición clara del racismo:"No es vivir en un gueto, no es que me apaleen. Es el prejuicio más el poder institucional. Un policía no para a un negro porque lo odie, sino porque tiene un prejuicio y el poder institucional para hacerlo". También muchas quejas derivadas de esta situación: la ausencia absoluta de la comunidad negra en los medios, instituciones y ONG que abordan el tema ("hacen 'meriendas de blancos' hablando de negros", dice); el hecho de que cualquiera que hable claramente de racismo, siendo negro, quede "excluido de cualquier foro o tertulia", porque su discurso no cuadra con el del inmigrante "agradecido"...

"Si hablas de negros, primero a nosotros nos gusta, y luego la gente lo entiende", afirma Nfubea. Y esta queja de los términos utilizados para referirse a ellos, o la de que los organismos dedicados a racismo e igualdad no abran sus foros a personas de las minorías afectadas, le parece a Fernando Rey, siempre a título personal, "razonable. En España no ha habido nunca hasta ahora una política seria de lucha contra la discriminación de las personas negras (españolas o no). Muchos españoles no saben que nuestro país tiene un pasado esclavista bochornoso. Apenas hay estudios sobre este colectivo. Es algo que me propongo abordar", añade Rey, quien también señala que con la crisis, el racismo está ganando fuerza: "El descontento social es el mejor caldo de cultivo para los grupos violentos y la búsqueda de chivos expiatorios: el mito del extranjero que viene a robarnos. Por otro lado, el recorte público ha sido drástico en políticas de igualdad. Es un error porque todo lo que dejemos de gastar ahora en integración tendremos que gastarlo, centuplicado, más tarde. Los costes de la discriminación son enormes. Luchar contra ella es invertir en futuro. No sólo es más justo; es más inteligente".

"África está muy cerca, pero muy lejos de España", resume Oumar Diallo. Y la reflexión es generalizada: "Cuando veo ciertas cosas no tengo fuerzas para vivir en este país. ¿Cuántos kilómetros nos separan?", se pregunta Mamabou Sarro. Mientras, los datos siguen hablando. Otro estudiodel Consejo señala que un 46,7% de personas pertenecientes a minorías étnicas se ha sentido discriminada por su origen en el ámbito laboral; porcentaje que se eleva al 63,9% en el caso de los de origen subsahariano y disminuye a un 41,6% entre los afrocaribeños. Hay, sin embargo, otras realidades: la de los hijos de Diallo, que puede que, a difrerencia de su padre, no tengan que acostumbrarse a gestos y miradas discriminatorias: "En el ámbito educativo se están haciendo cosas interesantes; se está educando en diversidad", dice su padre.

[Los gráficos de esta noticia están obtenidos de los siguientesestudios:Informe anual sobre lasituación de la discriminacióny la aplicación del principio deigualdad de trato por origenracial o étnico en España;Estudio anual sobre la discriminación por el origen racial o étnico: la percepción de las potenciales víctimas;La percepción de la discriminación por el origen racial o étnico en el ámbito del empleo y la formación]

Edith tiene una galería de arte en el centro de Madrid, a un paso del Thyssen y del Congreso. Tiene una amplia experiencia: formada en economía, primero abrió una sala en Barcelona y hace tres años, cuando decidió venirse a la capital, la inauguró en Madrid. Y, sin embargo, cuando alguien entra en su establecimiento, no es raro que una de las primeras preguntas sea: "¿Está el dueño?". El motivo no es difícil de adivinar: Edith, de apellido Mbella, es de raza negra. Y ella, que lo cuenta entre risas, justifica: "Pasa más con la gente mayor: les sorprende. Están acostumbrados al top manta y les cuesta entender que una persona africana pueda tener una galería en un sitio de referencia".

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