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Darles una leche o una Visa Oro
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“LA MAYORÍA DE PADRES NO SABE CÓMO EDUCAR A SU HIJO”

Darles una leche o una Visa Oro

“No sé qué hacer: unos me aconsejan una cosa, otros la contraria y ninguna funciona. El niño sigue pegando por más que hablo con él. Otras veces

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Darles una leche o una Visa Oro

“No sé qué hacer: unos me aconsejan una cosa, otros la contraria y ninguna funciona. El niño sigue pegando por más que hablo con él. Otras veces le castigo y tampoco sirve de nada”. Lo que Ana, madre de un niño de tres años, cuenta sobre la impotencia que siente a la hora de combatir la agresividad de su hijo, es muy habitual entre los padres actuales. Según el profesor, filósofo y escritor José Antonio Marina, “una gran mayoría de padres no sabe muy bien cómo educar a sus hijos. Se muestran muy erráticos, no saben si deben darles un cachete o una Visa Oro. Y además se les ve angustiados porque quieren hacerlo bien, ya que les han dicho que lo que hagan en los primeros años va a ser decisivo en la vida de sus hijos, con lo que sienten el peso de una enorme responsabilidad”.

 

En definitiva, que si por algo se distinguen los padres actuales es por sus dudas. Ahora que la familia, la fuente de información primera acerca de cómo educar, ya no está cerca, que estamos revisando críticamente muchas de las certezas del pasado y cuando los expertos emiten con frecuencia opiniones contradictorias, es difícil que tengamos las ideas claras. Y es que, como señala Marina, estamos en una sociedad que se ha hecho más compleja y heterogénea y en la que no hay pautas claras de acción. “Y más aún a la hora de educar: la familia es una institución fragilizada que está sometida a situaciones muy difíciles”.

Ese es uno de los motivos que han llevado a Marina a poner en marcha la Universidad de Padres, una iniciativa online y gratuita que imparte cursos de 10 meses en los que se ofrece formación sobre las diferentes etapas de crecimiento de los hijos. La Universidad de Padres, sufragada por Marina de su propio bolsillo, cuenta en la actualidad con 500 alumnos. En ella, el escritor toledano se propone “volver a explicar a los padres cosas sensatas, proporcionándoles ayuda concreta en los pequeños o grandes problemas educativos a los que se están enfrentando. No queremos darles sólo una clase teórica sino transmitirles una sensatez  ilustrada y práctica para que no se sientan tan confusos. Y tan culpables, porque muchos creen que están haciendo las cosas mal, lo que a menudo no es cierto”.

Según Pedro Molino, coordinador de tutores de la UP, uno de los principales objetivos de estos cursos es asentar la idea de que “no se trata sólo de amar a los hijos, sino de aprender a amarlos bien. Quererlos bien no sólo es amarlos de corazón y decírselo mucho sino entrenarlos para jugar el complejo partido de la vida. Para ello debemos de dotarlos de recursos intelectuales, afectivos y éticos, porque son y serán cada vez más numerosos y complejos los retos, las contradicciones y las variables que nuestros hijos encontrarán en su entorno y en su vida social futura.”

Un diagnóstico que comparten los padres, que se mueven en una situación paradójica. En un sentido, saben que viven en un contexto difícil en el que deben ayudar especialmente a sus hijos y tienen las ideas muy claras sobre sus objetivos finales. M.M. madre de tres hijos, y alumna de la Universidad de Padres, señala una de las metas más frecuentes, “darles cariño, tiempo, pautas básicas para vivir una vida feliz, para ser autónomo, fuerte ante la adversidad, respetuoso y para apreciar el valor del esfuerzo diario”.

Nuevos modelos de familia

Pero, en otro sentido, está la dificultad de llevar a la práctica lo que se pretende. Y esa es una de las motivaciones principales de quienes se han dado de alta en la Universidad de Padres. Más allá de la resolución de dificultades educativas concretas (un niño con rabietas frecuentes, una niña que se relaciona mal con sus compañeros, etc) late en esta creciente demanda de formación la idea de que no nos están dando, como padres, las pautas claras que nos son necesarias. Vivimos en un mundo en el que el peso y la presencia de los expertos es creciente pero en el que, a pesar de eso, los cosas se nos aparecen más complicadas. Y es que vivimos en una época de mensajes contradictorios, en la que se nos pueden ofrecer métodos completamente distintos para lograr el mismo fin. Y eso ocurre, según el sociólogo Javier Elzo, porque también los expertos defienden modelos de familia distintos. “Quienes, como Lipovetsky, insisten que lo primero es la pareja, no ven como una de las prioridades de la familia la educación de los hijos o, al menos, la colocan en un segundo plano respecto del éxito profesional y personal de los cónyuges. Por eso sus consejos son muy distintos de los formulados por quienes piensan que lo primero son los hijos”.

Elzo subraya este punto porque uno de los aspectos en que más se está dejando sentir el cambio en nuestras sociedades es en la aparición de nuevos modelos de familia. Una investigación de 2002 señalaba cómo había en España un 42% de familias nominales, “en las que los padres habían delegado toda responsabilidad educativa en manos de la escuela o del entorno”; un 15% de familias conflictivas; un 25 % de familias tradicionales, en la que la madre trabajaba en el hogar y  “que funcionaban razonablemente bien mientras los hijos estaban en casa”; y un 17-18% restante que pertenecía a un modelo naciente, el de la familia adaptativa, en la que trabajaban ambos progenitores, “y en la que se habían aprendido a gestionar adecuadamente los conflictos, que se entendían como una parte más de la educación”. En una investigación reciente realizada en Cataluña por Elzo, aparecen unos porcentajes muy similares. Sus variaciones, poco significativas, “son achacables más al territorio y las particularidades de la muestra, circunscrita a familias con hijos en edad escolar, que a diferencias sustanciales con los modelos precedentes”. En definitiva, lo que señalan los estudios es que el peso de la familia tradicional está descendiendo, que el de la adaptativa está aumentado y que, entre medias, hay una buena parte de familias, las nominales, perdidas en el nuevo mundo.

Quizá por esas deficiencias en la familia el entorno se vuelve más importante que nunca, y más aún a determinadas edades. José Antonio Marina señala que en su Universidad de Padres se incide mucho en que las familias tienen que trabajar a través de dos canales. “El trato directo con el niño es básico pero también hay que intervenir en su entorno educativo, que ejercerá mucha influencia sobre él, ya se trate de la escuela, del barrio o de los grupos de los que forme parte”. Es en ese sentido, advierte Marina, organizarse junto con otros padres resulta fundamental. “En EEUU tienen por costumbre preparar alguna fiesta a principios de curso para que los padres puedan encontrarse y trabar relación, lo que es particularmente útil, porque servirá para crear una red protectora común. En España nos cuesta mucho más relacionarnos con otros padres”. Y es que, según Marina, “si te preocupas por las notas de tus hijos, también deben preocuparte las notas de los amigos de tus hijos. A partir de los13 años, la influencia de los padres es muy pequeña. Y si se tiene la suerte de que el hijo caiga en un buen grupo, todo irá bien, porque el grupo le va a educar estupendamente. Si no…”.

“No sé qué hacer: unos me aconsejan una cosa, otros la contraria y ninguna funciona. El niño sigue pegando por más que hablo con él. Otras veces le castigo y tampoco sirve de nada”. Lo que Ana, madre de un niño de tres años, cuenta sobre la impotencia que siente a la hora de combatir la agresividad de su hijo, es muy habitual entre los padres actuales. Según el profesor, filósofo y escritor José Antonio Marina, “una gran mayoría de padres no sabe muy bien cómo educar a sus hijos. Se muestran muy erráticos, no saben si deben darles un cachete o una Visa Oro. Y además se les ve angustiados porque quieren hacerlo bien, ya que les han dicho que lo que hagan en los primeros años va a ser decisivo en la vida de sus hijos, con lo que sienten el peso de una enorme responsabilidad”.