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La eutanasia se populariza en Holanda: los suicidios asistidos se triplican en una década
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el año pasado hubo más de 5.500 casos

La eutanasia se populariza en Holanda: los suicidios asistidos se triplican en una década

Una serie de casos polémicos han desatado el debate sobre el derecho a poner fin voluntariamente a la vida. Muchos creen que se está abusando de esta práctica

Foto: Enfermeras trabajan en la Unidad de Cuidados Paliativos del hospital AP-HP Paul-Brousse, en Villejuif, cerca de París. (Reuters)
Enfermeras trabajan en la Unidad de Cuidados Paliativos del hospital AP-HP Paul-Brousse, en Villejuif, cerca de París. (Reuters)

La joven, identificada solo con el número 2015-64, tenía unos 20 años. Estaba en la flor de una vida que se tornó en infierno a los cinco años de edad, cuando comenzaron los abusos sexuales a los que fue sometida hasta cumplir los 15. Entonces empezó la batalla para la recuperación que la llevó finalmente a recibir su última receta médica: el suicidio asistido. El caso de esta veinteañera holandesa fue publicado esta semana por la Comisión de la Eutanasia en Países Bajos en su informe anual. Sin nombre ni más referencias a su perfil, es uno más de la larga lista de suicidios asistidos “por compasión” que se hacen cada vez más frecuentes en este país. La joven, dice el informe, pedía a gritos que la dejarán morir porque no podía vivir con “su sufrimiento mental”, y eso fue lo que hicieron los médicos y psiquiatras que la estaban tratando. Después de más de cinco años luchando contra el estrés postraumático que le provocaron las violaciones en su niñez, concluyeron que su caso era incurable y que había que ayudarla a morir.

Según la comisión, la joven sufría trastornos mentales, anorexia severa, depresión crónica, cambios de humor suicidas, tendencia a la autoagresión, alucinaciones, obsesiones y compulsiones. El informe señala insistentemente que estaba muerta en vida: “La mayor parte del tiempo estaba postrada en la cama”. No obstante, lo que provocó la polémica fue que ella había llegado a “mostrar signos positivos y de progreso” un par de años antes de su muerte gracias a una “terapia intensiva”. A pesar de ello, los especialistas concluyeron que “no había perspectivas ni esperanzas para ella y que su sufrimiento era insoportable”. La mejor solución, sentenciaron, era aprobar el suicidio asistido con una inyección de drogas letales. Ella misma lo autorizó. Era, resaltan, “totalmente competente para tomar la decisión de quitarse la vida, a pesar de su sufrimiento físico y mental”.

Un año antes, el treintañero 2014-77 tuvo la misma prescripción médica. Había sido víctima de abusos sexuales en su infancia y le fue detectado autismo a los 10 años de edad. Batalló contra la enfermedad física y la psicológica durante dos décadas, pero finalmente recurrió al psiquiatra para hacer una solicitud “voluntaria y bien fundada” de poner fin al sufrimiento “insoportable” de una “condición mental incurable”. Su médico, considerando que había esperanzas, se negó a autorizar la eutanasia y, como exige la ley, transmitió la petición a otros especialistas que, finalmente, aprobaron la solicitud.

La eutanasia como solución al sufrimiento ha crecido un 50% en los últimos cinco años entre los médicos de los Países Bajos y un 300% desde 2006. Una cifra preocupante para algunos expertos, que consideran que es una práctica que se está utilizando muy a la ligera y que las normas están muy abiertas a la interpretación. Mientras tanto, para otros médicos consultados por este diario, todavía falta mucho camino por recorrer: la cifra podría ser mayor, pues algunos casos, con enfermedades mentales crónicas, aún no se están tomando en serio y no se les aprueba el suicidio asistido.

“Creo que los datos muestran una cifra inferior a lo que debería ser en realidad. Las solicitudes de eutanasia procedentes de pacientes con enfermedades psiquiátricas no son todavía escuchadas por los psiquiatras, ni tenidas en cuenta como un tema serio. En consecuencia, el número real sería mucho mayor del que es ahora, si se pone más atención en esta cuestión”, explica a El Confidencial la psiquiatra holandesa especializada en eutanasia, Paulan Starcke. Esta opinión es totalmente contraria a la de su colega Theo Boer, un especialista que participó en la elaboración del proyecto de ley que hoy regula esta práctica en Holanda. “Mientras la muerte asistida era una excepción rara en un principio, como último recurso y aceptada por muchos, -incluyéndome a mí-, ahora la opinión pública ha cambiado dramáticamente hacia la eutanasia considerándola un derecho del paciente y un deber del médico”, dice Boer.

El año pasado, se practicaron en los Países Bajos más de 5.500 casos de suicidio asistido. De estos, cuatro fueron declarados “irregulares” por la Comisión de Control y Evaluación de la Eutanasia y están siendo objeto de estudio. En 2002 se introdujeron las primeras leyes holandesas en esta materia, aprobando la eutanasia con medicamentos, ya sea por inyecciones a los pacientes incapaces de hacerlo por sí mismos, o proporcionando automedicación. No obstante, desde entonces, varios casos polémicos han vuelto a reabrir el debate sobre los límites de esta práctica, que fue aprobada para aplicarse en casos excepcionales, pero que año tras año, su uso se hace cada vez más frecuente entre los nacionales, y entre los extranjeros que recurren a las clínicas holandesas para poner fin a su vida.

Un diagnóstico difícil

En general, hay una cierta unanimidad sobre los casos de enfermedad física en los que se puede autorizar el suicido asistido. No obstante, sigue siendo un tanto espinoso en los casos de enfermedades psiquiátricas y mentales. En 2010 solo se le concedió la eutanasia a dos personas, pero en 2015, fue practicada a al menos 109 personas con alguna demencia y otras 56 por problemas psíquicos.

“La ley neerlandesa no hace distinción alguna entre las causas del sufrimiento insoportable de los pacientes sin esperanza. Para conceder la eutanasia puede haber causas físicas o mentales, o una combinación de ambas, que es lo más frecuente”, explica Starcke. Según su análisis, las diferencias entre enfermedades psiquiátricas y físicas a la hora de decidir aparecen en varios aspectos, pero principalmente señala que “la mayoría de las enfermedades mentales no son terminales, por lo que el paciente sufre sin fin hasta que muere” si nadie lo evita, especifica.

La doctora también hace referencia a la esperanza que siempre puede haber detrás de una enfermedad mental. “Siempre hay algún tipo de tratamiento pensado para estos casos, lo que conduce a la resistencia de muchos psiquiatras para decidirse a afirmar que no hay tratamiento razonable”, critica, aunque reconoce las dificultades que diferencian estos casos de las enfermedades totalmente físicas. “Los pacientes de los psiquiátricos a veces tienen problemas para comunicarse y el sufrimiento puede malinterpretarse o no entenderse correctamente, por lo que la evaluación de las competencias del enfermo pueden ser complicadas”, asegura.

Otros psiquiatras han resaltado que se están dando casos abusivos en la práctica del suicidio asistido, como el de una mujer que, al no soportar la pérdida de su marido hace dos años, entró en depresión y pidió que se le concediera la eutanasia. Su deseo se cumplió el año pasado, a pesar del rechazo de algunos médicos que consideraban no válida su situación para este paso.

Hace tres meses, así mismo, la retransmisión de una muerte ha causado una gran conmoción. Hannie Goudriaan, de 68, sufría de demencia semántica -una enfermedad que borra gradualmente el significado de los conceptos y las palabras- y en “un momento de lucidez y calma”, pidió a su médico que pusiera fin a su vida. La escena final, en que la anciana aparece tumbada en una cama junto a su marido, mientras se le suministra la inyección letal, fue grabada y emitida por televisión. Esto encendió el debate sobre los límites de esta práctica, recibiendo calificativos desde “ejecución” y “asesinato”, hasta otros como “bello” o “conmovedor”. Ese mismo largometraje mostró los casos de varias personas con problemas mentales o demencias que habían solicitado que se les aprobara la eutanasia pero sus médicos lo rechazaron.

De hecho, la eutanasia es un tema tan delicado y controvertido, que en algunos casos puede acabar con los médicos en los tribunales por rechazar la petición de un paciente. En diciembre, un médico general holandés aprobó, en un primer momento, la muerte asistida a una joven de 19 años de edad, Milou de Moor, que padecía de lapsus. La paciente tenía el respaldo de sus padres. Se había fijado fecha para la inyección, pero momentos antes de la cita, el doctor dio marcha atrás en su decisión y consideró “no apropiado” continuar con la eutanasia. La joven, al escuchar la noticia, se suicidó colgándose de un árbol. Ahora su familia persigue legalmente al médico porque “se lo deben a Milou”. Y es que, según la psiquiatra Starcke, la diferencia con el suicidio, es que con la eutanasia “te puedes preparar, decir adiós, estar entre los tuyos y puede ser un recuerdo cariñoso, no solo doloroso”.

La joven, identificada solo con el número 2015-64, tenía unos 20 años. Estaba en la flor de una vida que se tornó en infierno a los cinco años de edad, cuando comenzaron los abusos sexuales a los que fue sometida hasta cumplir los 15. Entonces empezó la batalla para la recuperación que la llevó finalmente a recibir su última receta médica: el suicidio asistido. El caso de esta veinteañera holandesa fue publicado esta semana por la Comisión de la Eutanasia en Países Bajos en su informe anual. Sin nombre ni más referencias a su perfil, es uno más de la larga lista de suicidios asistidos “por compasión” que se hacen cada vez más frecuentes en este país. La joven, dice el informe, pedía a gritos que la dejarán morir porque no podía vivir con “su sufrimiento mental”, y eso fue lo que hicieron los médicos y psiquiatras que la estaban tratando. Después de más de cinco años luchando contra el estrés postraumático que le provocaron las violaciones en su niñez, concluyeron que su caso era incurable y que había que ayudarla a morir.

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