Es noticia
París se esfuerza por recuperar la calma con la semilla de la sospecha aún muy viva
  1. Mundo
así vive la ciudad una semana después del 13-N

París se esfuerza por recuperar la calma con la semilla de la sospecha aún muy viva

Hoy en París es normal que en un MacDonald´s te registren el bolso antes de entrar. “Es más, algunos clientes lo agradecen, les da más confianza”

Foto: Continúan las investigaciones policiales en Saint Denis. (EFE)
Continúan las investigaciones policiales en Saint Denis. (EFE)

París ha aprendido a irse a la cama con sirenas y a despertarse con sirenas. Una semana después de los peores atentados terroristas conocidos por Francia, cuando el destino redondea la cifra de víctimas a unos insoportables 130, París retoma el pulso, hace su vida. Vuelven a abrir las salas de conciertos, los cines, los museos; el transporte público funciona con normalidad y los parisinos siguen abarrotando el metro en las horas punta, siguen sentándose en las terrazas, siguen llevando a sus hijos al colegio y a jugar a los parques. Pero algo ha cambiado. El trauma, revivido cada vez que una sirena recorre a toda velocidad una avenida de la capital, ha hecho mella. Las emociones están a flor de piel. La desconfianza ha calado.

Hoy en París es normal que en un MacDonald´s te registren el bolso antes de entrar. “Es más, algunos clientes lo agradecen, les da más confianza”, reconoce el guardia de seguridad de una hamburguesería cerca de la plaza de la República. Los pedidos de arcos de seguridad y escáneres para equipajes se han disparado desde el pasado viernes en la feria de Seguridad que se celebra estos días a las afueras de la capital francesa, lo mismo que las contrataciones de agentes de seguridad privada. “Hoy el objetivo podemos ser cualquiera, da igual si eres rico o pobre, guapo o feo. No podemos quedarnos indiferentes porque puede pasarnos a cualquiera”, asegura Sabia Mohammedie, una vecina de Saint-Denis.

La tragedia ha despertado sentimientos de unidad en los parisinos, hay necesidad de consolar y de sentir el consuelo de los demás. Pero también ha despertado la semilla de la sospecha. “¿Cómo entramos ahora en el metro? ¿Cómo miramos a los demás? Se siente la desconfianza, no lo puedes evitar, no le quitas ojo a esa maleta que aquel tipo ha dejado en el suelo, o por qué aquel otro lleva un abrigo tan voluminoso y tan cerrado”, reconoce Laurent, un vecino del Bataclan.

La completa arbitrariedad de los ataques ha trastornado a los parisinos. “Yo podía haber estado ahí”, “yo ceno a menudo en ese restaurante”, “yo paso todos los días por esa calle”, se repite cerca de los mausoleos improvisados a las puertas de “Le Carrillon”, el Bataclan, “La Belle Equipe” y los demás escenarios del horror. “Ya no van a por periodistas o a por judíos, como cuando Charlie Hebdo. Van a por los franceses, y eso te deja tocado, te implica más”, reflexiona un hombre que se detiene unos minutos frente a las puertas cerradas a cal y canto de “La Bonne Bière”.

“Ya no van a por periodistas o a por judíos, como cuando Charlie Hebdo. Van a por los franceses, y eso te deja tocado, te implica más”

A la vuelta de la esquina, en el “Numerocinq”, prácticamente enfrente de la pizzería “Casa Nostra”, donde los terroristas vaciaron, por segunda vez en la misma noche, los cargadores de sus kalashnikov, uno de sus camareros se apresura a abrir una botella de “Beaujolais nouveau”. La tradición manda que el tercer jueves de noviembre se descorche una botella de este vino joven para dar la bienvenida al invierno que se acerca. “Esta noche celebramos una fiesta”, dice. “¿El motivo? Ninguno. Celebrar, divertirse. No hay mejor motivo”, asegura mientras se acerca a la barbería de al lado a convidar a sus vecinos. La noche de los atentados, él estuvo atrincherado con sus clientes hasta las cuatro de la mañana en la pequeña oficina del restaurante, que ha permanecido la mitad de la semana cerrado. Pero la vida sigue.

placeholder

La vida sigue. Estas es quizás una de las frases más repetidas estos días por los parisinos, que se empeñan en asegurar que no tienen miedo. Como un mantra cada vez que un periodista acerca un micrófono, los parisinos recitan, “no tenemos miedo, no pueden con nosotros, no nos van a cambiar”. Las terrazas, epicentros de la vida parisina, vuelven a llenarse. De hecho, apenas se han vaciado. El petardazo de un tubo de escape viejo en la calle puede llegar a provocar el pánico, pero los franceses hacen el esfuerzo por combatir el miedo y esperan que el “apéro” con los amigos les pueda acercar un poco más a la normalidad. Ante un par de cócteles de color verde con guinda, dos amigas charlan y siguen la actualidad a través de las redes sociales en sus teléfonos móviles. “¿Qué vamos a hacer? No vamos a quedarnos en nuestra casa llorando, eso es lo que quieren ellos”, afirma la joven.

El petardazo de un tubo de escape viejo en la calle puede llegar a provocar el pánico, pero los franceses hacen el esfuerzo por combatir el miedo

Los cines han vuelto a abrir, aunque muchos de ellos cachean a los espectadores antes de entrar. A pesar de que grandes nombres de la música como U2 cancelaron sus conciertos en París, decenas de salas vuelven a acoger a público, que vive con mayor intensidad si cabe, esos momentos de música y escapismo. “The show must go on”, asegura el antiguo dueño del Bataclan, que lo vendió hace dos meses. El espectáculo debe continuar, coincide su nuevo propietario. “Tendremos el corazón roto durante meses, años. Pero volveremos a abrir. No nos rendiremos”, dice Dominique Revert a “Billboard”. El lema de la ciudad, “Fluctuat nec mergitur” (batida por las olas, pero no hundida), luce en enormes caracteres en la plaza de la República. Muchos parisinos lo descubren por primera vez, preguntan qué significa, sonríen, afirman con la cabeza, y siguen con su día en un París que no se rinde.

París ha aprendido a irse a la cama con sirenas y a despertarse con sirenas. Una semana después de los peores atentados terroristas conocidos por Francia, cuando el destino redondea la cifra de víctimas a unos insoportables 130, París retoma el pulso, hace su vida. Vuelven a abrir las salas de conciertos, los cines, los museos; el transporte público funciona con normalidad y los parisinos siguen abarrotando el metro en las horas punta, siguen sentándose en las terrazas, siguen llevando a sus hijos al colegio y a jugar a los parques. Pero algo ha cambiado. El trauma, revivido cada vez que una sirena recorre a toda velocidad una avenida de la capital, ha hecho mella. Las emociones están a flor de piel. La desconfianza ha calado.

París Transporte Terrorismo
El redactor recomienda