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Argentina tiene miedo
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"estamos habituados a una crisis cada cinco años"

Argentina tiene miedo

Ninguno de los tres candidatos quiere hablar de devaluación de la moneda en plena campaña, pero los argentinos, acostumbrados a vivir en la incertidumbre política y económica, se preparan para lo peor

Foto: Un argentino duerme junto a un cajero de Banco de la Nación, junto al hotel donde Scioli y Kirchner ofrecían un acto de campaña en Buenos Aires
Un argentino duerme junto a un cajero de Banco de la Nación, junto al hotel donde Scioli y Kirchner ofrecían un acto de campaña en Buenos Aires

“Yo te digo lo que no voy a hacer: no voy a quitarle la ayuda a nadie, no voy a deshacer lo que se ha hecho bien”. Así habla Mauricio Macri, candidato de la derecha a las elecciones presidenciales del 25 de octubre, en el 'spot' más publicitado en los últimos días en Argentina. Su partido, el PRO, que acude a las urnas bajo la híbrida y desdibujada coalición Cambiemos, ha vestido la ciudad de Buenos Aires, donde Macri ha sido jefe de gobierno desde 2007, del color corporativo de su formación política, el amarillo, siempre junto al eslogan: “En todo estás vos”. Ahora, Cambiemos insta: “Sigamos con el cambio”. Pero, asegura el macrismo, sin tocar lo que Cristina Fernández y Néstor Kirchner hicieron bien, en referencia, sobre todo, a planes sociales, como la Asignación Universal por Hijo (AUH), que han salvado de la miseria a miles de familias argentinas.

La estrategia de Macri en este último 'round' de la campaña electoral es una respuesta a los intentos del oficialismo -alineados bajo las siglas del peronista Frente para la Victoria (FpV)- por alimentar el miedo de los argentinos a una vuelta de la derecha. “Cuidá la AUH”, “Cuidá tu jubilación”, dicen los carteles del FpV; el mensaje que subyace: vota continuidad, porque si gana la derecha, te va a quitar todas las ayudas. El viejo discurso del miedo, que sirve como recurso fácil al kirchnerismo: aún está reciente el trauma nacional que supuso la crisis de 2001-2002, la debacle social que siguió a las políticas de ajuste neoliberales de Carlos Menem, quien por cierto también se decía peronista, si bien implementó políticas muy diferentes a las del kirchnerismo, una suerte, este último, de populismo desarrollista que ha dejado luces y sombras tras 12 años en el poder.

Scioli se disfraza del kirchnerista que nunca fue y Macri, el referente de la derecha anti-peronista, se dedica a recitar eslóganes que convenzan al votante de que no es 'tan gorila'

Así es el peronismo: puede ser de izquierdas o de derechas; su ideario es tan difuso que esta cronista ha aprendido a desconfiar de quien se jacte de entender muy bien qué es eso del peronismo. El propio candidato oficialista, Daniel Scioli, fue defensor a ultranza del menemismo, pero ahora los vientos cambiaron, y azuza el miedo al ajuste neoliberal en sus discursos mientras repite una y mil veces un ideario no menos vago que el de Macri, articulado en torno a la idea de “desarrollar el país”, pero sin explicitar muy bien cómo. Así que, en un momento en que repunta la popularidad de la presidenta, Cristina Fernández, Scioli se disfraza del kirchnerista que nunca fue, y Macri, el referente de la derecha antiperonista, se dedica a recitar eslóganes que convenzan al votante de que no es “tan liberal” ni tan “gorila” (derechista) como lo pintan, e incluso a rendir su particular homenaje a Juan Domingo Perón, como hizo hace un par de semanas cuando inauguró un monumento del idolatrado general y celebró su logro de “darles derechos sociales a los trabajadores”.

Estos eslóganes condensan el espíritu de la clase política en la Argentina que despide al kirchnerismo: la llamada es a la prudencia para los tres candidatos con opciones al triunfo -Scioli, que detenta el 38% de la intención de voto según las últimas encuestas; el opositor Macri, con un 30%, y, con el 21%, Sergio Massa, peronista no kirchnerista, quien previsiblemente no pasará a segunda vuelta pero cuyos votantes pueden tener la llave del triunfo-. Ninguno de los tres quiere afrontar en sus discursos las dificultades con las que se topará el país en el nuevo ciclo político que está por comenzar. A pocos días de la cita con las urnas, nadie se arriesga a poner el tono fúnebre a la campaña. Pero los argentinos de a pie no ignoran las dificultades: llevan décadas acostumbrados a vivir en la incertidumbre política y económica, y hace ya unos pocos años que es frecuente escuchar en las calles porteñas que la crisis viene, que no tardará mucho, que ya se está demorando.

“En Argentina estamos acostumbrados a una crisis aguda cada cinco años: estos 12 años de relativa estabilidad que ha brindado el kirchnerismo son una anomalía”, explica Marta, abogada de 39 años. Como ella opinan muchos: ya le toca caer al país del tango, y lo más previsible, en un contexto de atraso cambiario y elevada inflación, pareciera ser una abrupta devaluación. Otros son más cautos, o más optimistas: “En realidad, la situación económica es de mucha mayor fortaleza de lo que quiere hacernos creer la prensa”, asegura José Manuel, sociólogo de 43 años.

El final de un ciclo económico

Ninguno de los candidatos con opciones reales de triunfo quiere hablar de devaluación -nada más impopular a pocos días de la elección-, pero los equipos económicos de Scioli y Macri sí tienen claro el escenario que se presenta. El investigador Roberto Lampa lo explica así: Argentina está viviendo el final de un ciclo de 'stop and go', en la terminología de la economía crítica latinoamericana. El modelo de desarrollo argentino es muy dependiente del sector primario exportador, y, durante los gobiernos kirchnersitas, las divisas de las 'commodities' -sobre todo, de la soja- han financiado políticas para empujar la demanda nacional y la inversión estatal. En un contexto de alto precio internacional de las materias primas, Argentina, como otros países de su entorno, pudo sostener años de “crecimiento con inclusión social”, como reza el catecismo kirchnerista.

Esa fue la base económica de lo que el relato oficial llamó la “década ganada”: miles de familias salieron de la pobreza gracias no solo a las políticas asistencialistas, sino al aumento del trabajo en blanco y a los incrementos salariales. Esto, sin embargo, empujó la inflación, situada entre el 25 y el 30% anual desde hace años. Ahora, el precio de las materias primas está cayendo en picado y el socio comercial más importante para Argentina, Brasil, ha entrado en recesión. Llegan tiempos de vacas flacas, y no solo porque esté por entrar en la Casa Rosada un gobernante a la derecha del kirchnerismo, sino porque el escenario político internacional previsiblemente no posibilitará el continuismo.

“Históricamente, la respuesta frente a semejante escenario ha sido un fuerte ajuste fiscal, acompañado por una abrupta devaluación del peso. A pesar de las declaraciones oficiales y de las diferencias entre los principales candidatos (no menores, vale aclarar), podemos afirmar que esta idea de base es compartida por sus equipos económicos”, asegura Lampa. La devaluación parece una necesidad, tanto para contener la escalada del cambio paralelo -el dólar se vende en las 'cuevas' o casas de cambio ilegales a 16 pesos, un 65% por encima de su cotización oficial- como para incentivar las exportaciones, ahogadas por el atraso cambiario. Mientras Brasil devaluó su real un 70% en los últimos 12 meses, Argentina solo devaluó un 10%, muy por debajo de la inflación: en realidad, la moneda se sobrevaluó en el último año. Devaluar parece una necesidad, pero muy impopular como para hablar de ella en plena campaña electoral.

¿Cuál podría ser el escenario? Los economistas del equipo de Scioli se declaran contrarios a una devaluación rápida; se inclinan por una lenta devaluación que requeriría un endeudamiento externo y la masiva emisión de bonos; para ello sería necesario llegar a un acuerdo con los fondos buitre y los mercados financieros. De ahí que el candidato oficialista lleve semanas empeñado en mostrar una actitud mucho menos beligerante que la actual presidenta. Por su parte, Macri y los suyos encarnan la ortodoxia neoliberal y proponen, aunque sin ostentarlo públicamente, un fuerte ajuste fiscal y una abrupta devaluación que acompañará a la liberalización del mercado de divisas, hoy determinado por las acciones del Banco Central. Para frenar la inflación, plantearán además la eliminación del mecanismo de paritarias salariales, la negociación colectiva que ha permitido en los últimos años que, pese a la inflación, los trabajadores no pierdan excesivo poder adquisitivo; al menos, los trabajadores que están en blanco y pueden beneficiarse de la presión sindical.

Mientras tanto, los argentinos contienen la respiración: quien más, quien menos, intenta no atesorar pesos; los empresarios toman el año con mucha cautela. Nadie parece querer tomar ninguna decisión de calado ni asumir ningún riesgo hasta después de que se conozca quién será el próximo presidente y qué estrategia implementará. Por lo pronto, los argentinos han vuelto a reservar sus vacaciones de verano en Brasil, después de un par de años en que eran los brasileños los que aprovechaban la fortaleza del real para conocer Buenos Aires. El sector turístico argentino ya se resiente, como el resto de exportaciones: las industrias cruzan los dedos esperando la devaluación, mientras los consumidores de clase media temen perder capacidad adquisitiva si esta llega. Entre los discursos del miedo de unos y la indefinición de otros, hay quien llama a la confianza para no generar una profecía autocumplida. Sea como fuere, habrá que esperar a finales de año para saber qué futuro cercano le espera a la Argentina.

“Yo te digo lo que no voy a hacer: no voy a quitarle la ayuda a nadie, no voy a deshacer lo que se ha hecho bien”. Así habla Mauricio Macri, candidato de la derecha a las elecciones presidenciales del 25 de octubre, en el 'spot' más publicitado en los últimos días en Argentina. Su partido, el PRO, que acude a las urnas bajo la híbrida y desdibujada coalición Cambiemos, ha vestido la ciudad de Buenos Aires, donde Macri ha sido jefe de gobierno desde 2007, del color corporativo de su formación política, el amarillo, siempre junto al eslogan: “En todo estás vos”. Ahora, Cambiemos insta: “Sigamos con el cambio”. Pero, asegura el macrismo, sin tocar lo que Cristina Fernández y Néstor Kirchner hicieron bien, en referencia, sobre todo, a planes sociales, como la Asignación Universal por Hijo (AUH), que han salvado de la miseria a miles de familias argentinas.

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