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La tragicomedia de la película sobre Mahoma
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EL FILME QUE DESATÓ LA IRA PODRÍA SER UN MONTAJE

La tragicomedia de la película sobre Mahoma

Con un reparto de vídeo casero y un guión de serie B se escribe la historia de la película sobre Mahoma que ha servido para agitar

Foto: La tragicomedia de la película sobre Mahoma
La tragicomedia de la película sobre Mahoma

Con un reparto de vídeo casero y un guión de serie B se escribe la historia de la película sobre Mahoma que ha servido para agitar la ira de medio mundo musulmán. Una comedia de enredo y muchos interrogantes que ha derivado en una tragedia de final imprevisible con una fuerte dosis de violencia.

La trama comenzó el pasado martes con el asalto a la embajada estadounidense en El Cairo y el posterior asesinato del embajador norteamericano en Libia, tras el ataque al consulado de Bengasi. Se buscó un hilo conductor y se encontró en Internet un ridículo fragmento de una supuesta película llamada La inocencia de los musulmanes. El hombre tras el filme parecía ser un promotor inmobiliario californiano de nacionalidad israelí-estadounidense, llamado Sam Bacile.

El Washington Post logró dar con el villano, que en una entrevista por teléfono se reafirmó en sus posturas asegurando que “el islam es un cáncer”. Sin embargo, el argumento dio un giro radical apenas unas horas más tarde. La agencia estadounidense Associated Press identificó a la misma persona, aunque resultó tener otra identidad.

En el registro de la propiedad de California no aparece ningún Sam Bacile y tampoco Israel tiene registrado a ningún profesional con ese nombre. Según AP, Bacile es en realidad Nakula Basseley, un egipcio de 55 años y confesión cristiana ortodoxa, que vive en Estados Unidos. El supuesto cineasta aficionado ha utilizado ya otros seudónimos, después de haber sido condenado a 21 meses de prisión por cometer fraudes contra entidades bancarias. Y como todo vulgar delincuente, el sábado de madrugada recibió una visita de la policía federal, que lo interrogó, ya que tiene prohibido utilizar un ordenador o acceder a Internet sin el consentimiento de los agentes que controlan su libertad condicional.

El pastor californiano Terry Jones, célebre por haber llamado a quemar el Corán y supuestamente implicado ahora también en la conspiración, aseguró a la misma agencia haberse puesto en contacto con Basseley para difundir la polémica cinta. Al igual que Steve Klein, un exmarine que entrenaba a milicias paramilitares, fundador de una organización cristiana ultraortodoxa que llevaba sus protestas a clínicas donde se practican abortos y a las mezquitas. El tercer compinche en discordia sería Morris Sadeq, otro egipcio copto, que también había aparecido entre los primeros sospechosos.

Anulada la conexión israelí, la obra parece provenir de una serie de egipcios cristianos, asentados en Estados Unidos. En una de las primeras escenas del vídeo aparecen varios islamistas quemando iglesias -un hecho que en el Egipto real ha demandado la comunidad copta en multitud de ocasiones- bajo la complacencia de una patrulla de policía, al frente de un vehículo con la bandera egipcia.

Cambios en la posproducción

Igual de siniestros que los personajes es la realización de la película. Tampoco en los registros de Hollywood ni entre las agencias de producción californianas hay rastro de La inocencia de los musulmanes. Varios actores estadounidenses que aparecían en el montaje final publicaron un comunicado horas más tarde de las primeras protestas alegando que los diálogos habían sido alterados durante la posproducción.

Una de esas actrices aseguró que un productor, que respondía al nombre de Sam Bacile, la contrató para rodar un filme llamado Guerreros del desierto, una comedia basada en los tiempos de Jesucristo, cuando todavía no existía el islam. Según esta actriz, el guión no contenía ninguna referencia a las creencias de los musulmanes y el protagonista no era Mahoma, sino un tal George.

Se especuló también con que la producción contó con una financiación de cinco millones de dólares y, a juzgar por el resultado, parece que ese presupuesto debió ser bastante más bajo. Según el reparto, unas 50 personas participaron en el rodaje, que se produjo en 2011. Meses después, al parecer la cinta fue proyectada –ya con el título La inocencia de los musulmanes- en una vieja y decadente sala de Los Ángeles sin apenas público.

La intriga deja muchos cabos sueltos y varios muertos ya por el camino. Desde la Casa Blanca se sospecha que los ataques a sus embajadas no son fruto de un una masa alborotada por la película blasfema, sino que responden a una acción premeditada. También desde Libia apuntan a Al Qaeda, que a través de su marca en Yemen, entró ayer en escena de forma oficial para pedir a los musulmanes que “maten a los embajadores” de Estados Unidos.

En países como Egipto, una serie de jóvenes violentos también han aprovechado las manifestaciones para enfrentarse con la policía. Las reivindicaciones, nada concisas, pasan por el rechazo a un filme del que nadie sabe nada. Como en una obra de Hitchcok, la representación de Mahoma actúa de Macguffin, ese hecho intrascendente que da cuerda a toda la historia. Pero sus creadores han dejado un final abierto, burdos aspirantes a manejar el suspense.

Con un reparto de vídeo casero y un guión de serie B se escribe la historia de la película sobre Mahoma que ha servido para agitar la ira de medio mundo musulmán. Una comedia de enredo y muchos interrogantes que ha derivado en una tragedia de final imprevisible con una fuerte dosis de violencia.