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"Se les llena la boca con la marca España pero luego maltratan el activo de la cultura"
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CURRO LLORCA HABLA SOBRE CÓMO SOBREVIVIR A UNA CRISIS, LA DEL PAPEL, QUE LOS LIBREROS SUMAN A LA RECESIÓN ECONÓMICA

"Se les llena la boca con la marca España pero luego maltratan el activo de la cultura"

INFAMIA LITERARIA No son gente

Foto: "Se les llena la boca con la marca España pero luego maltratan el activo de la cultura"
"Se les llena la boca con la marca España pero luego maltratan el activo de la cultura"

INFAMIA LITERARIA

No son gente infame, pero es así como se venden. Francisco Curro Llorca, Gonzalo Queipo y Alfonso Tordesillas dejaron sus trabajos en 2010, en plena recesión económica, y abrieron Tipos Infames, una librería en el madrileño barrio de Malasaña que no es ni mucho menos un local donde solo se venden libros. Allí también se toma vino y café, se celebran presentaciones, se acogen exposiciones... Es uno de esos puntos de encuentro que cacarean las leyes del marketing solo que consiguiendo, en su caso, que además rinda económicamente. Abrieron cuando todos cerraban y sobreviven al envite de la crisis, a la bajada de las ventas del papel y al IVA cultural. Hemos hablado con uno de estos tipos infames, Curro Llorca, y le hemos preguntado cómo lo hacen.

No sé si sabes que cuando los clientes vienen muchos dicen: "voy a ver a los tipos infames". Parece que os ha engullido vuestra propia marca

Puede ser, sí. Es que el nombre es más literario de lo que parece. Está basado en un cuadro de un pintor francés, Henri Fantin-Latour, que encontramos casualmente cuando buscábamos nombre. Y sí, es cierto que a lo mejor acaban asociándonos a él, pero bueno: lo importante es que te recuerden.

Este año cumpliréis tres años abiertos. ¿Se os han hecho muy largos?

No se nos han hecho largos, no. Aunque quedan muchas cosas por hacer y todo podría ir mejor, habríamos firmado porque las cosas salieran como han salido hasta ahora.

¿Cómo se convierte un blog de crítica literaria, que era el Tipos Infames original, en una librería donde además se toman vinos?

Pues recorriendo el camino inverso y haciendo lo contrario de lo que hace todo el mundo, ya que implica empezar en lo digital y pasar a lo físico. Seguramente porque ninguno tenía nada que perder, aparte de salud y dinero, y sí mucho que ganar. Los tres teníamos un trabajo que no nos llenaba del todo y trabajar juntos nos pareció la mejor idea.

Y en esto sois nativos de la crisis

Claro, no hemos conocido otra cosa, así que a lo mejor nos cuesta menos ajustarnos a la realidad de hoy.

Vinos, libros y mucha web. ¿Es una fórmula o es simplemente recurrir a lo que funciona?

Lo de la librería-cafetería es un concepto viejo, anglosajón, que ya estaba hecho. Lo que hemos querido hacer es incorporarle alguna idea nueva, como eventos, exposiciones... Pretendemos crear un espacio en el que ocurran cosas, actualizando en cierto modo el concepto de librería. Hay gente que viene a trabajar, gente que viene para charlar... La cafetera ayuda a crear esta palabra tan de moda hoy, sinergia. Y el fino, como solemos decir, marida bien con un buen libro.

En este tiempo han abierto en Madrid varios negocios parecidos el vuestro. ¿Os sentís un poco pioneros?

Pioneros no, pero sí es cierto que hay más espacios como este. Nuestros dos modelos eran librerías como el Bandido, que cerró antes de que nosotros abriéramos, y La buena vida. Han proliferado algunos sitios parecidos al nuestro, pero es un modelo que está lejos de implantarse. A veces porque nos equivocamos al pensar en el concepto: hay quien cree que tú pones una barra en una librería y que la gente empieza a entrar como por arte de magia. Y no, claro.

¿Y qué papel juega vuestra web en todo esto? Porque le ponéis mucho mimo

La web te ayuda a promocionarte y se convierte en un escaparate adicional. Y, sobre todo, te ayuda a mantener un contacto más cercano con el lector y crear una suerte de comunidad. Es lo que hacían antes las librerías, cultivar una pequeña parroquia de lectores, y es lo que nos gustaría hacer nosotros, ahora gracias a Internet. Convertir la librería en pequeño centro cultural, en un punto de encuentro. Hoy no te puedes quedar esperando sentado a que la gente entre en la librería, porque entonces te pueden salir telarañas. Tienes que ir a buscarla y, si la gente está en la web, tienes que ir a la web.

¿El papel se muere?

Tanto como morirse no, no lo creo. No soy nada apocalíptico con este tema, aunque sí es cierto que en este marasmo económico hay una crisis propia del modelo papel. Negar el cambio de paradigma es cerrar los ojos, pero también lo es hacer todo lo contrario. Yo creo que la presencia del digital crece y que tiene que crecer mucho más, pero no creo que el libro en papel acabe desapareciendo. La pauta la marca la música, donde han desaparecido quizá los establecimientos intermedios, pero sigue habiendo discos en las grandes superficies, por un lado, y en pequeñas tiendas especializadas por el otro. El árbol se sacude y muchos frutos caen, pero no todos.  

O sea, que libro físico y libro digital están llamados a entenderse

Exacto. A convivir, desde luego, aunque no se entiendan (ríe). Que no se nos olvide que el libro digital está en una fase muy incipiente y que se habla de él mucho más de lo que se vende, que en España aún es un porcentaje mínimo del total. Hay muchos intereses creados en torno al libro digital, en que se hable de él. En todo caso creo que son dos formatos diferentes que ofrecen cosas distintas, por lo que encontrarán cada uno su propio espacio cuando eso empiece a hacerse evidente. El digital tiene unas ventajas que el físico no tiene, como la portabilidad o lo económico, y sin embargo el libro físico es un instrumento tan perfecto que el digital tiende a imitarlo. Con las hojas que se pasan en la pantalla, con el formato... Incluso algunos vienen con un perfume que simula el olor de la celulosa, para que huela a libro. Creo que eso cambiará con el tiempo y que, cuando lo haga, se hará evidente que son dos productos distintos y que competirán, sí, pero también tendrán un margen para convivir.

¿Os tenéis por emprendedores?

Pse. Personalmente soy un poco escéptico con este asunto de los emprendedores. A mí lo que me gustaría es ser empresario, no emprendedor (ríe).

¿Incluso aunque los emprendedores estén llamados a salvar el país?

Es que ahí está, ese es el tema. Saber emprender es un valor, está claro. Pero no me gusta el uso constante de la palabra emprendedor, como si de repente hubiésemos descubierto la pólvora, como si realmente nos hubiéramos creído que los emprendedores nos van a sacar a todos del agujero mágicamente. ¿Cómo? ¿Trabajando 14 horas al día? Porque del autoempleo nos gusta ver solo la parte bonita. De lo de trabajar de sol a sol, de lo de pelearse constantemente con los proveedores, de pasarte el día batallando con el banco... De eso nos acordamos menos. Y lo cierto es que los llamados emprendedores estamos constantemente achicando agua. Es una semiesclavitud autoimpuesta, por decirlo de alguna manera. Y algunos nos va más o menos bien, trabajando mucho y en esto de la cultura, que es muy grato y lo haces con vocación, pero sinceramente: si el futuro es así, yo no quiero estar en él.

¿Y cómo sienta echar un porcentaje de tus horas extras precisamente por estar aquí, en el mundo de la cultura, y que sin embargo le suban a uno el IVA cultural?

Mal, claro. En el ramo de los libros es algo que asombra mucho. La poca consideración que tiene la cultura y la falta de ayuda institucional a un sector en el que el país destaca, por cierto, y mucho. Hay países más pequeños que el nuestro o menos potentes culturalmente que han optado por sus libros y por su literatura para hacer palanca en la crisis económica y que lo han hecho con mucho éxito. Aquí, en cambio, se les llena la boca con eso de la marca España y luego maltratan este activo cultural tan vivo que tenemos.

¿Y por qué crees que es así?

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