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En busca y captura el hombre que se hizo de oro con el Estructurador Molecular Sónico
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HISTORIAS DE TRIBUNALES

En busca y captura el hombre que se hizo de oro con el Estructurador Molecular Sónico

Vivía en un chalé de lujo en una de las más ostentosas urbanizaciones de Madrid, conducía un Porsche y vestía trajes y zapatos de las primeras marcas, pero todo era apariencia

Foto: Ilustración: Ajubel.
Ilustración: Ajubel.

Raúl B. M. se paseaba en coches ostentosos. Los testigos lo vieron en un Porsche, en un Audi o en un Jaguar en distintos momentos. Le gustaba aparentar. Por eso vestía trajes caros y zapatos de marca. Su negocio era su fachada. Hablaba como alguien al que se le caen los billetes del bolsillo. Con labia, desparpajo y seguridad. Sus palabras denotaban que el dinero no era problema para él, que únicamente debía solventar el inconveniente de encontrar dónde invertirlo.

Así se ganaba la confianza de sus interlocutores, quienes solo posteriormente –y ya convertidos en víctimas de la estafa– se daban cuenta de que, detrás de esa apariencia, no había más que un timador. El primero en darse cuenta fue el inventor del Estructurador Molecular Sónico (EMS), un ingenio que suena al popular Condensador de 'Fluzo' de Regreso al Futuro, pero que no tiene nada que ver con la ficción. Grandes empresas en España, de hecho, contratan los servicios de este invento.

El estafador se metió ambos montantes en el bolsillo y salió por patas. El timado nunca volvió a verle el pelo

El EMS, como lo define su creador, “es un transductor ultrasónico con el que se transmite al agua un quantum de energía a una frecuencia tal que es capaz de alterar los puentes de hidrógeno presentes, produciendo aguas anómalas más activas”. Raúl se presentó ante varios inversores como el hombre que había comprado la patente del artilugio y los derechos de comercialización. Y uno de ellos cayó en la trampa. Una persona -que prefiere permanecer en el anonimato- se creyó el discurso de Raúl y apostó por el Estructurador Molecular Sónico. Desembolsó 100.000 euros en una primera entrega en diciembre de 2009 y 290.000 en la segunda (a principios de 2010), que Raúl le pidió con el argumento de que había que hacer frente a una supuesta deuda con Hacienda que nunca había existido.

El estafador se metió ambos montantes en el bolsillo y salió por patas. El timado nunca volvió a verle el pelo. Ni a él ni a sus trajes ni a sus coches de alta gama. Raúl se esfumó, como el mago que se hace desaparecer a sí mismo, y dejó detrás un reguero de dolor a toda una familia.

Pero no se esfumó de la faz de la tierra. El timador solo se trasladó de lugar. Pocos meses después de su primer golpe, se reunió con la representante de una empresa de decoración. Encargó un conjunto de moquetas valorado en más de 3.500 euros, que los responsables de la sociedad trasladaron hasta una casa situada en la lujosa urbanización Las Encinas, de la localidad madrileña de Pozuelo, el municipio con la renta per cápita más alta de España.

El protagonista de la historia aseguró que era su vivienda. Sin embargo, ni siquiera en esto decía la verdad, según explica el escrito de acusación de la Fiscalía, que pide seis años de cárcel para el presunto mentiroso por un delito de estafa y otro de apropiación indebida. El Ministerio Público ya ha tratado de llevar a Raúl a juicio en dos ocasiones, pero en ninguna de ellas se ha presentado el acusado, que actualmente se encuentra en paradero desconocido. La Policía, de hecho, lo ha puesto en busca y captura.

El Ministerio Público ya ha tratado de llevar a Raúl a juicio en dos ocasiones, pero en ninguna de ellas se ha presentado el acusado

Además del timo del Estructurador Molecular Sónico y del de las moquetas, el Ministerio Público también acusa al imputado de timar a una señora por más de 20.000 euros y de apropiarse de decenas de muebles y electrodomésticos. En concreto, sobre este último episodio, según relata la Fiscalía, Raúl alquiló un chalé en la opulenta Finca Escorzonera, situada en la zona de El Plantío, en Madrid, con el fin de mantener el nivel de vida que pretendía aparentar. Estuvo viviendo en ella durante casi dos años, pero no pagó la renta.

La dueña denunció los hechos después de las primeras mensualidades no abonadas, pero la lentitud judicial permitió al inquilino seguir residiendo en uno de los lugares más deseados de la capital hasta que en febrero de 2012 el juzgado emitió la sentencia de desahucio. En ese momento, el inquilino abandonó el inmueble, pero se llevó todo tipo de artefactos que ahora reclama la propietaria.

En fase de instrucción, el acusado admitió haberse llevado los electrodomésticos, pero argumentó que eran suyos. También reconoció haber recibido las cantidades mencionadas para invertir en el Estructurador Molecular Sónico, pero nuevamente tuvo un argumento. No tenía ánimo de engaño –se excusó–, que es precisamente la condición necesaria que exige la ley para que haya delito de estafa. El acusado echó la culpa a “las circunstancias del mercado”, que según él fueron las que provocaron que no pudiese devolver las sumas.

Raúl B. M. se paseaba en coches ostentosos. Los testigos lo vieron en un Porsche, en un Audi o en un Jaguar en distintos momentos. Le gustaba aparentar. Por eso vestía trajes caros y zapatos de marca. Su negocio era su fachada. Hablaba como alguien al que se le caen los billetes del bolsillo. Con labia, desparpajo y seguridad. Sus palabras denotaban que el dinero no era problema para él, que únicamente debía solventar el inconveniente de encontrar dónde invertirlo.

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