“Niños, llamad a Emergencias, vuestra madre me ha apuñalado”
La familia debería ser ese lugar donde uno se encuentra a sí mismo en un contexto sereno. Y así es casi siempre. Muy rara vez se dan historias tan dolorosas como la que sufrieron José Luis y sus hijos
Aleyda, esposa y madre de la familia, llegaba con frecuencia bebida a casa. Era adicta al alcohol y a los antidepresivos, explosiva mezcla que, de hecho, le hizo olvidar todo lo que ocurrió la noche del 14 de abril del año pasado. Su marido y sus hijos, sin embargo, nunca podrán quitárselo de la cabeza.
La relación entre la pareja venía siendo “regular” desde hace tiempo y así lo confesó el propio José durante el juicio contra Aleyda celebrado el pasado martes en la Audiencia Provincial de Madrid. El día de autos, la mujer llegó a eso de las diez de la noche junto a su hija de apenas 11 años. Llevaba más de diez cervezas en el cuerpo y se le notaba visiblemente afectada, como admitieron en la citada vista ella misma, su marido, los dos niños e incluso un amigo del hijo mayor que en ese momento se encontraba en la casa familiar.
“Estaba bajo los efectos del alcohol y de una medicación muy fuerte contra la depresión”, reconoció entre lágrimas la propia acusada, quien nada más entrar por la puerta aquella noche comenzó a discutir con su marido. “Estaban teniendo una conversación fuerte, como cualquier otra pareja”, describió el hijo mayor, de 20 años, ante los tres magistrados que componen la Sección Sexta de la Audiencia de Madrid. "Cuando ella entró levantando la voz, me fui a mi habitación", añadió José.
Le dije que tuviera cuidado porque ella había cogido algo y yo la veía un poco rara
“Ella me hablaba, pero yo no le hacía caso”, describió el padre. “Fui al cuarto a decirles que no discutieran”, explicó la pequeña de la familia en sede judicial con enorme sencillez y entereza. “Mi padre le dijo a mi madre que se olvidara de él”, agregó la niña, que relató cómo acompañó a su madre a la cocina y luego al salón, donde trató de calmarla en una suerte de drama con los papeles invertidos.
En ese momento, la madre le indicó a la niña que iba a por un vaso de agua. Se levantó y llegó a la cocina, pero no bebió nada. Abrió el cajón de los cubiertos y agarró un cuchillo de nueve centímetros de hoja. Luego se encaminó hasta el dormitorio, donde estaba su marido ya con el pijama y acostado de lado en dirección hacia el exterior de la cama. La niña trató de alertar a su padre. “Le grité que tuviera cuidado, porque ella había cogido algo y la veía un poco rara”, recordó en el juicio la más joven de la casa.
La luz –comentó José– estaba apagada cuando “entró Aleyda”, quien según la Fiscalía comenzó a mascullar. “Fue entonces cuando me giré y sentí como un fuerte puñetazo en el costado; me toqué y me noté como húmedo; ella estaba de pie en la habitación; me tapé con la camiseta y salí del cuarto”, relató el agredido, que comenzó a gritar desesperado.
“Niños, corred, llamad a una ambulancia que vuestra madre me ha clavado un cuchillo”, chilló el hombre. La pequeña pronto le dio una toalla mientras su hermano telefoneaba al 112. A continuación, la niña regresó al dormitorio y le arrebató el cuchillo a su madre para evitarle nuevas tentaciones. “Estaba a punto de clavarse el puñal a ella misma cuando yo llegué corriendo y se lo quité”, relató la joven protagonista, cuya actitud fue calificada de “muy valiente” por la representante del Ministerio Fiscal durante la vista oral.
El chaval acudió a apoyar a su hermana en un arrebato de madurez infantil que contrastaba con la expresa insensatez parental
El chaval también acudió hasta el cuarto para apoyar a su hermana en un arrebato de madurez infantil que contrastaba con la expresa insensatez parental. “Mi madre estaba tumbada, luego se levantó y dijo que quería salir, pero yo no la dejé”, relató el joven veinteañero, quien también temía el suicidio. Así lo narró, de hecho, el primer policía que accedió a la vivienda. “Cuando llegué, el hijo sujetaba a la acusada, porque ella quería volver a coger el cuchillo para quitarse la vida”, confirmó literalmente el agente. Mientras, José ya había bajado por su propio pie a la calle, donde le recogió un coche patrulla.
Tras declarar ante el tribunal, la niña miró a su madre con gesto serio. La progenitora también fijó la vista en su pequeña pero responsable hija y se derrumbó entre lágrimas, momento en el que el rostro seco de la joven también dibujó un amago de sollozo. Padre e hijos salieron juntos del edificio al acabar la vista mientras la madre regresaba al centro penitenciario, donde hoy sigue tomando pastillas contra la depresión y esperando la sentencia definitiva.
La mujer, en prisión preventiva desde que ocurrieron los hechos, podría ser condenada a los diez años de cárcel que solicita la Fiscalía, que entiende que la acusada es autora de un delito de asesinato en grado de tentativa agravado por el parentesco y atenuado por la embriaguez. Una perito dijo durante el juicio que la mujer necesariamente tuvo que imprimir fuerza con el cuchillo para que éste se introdujera dos centímetros. Negó que él pudiera haberse dejado caer sobre el puñal, pues al notarlo –argumentó– se habría separado instintivamente, como reacción.
José, por su parte, ha adelgazado 25 kilos en estos once meses que han pasado desde el apuñalamiento. Pesaba 130 y los médicos le habían diagnosticado obesidad mórbida. Ahora, supera por muy poco los cien.
Aleyda, esposa y madre de la familia, llegaba con frecuencia bebida a casa. Era adicta al alcohol y a los antidepresivos, explosiva mezcla que, de hecho, le hizo olvidar todo lo que ocurrió la noche del 14 de abril del año pasado. Su marido y sus hijos, sin embargo, nunca podrán quitárselo de la cabeza.
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