Acoso en el instituto
Un hombre se enfrenta a 20 años de prisión por golpear y violar a su novia de 13 años después de que ella rompiera la relación
Cinco años de diferencia apenas se notan cuando la pareja sobrepasa la treintena, pero saltan a la vista si la chica tiene solo 13 años. Kevin y ella empezaron a salir el 23 de febrero de 2013 y, como casi siempre, al principio todo iba sobre ruedas. Sin embargo, a las pocas semanas empezaron los problemas y la joven decidió finiquitar la relación unilateralmente apenas cuatro meses después de que comenzara, una determinación que el perjudicado nunca aceptó.
Su carácter, que pudo ser precisamente el motivo de la ruptura, se agriaba a medida que pasaban los días. El chaval no parecía entender que su exnovia no 'entrara en razón'. Hervía por dentro cada vez que la veía hablar con sus amigos. Estaba a punto de explotar. Hasta que lo hizo. El último día de instituto, el 24 de junio, pocas jornadas después de que finalizara la relación, se personó en el centro escolar y esperó a que saliera la niña. Cuando la vio, fue a por ella, la agarró del pelo y la obligó a irse con él a casa.
Una vez en el domicilio, el joven terminó lo que había empezado. Le propinó varios puñetazos y bofetones en la cara mientras ella gritaba, pedía auxilio y le suplicaba que parara. Por suerte, la hermana del agresor entró en la vivienda y se interpuso entre ambos. Su aparición permitió que la víctima se zafara y saliera huyendo. Había superado el primer round con cierto éxito y no poca fortuna, pero era solo el pitido inicial de un partido al aún le quedaba mucho calvario por recorrer.
A pesar de aquel primer episodio de maltrato, la joven aceptó volver a ver a su exnovio por voluntad propia en lo que parecía dirigirse hacia una tormentosa relación. El 13 de agosto del mismo año la chica regresó a las cuatro paredes que presenciaron el primer suceso. Había perdido el móvil y quiso buscar consuelo en su expareja. Lloró desconsoladamente delante de él hasta que el compañero se cansó de escucharla y le pidió que dejara de gimotear. La niña no secundó la orden y él recurrió nuevamente a la violencia. Le propinó varios puñetazos y ella dejó de lamentarse.
Tras las vacaciones estivales, llegó la vuelta al colegio. El agresor regresó entonces a la puerta del instituto en busca de su objetivo. No le gustaba que la niña tuviera demasiado contacto con los chicos de clase. Esperó escondido y, cuando ella salió, la abordó con ira. Le arrebató el teléfono que llevaba en el bolsillo y le indicó que debía ir con él. “Olvídate del móvil que me lo voy a quedar yo”, le dijo con furia al tiempo que le quitaba también la mochila y las llaves de su casa. Luego se encaminó hacia el domicilio de la niña, que no tuvo más remedio que seguirle.
Una vez en la vivienda, entró con la llave que le había arrancado y ella pasó detrás. “Es la única forma que tengo de vengarme”, le dijo entonces visiblemente alterado. “Me lo vas a pagar, tu vida va a ser muy dura, esto acaba de empezar”, le amenazó antes de exigirle que desde ese momento le informara de todo lo que hacía. Le dijo además que debía estar todos los días con él entre las dos y las tres de la tarde y entre las cinco y las siete.
Los celos del perturbado eran visibles a cualquiera que hubiera visto la escena y se hicieron aún más evidentes cuando éste comenzó a revisar todos los mensajes que la pequeña enviaba por WhatsApp. En una ocasión, al inspeccionarlos, encontró que la niña había intercambiado algunas palabras con un chico de su clase. El descubrimiento terminó de enardecer al joven. “Ahora te vas a enterar”, le dijo con rabia antes de empujarla sobre la cama. A continuación, la violó mientras ella lloraba y trataba de quitárselo de encima, según relata en su escrito de acusación la Fiscalía, que pedirá 20 años de cárcel para el presunto acosador durante el juicio que se celebrará el próximo jueves en la Audiencia Provincial de Madrid.
La pesadilla, sin embargo, no concluyó con el atropello carnal. De hecho, antes de despedirse, con ella aún sobre el colchón, el violador –y siempre según la versión ofrecida por el Ministerio Público– prometió más madera. Le devolvió su móvil y las llaves, pero le ordenó que al día siguiente estuviese preparada “en albornoz”, ya que “vendría a por más”. Y cumplió su promesa. Por la mañana, se presentó en la puerta de su casa. Sin embargo, ya no podía abrir, con lo que se limitó a llamar y llamar reiteradamente durante 30 eternos minutos.
La pequeña no le abrió, pese a las pedradas que su exnovio lanzaba contra la ventana y los sonoros golpes que propinaba a la puerta. Resistió la presión, los gritos y las intimidaciones del alterado agresor, que también le amenazó con hablar mal de ella o cortar los frenos del coche de su padrastro. El chico, fuera de sí, terminó desistiendo y largándose por donde había venido, aunque aún ardía en su pecho la cólera desatada.
Dos días después, regresó a la misma casa de la chiquilla, pero esta vez no llamó. Esperó a que saliera. Sobre las 7.55 horas, ella apareció con su mochila y su carpeta con ánimo de ir al instituto. Fue entonces cuando el chico se dejó ver. La niña salió corriendo. Él también. Tardó pocos segundos en alcanzarla y arrebatarle de nuevo el móvil, dispositivo con el que parecía estar obsesionado. Le interrogó para saber con quién se iba a ver ese día, le ordenó que no fuera al instituto y también que no contara a nadie lo que había ocurrido dos días antes.
El acusado se enfrenta a 20 años de prisión por presuntamente golpear y violar a su novia de 13 años después de que ella rompiera la relación
Tras varios minutos de conversación, ella accedió a sus ruegos, prometió que no diría nada y se marchó al instituto. Pero la cara de su exnovio ya era para ella como la del mismo demonio. A las 14 horas, cuando la niña salía del centro, volvió a toparse con el mismo rostro. De nuevo el chico le agarró la mochila y el celular y la acompañó a casa. Ya en el domicilio, la sujetó del cuello, le dio varios puñetazos en el hombro y la abofeteó mientras le decía que iba a convertirse en una “prostituta” y que él mismo le iba a llevar a varios amigos para que se acostasen con ella.
Fue la gota que desparramó un vaso ya colmado. La pequeña por fin decidió denunciar. La Fiscalía, cuyo escrito de acusación ha sido utilizado para hacer este relato, entiende que el acusado ha cometido un delito de violencia doméstica, tres de malos tratos, otro de coacciones y uno más de agresión sexual.
Cinco años de diferencia apenas se notan cuando la pareja sobrepasa la treintena, pero saltan a la vista si la chica tiene solo 13 años. Kevin y ella empezaron a salir el 23 de febrero de 2013 y, como casi siempre, al principio todo iba sobre ruedas. Sin embargo, a las pocas semanas empezaron los problemas y la joven decidió finiquitar la relación unilateralmente apenas cuatro meses después de que comenzara, una determinación que el perjudicado nunca aceptó.
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