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El precio del fútbol aleja a la mayoría negra de los estadios de Brasil
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YA NI EL FÚTBOL FRENA A UN PUEBLO DESENCANTADO

El precio del fútbol aleja a la mayoría negra de los estadios de Brasil

El fútbol ha dejado de ser el opio del pueblo en Brasil. El ciudadano está cansado de la situación en la que vive, la que le ha

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El precio del fútbol aleja a la mayoría negra de los estadios de Brasil

El fútbol ha dejado de ser el opio del pueblo en Brasil. El ciudadano está cansado de la situación en la que vive, la que le ha llevado el gobierno de Dilma Roussef. Ha salido a la calle y ya ni el deporte rey consigue calmar el ánimo de la gente. Tanto es así que los propios jugadores de Scolari han decidido pasar a la acción para frenar a un pueblo desencantado y que ni la pelota consigue calmar.

Los precios de las entradas ha alejado a la mayoría de los aficionados de los estadios. Como dicen en Brasil, 'la Copa de las Confederaciones es para los blancos, para los ricos". La desigualdades sociales continúan existiendo y han convertido el fútbol en un artículo de lujo, al alcance de muy pocos.

FIFA decidió dar un paso atrás respecto a anteriores citas, pero tenía que haber dado cuatro o cinco para poder llegar al poder adquisitivo. Los precios medios de las entradas han bajado con respecto al Mundial de Sudáfrica, pero se han quedado lejos del sueldo medio de los brasileños, cercano a los 250 dólares.  

En esta primera fase la entrada más barata de queda en los 60 dólares por los 120 de la más cara. La final se cotiza a 100, por los 230 de la más cara.  Nada que ver con los 1.200 euros de la final de Johannesburgo. La demanda de entradas está siendo alta, tal y como demuestra que el España-Tahití del jueves en Maracaná esté a un paso del lleno, con 75.000 entradas vendidas, de las 79.000 en las que ha quedado reducido el aforo del símbolo del fútbol mundial.

Aquí en Brasil se comenta que el fútbol ha dejado de ser del pueblo para pasar a ser de las clases acomodadas, de los ricos, algo asociado en Sudamérica a la raza blanca, tal y como queda reflejado en los estadios, que registran buenas entradas, pero con entradas por vender todavía.

A este malestar del aficionado se une el social, ese que está llenando las calles de las principales ciudades brasileñas de gente protestando por las condiciones en las que vive y el futuro que les espera, nada halagüeño en un país que presume de ser emergente, pero que el dinero circula en pocas manos.

Los jugadores de la selección brasileña, consciente del delicado momento que atraviesa su país, han decidido sumarse a una campaña de lavado de imagen de su país, reclamando mayor atención al fútbol y a la hasta el momento pentacampeona del mundo.

El fútbol ha dejado de ser el opio del pueblo en Brasil. El ciudadano está cansado de la situación en la que vive, la que le ha llevado el gobierno de Dilma Roussef. Ha salido a la calle y ya ni el deporte rey consigue calmar el ánimo de la gente. Tanto es así que los propios jugadores de Scolari han decidido pasar a la acción para frenar a un pueblo desencantado y que ni la pelota consigue calmar.